Creada por Steven Knight, la oscura miniserie llamada Taboo, que se estrenó a principios de año en España de la mano de HBO, ha llegado a su fin tras ocho capítulos con una puesta en escena magnífica.
Con un opening que recuerda mucho al de Vikings, Taboo nos presenta un Londres de 1814 donde las conspiraciones políticas están a la orden del día. La serie comienza con el funeral de Horace Delaney, un hombre conocido por su locura. La mayoría de los asistentes solo buscan confirmar su muerte. La austera ceremonia es interrumpida por la aparición de James Keziah Delaney, uno de los hijos del fallecido que fue dado por muerto tras el naufragio del barco en el que viajaba.
“Su único legado es un regalo envenenado, es un pequeño territorio costero al otro lado del mundo”, explicaba el abogado de la familia Delaney en el primer episodio. Lo que no sabía era que el objetivo de James, quien había regresado cargado de oscuros fantasmas y algunos diamantes, era, precisamente, la herencia de su padre.
Este comienzo recuerda muchísimo a la serie de televisión Poldark (2015). Ambas parten del mismo argumento: un hombre al que creían muerto regresa tras el fallecimiento de su padre. No obstante, lo que en Poldark es un drama romántico de época, en Taboo se vuelve lóbrego y violento. La política, las conspiraciones, las deslealtades y las alianzas dejan en un segundo plano los oscuros secretos de la familia Delaney que se presentan en el primer episodio.
Asimismo, la fotografía, el vestuario y la música impregnan a la sociedad previctoriana londinense de un tono turbio e inquietante que no deja indiferente para bien o para mal.
La serie mezcla personajes ficticios con otros reales como un rey Jorge III de aspecto repulsivo a causa de la porfiria. Incluso el territorio en discordia es un lugar real que se encuentra frente a la isla de Vancouver. Hay que matizar que no todo lo que se relata de este páramo es cierto. Se presenta, por tanto, a Nutka como telón de fondo para mostrar la confrontación entre Estados Unidos y Reino Unido por territorios canadienses.
La música utilizada en alguno de los tráilers apuntaba a una serie similar a Black Sails. Incluso quizá se pueda encontrar algún parecido entre el Capitán Flint y James Delaney. Ambos son hombres hoscos que bien podrían ser unos visionarios o unos locos. Más allá de eso, no hay nada, ni en fotografía, ni en la banda sonora, que pueda relacionar ambas producciones.
James Delaney, interpretado por Tom Hardy (Mad Max: Furia en la carretera), es un personaje poco hablador, peligroso, frío y calculador. El actor impone e intimida a partes iguales con una actuación sobresaliente. Las pequeñas escenas de su pasado unidas al misticismo africano que muestra la serie hacen que la trama adquiera un tono oscuro intrigante.
Jonathan Pryce (Juego de Tronos) da vida a Sir Stuart Strange, el jefe de la poderosa Compañía de las Indias Orientales, la cual controla parte de los negocios del Imperio Británico. La brillante actuación de Pryce coloca a Strange como el villano que necesitaba tanto la serie como Delaney.
Zilpha (Oona Chaplin, a quien también pudimos ver en Juego de Tronos), la hermanastra de James Delaney, es uno de los pocos personajes femeninos que gozan cierto protagonismo en la historia. La interpretación de la nieta de Charles Chaplin, aunque buena, acaba siendo eclipsada por las intervenciones de otros personajes con mayor peso en la trama.
Jessie Buckley se mete en el papel de Lorna Bow, quien despunta en un último episodio cargado de tensión. Lo que, en un principio, parecía un personaje plano que no aportaba nada a la trama ha terminado siendo muy prometedor. Es una pena que hayamos tenido que esperar hasta el final para ver una parte de su potencial.
Taboo ha sido filmada alrededor de Londres, lugar en el que se desarrolla. Los escenarios son una parte muy importante, por lo que se ha cuidado hasta el más mínimo detalle en la ambientación. Para recrear la cuidada puesta en escena utilizaron varios emplazamientos, todos ellos situados alrededor de la capital de Inglaterra.
Para la sede de la Compañía de las Indias Orientales se utilizaron los impresionantes interiores de Hatfield House, una casa de campo situada al este de Hatfield, ciudad del condado de Hertfordshire. Esta propiedad ha sido utilizada también en otras producciones como en Orgullo y prejuicio y Zombis.
El puerto de Charlestown, en Cornualles, fue elegido para rodar algunas escenas no solo de Taboo, sino también de la ya mencionada Poldark o de Alicia el País de las Maravillas (2010).
Para recrear muchas de las calles de Londres, se trasladaron a Tilbury Fort, una fortaleza situada en la orilla norte del río Támesis, en Essex. Su foso interior fue utilizado, también, para grabar algunas escenas con botes.
El lento desarrollo de la producción permite mantener a los espectadores interesados en el complejo juego político lleno de traiciones que presenta. El punto fuerte, sin duda, es un Delaney desagradable y atractivo que no busca ni justificarse ni cambiar la imagen que tienen de él.
El doblaje mal trabajado desluce la serie, convirtiendo las intervenciones del protagonista en diálogos forzados. Por ello es recomendable verla en versión original para poder apreciar todos los matices que aportan los actores.
El capítulo final se alza como el mejor de la temporada, ya que logra dar cohesión a la historia a través de una sucesión de escenas medidas por James Delaney con una precisión que resulta un tanto fantasiosa, pero que narrativamente encajan a la perfección, dando sentido a casi toda la serie.
Esta miniserie, que surgió a partir de una idea de Tom Hardy y que fue perfilando con ayuda de su padre Edward ‘Chips’ Hardy, fue pensada, en un principio, como una sola temporada. No obstante, el creador ha afirmado que han planteado otras dos temporadas más. Aunque la decisión final no depende solo de él, esperemos que se siga adelante con la idea porque todavía hay demasiadas cuestiones sin respuesta.
Es cierto que Taboo cuenta con más de una línea argumental, pero la lentitud de la trama no ha permitido que algunas de las que tienen más peso en la historia (como el pasado de Delaney en África) lleguen a desarrollarse, convirtiéndose en un simple bombardeo de imágenes sin sentido que, a veces, confunden al espectador. Da la sensación, por tanto, de que los productores no han sabido aprovechar todas las posibilidades que brindaba el complejo entramado de historias, quedándose tan solo en una triste superficie que no hace más que acentuar la pobreza del guion. Tal vez con una segunda temporada puedan redimirse.
Sin duda, Taboo es una de las ficciones más esperadas del año que si bien no llega a obtener el sobresaliente porque no profundiza tanto como se esperaba, sí logra destacar por una trama política llena de claroscuros, una violencia casi morbosa, un salvaje y carismático protagonista y una intriga (con más preguntas que respuestas) que deja en evidencia las facetas más sombrías del ser humano. Hasta las fiestas de la alta sociedad son sórdidas, lo que aumenta la intensidad dramática de la serie.