El origen del monstruo humano

Después del éxito con Dahmer y los hermanos Menéndez, Ryan Murphy vuelve con su nueva producción de la serie Monstruos. En este caso se adentra en la vida de Ed Gein, uno de los asesinos más relevantes de la historia de Estados Unidos. Quizás desconocido para el gran público aunque con un gran impacto en la cultura popular.

Ryan Murphy Productions regresa a Netflix, tras la gran acogida de las dos primeras temporadas de Monstruos, con una tercera centrada en la figura de Ed Gein. Un granjero solitario que vivió en el Wisconsin rural de los años 50, en una sociedad que se estaba recuperando de los estragos que dejó la Segunda Guerra Mundial. Criado en el seno de una familia completamente disfuncional, un padre alcohólico y abusador, una madre dominante y con un fuerte fanatismo religioso. Ed perdió a casi toda su familia en apenas cinco años, su padre murió en 1940 de una insuficiencia cardíaca y su hermano en el 44, en un incendio en la propia granja. Pero, sin duda alguna, la muerte que más le marcó fue la de su madre, Augusta, en 1945.

Ella pertenecía a la Iglesia Luterana y estaba obsesionada con el Antiguo Testamento, obligaba a sus hijos a leerlo de rodillas. Un ama de casa atormentada y maltratada por su marido que focalizaba todos sus miedos y obsesiones en sus hijos, hasta el punto de aislar por completo a su hijo Ed, al que no dejaba tener ni amigos ni, mucho menos, novias. Para ella todas las mujeres eran prostitutas. En la serie las llama “Jezebel”, como la figura femenina del Libro del Apocalipsis, y “Pandora con su pegajosa y sucia caja”. En este caldo de cultivo se fraguó la personalidad de Ed.

Charlie Hunnam y Laurie Metcalf en «Monstruo: La historia de Ed Gein«./Netflix

Crímenes y detención

Ese ambiente obsesivo, de temor y culpa ante el pecado, en el que vivió Ed Gein durante toda su infancia y juventud, le hizo desarrollar una fascinación enfermiza por el cuerpo femenino, que en la serie se denomina “ginefilia”. Su pulsión estalló a raíz de la muerte de su madre. Mató a dos mujeres, Mary Hogan, una tabernera del pueblo, y Bernice Worden, la dueña de una ferretería de Plainfield. Pero su degradación se consumó al profanar varios cuerpos femeninos en los cementerios de la zona. En ellos buscaba a su madre muerta, que le hablaba en su propia cabeza. Llegó a crear un traje hecho con piel humana que se ponía él mismo, cumpliendo así su fantasía sexual. En palabras de uno de los personajes, «te erotiza tanto el cuerpo femenino que deseas ponértelo, estar dentro de él».

En el 1957, cuando la policía llegó a la granja preguntando por la desaparecida Bernice Worden, se quedaron atónitos con lo que encontraron allí. Un hombre retraído y correcto que no haría daño a una mosca escondía una auténtica carnicería humana en el interior de su casa. Sillas hechas con piel humana, cráneos usados como cuencos, cinturones de pezones, genitales femeninos y máscaras de rostros humanos. Además, se encontró el cuerpo terriblemente mutilado de Bernice. El apodado Carnicero de Plainfield y su museo de los horrores, conmocionó no solo a los habitantes de Wisconsin, sino a toda la sociedad americana. Fue tal el impacto que el novelista estadounidense Robert Bloch se inspiró en Ed Gein para escribir su novela Pyscho. Posteriormente, fue adaptada por el rey del suspense, Alfred Hitchcock, en su película Psicosis, con el inolvidable Norman Bates. En él podemos ver un claro reflejo de Ed y de la relación con su madre. También fue el referente para personajes como Leatherface en La matanza de Texas y Buffalo Bill en El silencio de los corderos.

Charlie Hunnam en «Monstruo: La historia de Ed Gein«. /Netflix

La serie cuenta la historia del hombre que inspiró a todos estos villanos de la gran pantalla. Desde Norman Bates que cambió la visión del asesino que ya no era un monstruo terrible, sino el vecino encantador de la casa de al lado, hasta Leatherface adornado con su atroz máscara humana. Por otro lado, muestra la enfermedad mental del personaje, en este caso la esquizofrenia, en el estado avanzado que padecía Ed, por la que fue condenado al internamiento en una institución psiquiátrica, en lugar de una cárcel. Plantea el debate sobre si Ed Gein era realmente un monstruo o si, debido a la sociedad y el ambiente familiar en el que se crio, le convirtieron en uno. A pesar de las buenas interpretaciones de los actores, la serie trata de abarcar demasiado y, a veces, pierde el hilo de lo que realmente quiere contar. El productor abusa de la ficción y de la sexualización del protagonista en sus crímenes, algo que ya hizo en las anteriores temporadas. Y funcionó para poner en evidencia cómo la sociedad glorifica a los asesinos, pero en esta tercera entrega se recrea demasiado en aspectos de los crímenes que incluso se cree que no ocurrieron.

Al final, refleja cómo la ficción se nutre de la realidad tomando las partes que más le interesa para contar su propia historia.

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