Refugio del poeta parnasiano

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Antología de la poesía parnasiana, VVAA. Cátedra, Madrid, 2016. 368 pp. 16,30 €

Romanticismo es sentimiento exaltado, inspiración divina, introspección profana, lo sublime y lo degradado, la rebeldía del hombre apasionado. Una ola irrefrenable que inundó el siglo XIX y lo hizo suyo. Pero no todo: en la década de 1860, un grupo de poetas franceses reaccionaron frente a esa desordenada corriente que les precedía y el oscuro simbolismo que, ya entonces, asomaba: los llamados parnasianos. Los escultores de la estética desconocida del diecinueve. Ahora Cátedra, en una cuidada edición bilingüe a cargo de Miguel Ángel Feria, rescata del olvido castellano a diez de sus profetas en Antología de la poesía parnasiana.

Porque se ha perdido la belleza, y ella ya no sabe si desea ser encontrada. Si aún merece la pena, si existe todavía algún resquicio para ella. Dijo George Russell que «uno de los primeros síntomas de la pérdida del alma es la pérdida del sentido de la belleza». Y lo estamos perdiendo. Se pierde la belleza, la gran Belleza, nuestra verdadera lengua materna. La contemplación, la admiración, se olvidan. Ya no es tiempo de poetas.

«Homme, si, le coeur plein de joie ou d’amertume,tu passais vers midi dans les champs radieux,fuis! La Nature est vide et le Soleil consume:Rien n’est vivant ici, rien n’est triste ou joyeux» (1).

Kathleen Raine, en Utilidad de la belleza (Vaso Roto, 2015), define este progresivo y contaminado alejamiento: «Lo feo y lo vulgar nos permiten no sentir, no pensar, no vivir; nos ahorran la angustia de vivir. Admitamos que nuestra sociedad en su conjunto ha elegido la muerte: muerte en dosis pequeñas e indoloras. Se amasan fortunas con su venta». Por ello hoy, más que nunca, se necesita volver a la poesía. Que nunca se fue, pues tampoco nunca ha estado. Porque la Poesía es, y habla, y habita el mismo lenguaje que la Belleza. Somos nosotros quienes, en un ingenuo mas intrínseco intento por alcanzarlas, traducimos ese lenguaje a estrofas y versos. Como hicieron, entre otros muchos, los parnasianos.

Leconte de Lisle (1818-1894).

Marginados por una sociedad predominantemente materialista, y desencantados por el fracaso de la revolución romántica y utópica de 1848, perdieron la esperanza en un progreso real y se exiliaron, en un viaje hacia la introspección y la meditación, refugiándose entre las excelsas paredes del Monte Parnaso, mitológico hogar griego de los poetas. Adoptaron el Arte por el Arte como leitmotiv, en un largo lamento a su desorientada sociedad  y en un reclamo hacia lo único salvable: la naturaleza, el arte, la poesía. La Belleza. «La anamnesis –en palabras de Edmund Burke– que el alma tiene de un orden inherente, una totalidad, una armonía de la que la vida externa no es más que una aproximación».

Pese a que la emoción predomina en sus poemas, este grupo, que tuvo como principales representantes a Théophile Gautier, Leconte de Lisle y Théodore de Banville, se separaron firmemente de la imantada corriente romántica. Frente a ella, que ascendía a metáforas de lo etéreo, ellos se sirvieron de lo concreto, lo estático, como el mármol de las estatuas o elementos de la naturaleza, para ensalzar la permanencia, mucho más allá del yo y su eventualidad, del arte y lo estético.

«La Terre maternelle et douce aux anciens Dieuxfait à chaque printemps, vainement éloquente,au chapiteau brisé verdir une autre acanthe;mais l’Homme indifférent au rêve des aïeuxecoute sans frémir, du fond des nuits sereines,la Mer qui se lamente en pelurant les Sirènes» (2).

Y, en ese refugio de lo trascendente e infinito, de cuya esencia estamos constituidos aunque lo hayamos olvidado, el poeta se hace escultor. Artista y artesano, creador de versos hechos armoniosa arquitectura. Influidos y contagiados por el espíritu positivista, los poetas nombrados del Parnaso elevan el continente a la altura del contenido, buscando la obra bien hecha. «Arte es belleza –sentenció Gautier–, invención perpetua del detalle, elección de palabras. Exquisito esmero en la ejecución. La palabra poeta significa literalmente hacedor. Todo lo que no está bien hecho no existe». Solemne y excelso Parnaso que huye de su actualidad. Y de la nuestra.

Los poetas del Parnaso · Paul Chabas ·
‘Los poetas del Parnaso’, Paul Chabas.

1. «Hombre: si, llena el alma de dicha o de amargura,/ cruzas bajo el cenit los campos luminosos,/ ¡huye! Que está vacía toda Naturaleza,/ quema el Sol, nada vive, nada es triste ni alegre». (De Cenit, Leconte de Lisle).

2. «La Tierra, dulce madre de los Dioses antiguos,/ en cada primavera, con elocuencia vana,/ reverdece el acanto de capiteles rotos;// y el Hombre, ajeno al sueño de los antepasados,/ oye sin conmoverse, en las noches serenas/ un llanto de Sirenas lamentarse en el Mar». (De El olvido, José-Maria de Heredia).

 

Andrea Reyes de Prado

«Lo que permanece lo fundan los poetas» (F. Hölderlin).
Humanista, curiosa, bibliófila, dibujante y extemporánea.

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