‘En realidad, nunca estuviste aquí’: formas nuevas, películas viejas

Fotograma de 'En realidad, nunca estuviste aquí'.
El personaje de Ekaterina Samsonov funciona como eje para el despertar del protagonista.
Fotograma de 'En realidad, nunca estuviste aquí'.
El personaje de Ekaterina Samsonov funciona como eje para el despertar del protagonista.

Si después de Shakespeare ya no quedaron cosas de las que hablar, podéis imaginar lo que habrá pasado tras más de un siglo de cine masificado. Todos los temas se han tratado ya desde casi todas las ópticas posibles. Así que ha llegado un punto en el que ciertos cineastas han renunciado ya a innovar en cuanto a contenido. A centrar sus esfuerzos en la cámara, en la forma de rodar, en la puesta en escena. Es el caso de Lynne Ramsay, quien, con En realidad, nunca estuviste aquí, que llega a nuestras salas este viernes, nos cuenta una historia ya conocida. Lo hace, sin embargo, a su manera. Empleando un estilo expresionista que hace que su película parezca un bofetón, una ráfaga intensa de sensaciones que uno se ve forzado a entrelazar por sí mismo.

Lynne Ramsay se presentó ante el mundo con la perturbadora Tenemos que hablar de Kevin, aquel retrato de la enfermiza relación entre una madre y su hijo con índices de psicopatía. Su gusto por el lado oscuro de la psicología humana ya quedó patente en sus dos primeras cintas, las desconocidas Ratcatcher Morvern Callar. La directora escocesa, en En realidad, nunca estuviste aquí, ha dado el salto definitivo hacia Estados Unidos, con la distribución de Amazon Studios, y contando con Joaquin Phoenix como actor protagonista.

La historia que nos cuenta, pues, no es una novedad. Phoenix interpreta a Joe, un atribulado y taciturno exagente del FBI y exmiembro de la marina estadounidense. En su vida presente, Joe es un empleado de una agencia secreta que se dedica a rescatar jóvenes de la trata de blancas. Su perfil es silencioso, pretendiendo no llamar la atención, hacer como si, en realidad, nunca estuviese allí. Su vida personal está vacía y entregada al cuidado de su quejumbrosa madre, inmersa en una vejez próxima a lo senil. Joaquin Phoenix encarna a la perfección a este perfil de personaje crepuscular, como ya lo hizo en Puro vicioThe Master En la cuerda floja, donde interpretó al nocturnísimo Johnny Cash.

El estilo visual de Ramsay es, pues, la clave para entender la magnitud de la cinta. Su puesta en escena emplea recursos del expresionismo. Muestra solo las cosas que le interesa mostrar, moviéndose entre la sugestión y lo descarnadamente explícito. La violencia, fundamental en el desarrollo de la trama, adopta diferentes formas a través de la misma, y los efectos de sonido también juegan un rol esencial, despertando o apaciguando al espectador, manejando su estado emocional. Joe tiene algo de Quijote y algo de Odiseo, en tanto emprende una cruzada frente a un mundo que se desmembra delante de él, un mundo que detesta. El culto a los objetos es también base para entender el estilo de Ramsay. Así, un martillo puede tener un poder simbólico fundamental para comprender los motivos de Joe.

En el cine de Lynne Ramsay, todo está en la cámara

La idea base de En realidad, nunca estuviste aquí es la de despertar, la de sugestionar. La de centrarse en la emoción. La historia de Ramsay, basada en la novela de Jonathan Ames, versa alrededor de la rabia, de la venganza, del dolor. Es, en muchos sentidos -no solo a nivel argumental, sino también a nivel visual- una cinta de carácter muy similar a Drive, de Nicolas Winding Refn. Además, en sus elipsis -no mostrar un asesinato, sino un cuchillo ensangrentado-, podemos encontrar similitudes con el cine de Robert Bresson, siempre obsesionado por experimentar con la estructura narrativa, y con películas suyas tales como El dinero.

Fotograma de 'En realidad, nunca estuviste aquí'.
Joaquin Phoenix, cada vez más selecto con sus proyectos, se luce en ‘En realidad, nunca estuviste aquí’.

El reparto no destaca especialmente más allá de Phoenix, quien triunfó en Cannes alzándose con el premio a mejor actor. El rol de Ekaterina Samsonov, con aroma claro a la Jodie Foster de Taxi Driver, aunque breve, sí funciona en relación con la evolución del protagonista, con su arraigo a sus valores, su búsqueda de la motivación existencial. En realidad, nunca estuviste aquí busca de una forma demasiado explícita el alcanzar la consideración de arte en cada plano, en exprimir su obligatoriedad, su brillantez. Esta purificación de las formas resulta en un producto que termina consiguiendo un acabado estético de tremenda calidad, pero que transmite al final cierta sensación de vacío, de envoltorio extraordinario con contenido que no lo es tanto.

De este modo, En realidad, nunca estuviste aquí no sustenta su fuerza en lo narrativo, sino en los recursos propios de lo audiovisual: es la imagen, es el sonido, son las cosas de la percepción las que la hacen destacar, las que la convierten en una película que merece la pena. Un paso valiente en la carrera de una cineasta que, más allá de la escasa experimentación a nivel temático, brilla cada vez más como realizadora. Lynne Ramsay, a diferencia de su protagonista, sí está aquí. Vaya si está. Y está para quedarse.

 

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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