Cuando tu novia te deja sin previo aviso, duele. Mucho. Terapia de choque: échale huevos y vete a Comillas en busca de un antiguo amor adolescente. Así, del tirón. Pero solo no, llévate el Cadillac que tienes en la puerta de la iglesia (sí, te han plantado en el altar), a tu primo el tunante y a tu primo el sonado. Y haznos reír a todos con la mejor comedia española de los últimos años.
Bueno, en realidad no te han plantado en el altar, sino unos días antes, pero, ingenuo de ti, no has avisado a tus invitados creyendo que todo se arreglaría. Y allí estás, en la primera secuencia de la película –lanzada como cortometraje en la octava edición del Notodofilmfest–, explicándole a todos el percal mientras intentas aguantar el tipo sin romper a llorar. Menuda estampa.
Y menudo monólogo. Se ha dicho hasta la saciedad que hacer comedia es más difícil que hacer drama. Si eso es cierto, Quim Gutiérrez ha hecho bien los deberes, porque en tres minutos consigue a partes iguales hacerte reír y compadecerle profundamente. Es entonces cuando entran en escena Raúl Arévalo y Adrián Lastra, completando un trío de personajes bien construidos y, por supuesto, desternillantes.
Aparte de los tres mosqueperros, buena parte del argumento recae en el que se ha convertido, con motivo, en peso pesado del cine patrio, Antonio de la Torre. La mala relación de este borracho con su hija adolescente es una de las dos tramas secundarias de un guión sólido y carente de bajones. La otra unirá a uno de los primos con un niño de nueve años, con la superación de sus traumas personales como objetivo común.
Tras el drama Azuloscurocasinegro y la magnífica comedia dramática Gordos, Daniel Sánchez Arévalo da un paso más hacia el humor sin perder la emotividad. Una inmersión divertida y entrañable, como dos primos bañándose en pelotas en la playa de su infancia.
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