NADA QUE DECLARAR Y LOS ODIOS TRANSFRONTERIZOS

Cartel de

Son muchos los que pasan la vida buscando la fórmula del éxito en lo suyo, sea la medicina, la física, la música o la repostería. E incluso creen conseguirla, y universalizarla. Pero a veces hay casos en los que se ve claramente que una receta exitosa no implica que el resto de platos vayan a ser igual de sabrosos Y esto es lo que le ha pasado al cineasta francés Dany Boon con Nada que declarar, el último taquillazo del país galo.

 

Los desencuentros fronterizos entre franceses y belgas entretienen, sí, pero, a pesar de los paralelismos innegables, Nada que declarar dista mucho de la calidad y frescura de Bienvenidos al norte (Bienvenue chez les ch’tis, 2008), un filme sobre los tópicos territoriales de nuestro vecino de arriba en el que un funcionario de correos es destinado forzoso a la zona más próxima a Bélgica.

Las andanzas de Philippe Abrams en Nord Pas de Calais, una zona considerada por el resto de franceses como fría, lluviosa, triste y poblada por incultos que hablan un lenguaje incomprensible tuvieron el respaldo de millones de espectadores en toda Europa, y retomaba el costumbrismo y los tópicos como punta de lanza del cine popular. Un par de años después se estrenaba Bienvenidos al sur (Benvenuti al sud, 2010) la versión italiana (que bien podría haber sido española) de esta comedia, y Estados Unidos trabaja ya en la suya.Benoîl Poelvoorde y Dany Boon en una escena

¿Por qué? Porque los odios irracionales hacia compatriotas un poco lejanos son el pan nuestro de cada día, y, por qué negarlo, nos encantan los tópicos, nos encanta pensar que los castellanos son secos, los vascos son brutos, los catalanes tacaños, los andaluces son vagos y los madrileños son unos chulitos. Y nos encantan las historias de desencuentro idiomático en remansos de paz dejados de la mano de Dios en los que lo más interesante que puede pasar es un coche con matrícula capicúa.

Boon se ha dado cuenta de esto, y repite mensaje cambiando un poquito el punto de partida que, a priori, resulta hasta más atractivo. Año 1993. Desaparecen las fronteras en la Unión Europea. En un pueblo a caballo entre Francia y Bélgica, dos policías aduaneros, cada uno de un lado de la línea ahora discontinua, se ven obligados a formar la primera brigada móvil franco-belga, que debe patrullar por las carreteras de la zona a bordo de un “cuatro latas” tunning.

Benoît Poelvoorde interpreta a Ruben Vandevoorde, el belga chovinista y fervoroso anti-galo que tiene que compartir trabajo con Mathias Ducatel (el mismo Dany Boon), un francés enamorado de la hermana de Vandevoorde que ve en esta patrulla la oportunidad para ganarse el respeto de la xenófoba familia de su chica.

Una escena de la película

Buena idea, sí. Sin embargo, se pierde en tramas complementarias, en humor fácil y en situaciones exageradas que hacen arrancar alguna sonrisa, pero no las carcajadas de su predecesora. Con todo, Dany Boon ha triunfado de nuevo. Así que mes congratulations, monsieur Boom, vous avez trouvé la poule aux oeufs d’or.

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