No hay muchas personas en el mundo que hayan recibido un premio Nobel y un puñetazo de otro premio Nobel. Gabriel García Márquez fue uno de ellos. Si no llega a ser por la testarudez de su padre a la hora de conquistar a la madre del escritor, que él reflejó en El amor en los tiempos del cólera, Gabo no habría nacido nunca, ya que su abuelo materno fruncía el ceño ante la relación de su hija con un mujeriego de derechas hijo de madre soltera. El futuro escritor que nació de tan esforzada relación fue, sin embargo, dejado al cuidado de sus abuelos maternos siendo un niño. La cotidianidad con que su abuela Tranquilina contaba historias fascinantes fue sin duda uno de los resortes que activó la imaginación de uno de los máximos exponentes del realismo mágico. El otro fue La metamorfosis, de Kafka («Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse una mañana convertido en un escarabajo, me dije: ‘Yo no sabía que era posible hacer esto. Pero si es así, escribir me interesa'»).
Su incursión en el mundo de la literatura tuvo lugar en 1947, con La tercera resignación. Habría que esperar 20 años para que su nombre quedara marcado a fuego en la memoria de todo el mundo gracias a Cien años de soledad, novela de la que se han despachado ya 30 millones de ejemplares. Libros como Crónica de una muerte anunciada y El coronel no tiene quien le escriba cimentaron el camino que conducía a un destino inevitable: el Nobel de Literatura, que ganó en 1982. El galardón, no obstante, no hizo que García Márquez se relajara y escribió, en 1985, otra de sus obras maestras, considerda una de las obras cumbres de la literatura en lengua española: El amor en los tiempos del cólera. Fueron obras como estas las que hicieron que Gabo fuera considerado, en vida, como el mejor escritor de su tiempo.