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Más allá del cuadro: Un viaje por el arte a través de la tecnología

Universe of water particles on a rock hill' / 'Forest of flowers and people' / 'Lost'. teamLab Borderless Shanghai.
Universe of water particles on a rock hill' / 'Forest of flowers and people' / 'Lost'. teamLab Borderless Shanghai.

Por Gretel Garrigos y Natalia Langdon

La transformación del arte en la era digital a través del boom de las exposiciones inmersivas y la inmersión de la tecnología en los museos

Entramos en una sala. La luz se disuelve en un espacio donde, por ahora, solo encontramos oscuridad. Suena una música que parece envolvernos en una atmósfera que paraliza el tiempo, lo detiene. Es Claude Debussy con su Arabesque número uno quien con su música logra que cada nota de las piezas del piano salten a nuestra mente. El poder evocador de su tempo nos inspira serenidad y calma. La imaginación comienza a despertar al son de la primera sección de la pieza, en Mi mayor. Seguimos caminando. A los pocos minutos una enorme pantalla nos regala una de las mayores obras pictóricas del impresionismo. Los Nenúfares, de Claude Monet, inaugura la exposición.

Nuestros pasos los marca el compás de la segunda sección, ahora más lenta. La emoción cede el paso a la admiración, que se recrea en el cielo estrellado de Vincent Van Gogh. Hemos abandonado el mundo real para sumergirnos en una realidad paralela; nos mojamos con La lluvia de Monet. Las imágenes en movimiento sincronizadas con la música conforman un nuevo hábitat del que participan nuestros sentidos, un audio explicativo acompaña nuestro recorrido por las pantallas. Asistimos a la mayor experiencia inmersiva del impresionismo. Como esta, muchas más.

Una nueva aproximación al arte en la era digital

Solo logramos darnos cuenta de la marcada velocidad que el paso de la tecnología tiene en nuestros tiempos cuando asistimos a una experiencia como esta; cuando lo cotidiano se transforma por la tecnología, cuando el arte, algo tan connatural a la historia humana, se renueva y encuadra en un nuevo panorama digital.

Son muchos los museos que no son indiferentes ante la revolución tecnológica y buscan erigirse como protagonistas de este cambio, invirtiendo gran parte de su presupuesto en modernizar los servicios, digitalizar sus obras y generar contenidos interactivos. Según la Estadística de Museos y Colecciones Museográficas, entre 2018 y 2020 se incrementó un 2,4% más la inversión en audioguías, y un 2,2% la disponibilidad de servicios a través de las páginas web. En esta última década, los grandes museos han desarrollado planes estratégicos para consolidar el dominio de la tecnología.

‍En este aspecto, la mayor puesta en práctica de la digitalización de los museos tuvo lugar durante la pandemia, momento donde realmente los museos tradicionales se vieron en la necesidad de reinventarse. En un intento por salvaguardar su relevancia, el uso de las páginas web y las redes sociales se alzaron como seña de identidad de los museos y se convirtieron en los únicos medios capaces de garantizar la comunicación efectiva con la audiencia. Los museos encabezaron el desarrollo de proyectos como el perfeccionamiento de sus páginas webs, la creación de aplicaciones móviles y el incremento de publicaciones digitales para la difusión de su contenido. Durante el confinamiento se crearon instituciones como la Red de Museos y Estrategias Digitales (REMED), precisamente con el objetivo de acompañar a las instituciones culturales en la ejecución de esta nueva propuesta tecnológica.

El director gerente del Museo Nacional Thyssen- Bornemisza, Evelio Acevedo, afirmó que cuando «nos vimos obligados a iniciar esa nueva forma de relacionarnos, vimos que la digitalización era mucho más amplia, más profunda, más completa, más diversa en sus modos de materializarla con los públicos». La digitalización se concibió, entonces, no como una respuesta precipitada ante una situación inesperada, sino como un cambio necesario y transversal que sin duda contribuirá a determinar la tipología del museo en nuestro siglo.

Sobre este aspecto hablamos con Itziar Zabalza Murillo, coordinadora de exposiciones y miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Pintores y Escultores: «Es otra manera de proponer arte. El arte evoluciona y cambia adecuándose a las nuevas demandas de nuestro tiempo. La respuesta ante la COVID, por ejemplo, nos ofreció una nueva posibilidad para no desconectar con el arte. Esto es otro ejemplo de que se puede cambiar. De que el arte puede adaptarse a la revolución tecnológica».

La tecnología se abre paso como elemento vertebrador de nuestra cultura. El arte innova, cambia y se reinterpreta; está sometido a los arbitrios y vicisitudes de la evolución humana y, en consecuencia, de la evolución tecnológica. ¿Supondría esto una nueva concepción del arte tradicional?

Un paseo por el arte inmersivo

El procedimiento estándar para visitar galerías de arte y museos tradicionales es el siguiente: compras la entrada, llegas al lugar, entras en la exposición, aprecias la obra desde la distancia y casi siempre permaneces más allá de la línea limitativa entre la obra y los espectadores. Recuerda no tocar nunca las obras de arte, a no ser que quieras que te retire de la sala una persona de seguridad. La exposición es una experiencia pasiva que suele provocar cansancio en los ojos, ya que intentar absorber una gran cantidad de información en un corto periodo de tiempo es una tarea difícil.

«Está en el nombre: inmersivo, absorbente, 

cautivador y definitivamente hipnotizante».

La forma de consumir arte está cambiando. El director general de Facebook, Mark Zuckerberg, afirma que «los métodos de visualización digital, como la realidad aumentada (RA), pronto sustituirán al arte y los medios de comunicación».

El arte inmersivo es una experiencia. El medio envuelve al espectador y elimina la pasividad de la trayectoria, exigiendo y recompensando una mente activamente entusiasta. Esta nueva experiencia de visualización ha aumentado su popularidad desde principios de la década de los 2000, en correlación con los avances de la tecnología. Ahora son muchas las exposiciones de arte inmersivo que se han instalado en todo el mundo. Entre otras cosas, estas experiencias activan los sentidos.

Si comparamos el arte inmersivo con las galerías de arte y los museos tradicionales, podemos hablar de teamLab, un colectivo artístico formado en 2001 por un grupo de artistas en Tokio. En 2019, su Museo Borderless se convirtió en el museo dedicado a un solo artista más visitado del mundo. Acogió a 2,3 millones de visitantes de más de 160 países diferentes en el plazo de un año desde su apertura, atrayendo a más asistentes que el popular Museo Picasso de Barcelona (948.483 visitantes) y el Teatro-Museo Dalí de Figueres (1.105.169 visitantes). Su cifra supera incluso al del Museo Van Gogh de Amsterdam (2.161.160 visitantes). 

Estas muestras de arte inmersivo reflejan un cambio cultural hacia la «instagramificación» del arte, en el que el espacio del museo o la galería se convierte en un lugar de entretenimiento. Y la creciente popularidad de este tipo de experiencia artística tiene un precedente en el arte moderno y contemporáneo; artistas y comisarios llevan décadas jugando con esta idea.

La artista japonesa Yayoi Kusama ha invitado al espectador a entrar en sus obras desde la década de 1960. Experimentando con el espacio, su obra Infinity Mirror Room – Phalli’s Field 1965 es un ejemplo temprano de su uso de objetos y espejos recurrentes que obligan al espectador a cuestionar su sentido del espacio. La artista inauguró su experiencia artística inmersiva Infinity Rooms en la Tate Modern de Londres en 2021. La instalación inmersiva de reflejos y luces ofrece al visitante un espacio infinito para explorar. Y los espejos que Kusama utiliza en su obra dan una idea de la creciente popularidad del arte inmersivo.

El deseo de participar como espectador en la asignación de un significado, o de contribuir a su creación, es vital para este tipo de obras inmersivas. Y no cabe duda de que nuestra creciente obsesión social por nuestra propia imagen –nuestro deseo de vernos en el centro de una experiencia ha impulsado el crecimiento de las experiencias inmersivas. Este deseo de entrar en la obra de arte, de vernos ocupando el espacio, reflejados como en los espejos de Kusama, es quizá la razón por la que el arte inmersivo se ha hecho tan popular. Pero, ¿en qué consiste exactamente hoy en día?

Nos trasladamos a Desafío Dalí, una inmersión en el universo imaginario del artista de la mano de la más sorprendente tecnología. Lo cuenta desde IFEMA Madrid, Lara Knestel, guía de sala, donde a lo largo de 2.000 metros cuadrados se exhibe este recorrido con más de 150 obras del pintor catalán, así como datos sobre su contexto histórico y artístico y su vida personal. «El espectador accede a la información a través de un impactante formato escenográfico y tecnológico que incluye realidad virtual, 3D, realidad aumentada, lienzos en cajas de luz, micromapping y la mayor exposición digital de la obra del artista en el mundo. El territorio ampurdanés, que sirvió de fuente de inspiración para la mayor parte de la obra del artista, también será explorado a fondo por los aficionados al arte».

Imagen de la exposición Desafío Dalí en IFEMA
Imagen de la exposición Desafío Dalí en IFEMA

En este viaje sensorial y envolvente, ArtDidaktikstartup especializada en la educación y divulgación del arte, ofrece un modelo de aprendizaje didáctico a través de distintos enfoques innovadores. La tecnología juega un papel muy importante en su esfuerzo por convertirse en un referente en la enseñanza de la historia del arte. «Estamos acostumbrados a las experiencias inmersivas como una fuente de entretenimiento. Hay experiencias en las que entras y sales sin saber nada de su autor y Desafío Dalí pretende ser una experiencia educativa y entretenida al mismo tiempo. Tratamos de dar un servicio a quien tiene una necesidad de aprender y planteamos una experiencia nueva de acercar el arte y la cultura al público más masivo» explican Miguel de la Ossa, cofundador y presidente ejecutivo, y Santiago Ruiz Campos, jefe de exposiciones de ArtDidaktik. Experiencias inmersivas como Desafío Dalí logran un equilibrio entre la educación, divulgación y entretenimiento cultural – edutainment , transformando nuestra forma de apreciar el arte. 

Otras innovaciones en el arte

Es importante señalar que la innovación tecnológica aplicada al arte no solo se manifiesta a través de las salas de exposición inmersiva. Tan importante es poder ofrecer estos recursos como lograr el posicionamiento del museo en la esfera digital. En este sentido, según la Estadística de Museos y Colecciones Museográficas, más de las tres cuartas partes de los museos de arte, el 87,3%, dispone de página Web. Y es que hoy en día, podríamos afirmar que quien no tiene presencia en la red, no existe. Tal es la rotundidad de esta afirmación que, muchos museos, conscientes de la necesidad de adecuarse a las nuevas necesidades digitales de la sociedad, han potenciado enormemente su actividad online.

Quizá fue durante el confinamiento cuando más relevante se notó la presencia de las redes sociales como vínculo de conexión entre la audiencia y el museo. Porque las redes sociales no son solo una plataforma de exhibicionismo caprichoso, sino que constituyen el espejo sobre el que se proyecta la identidad de cualquier institución. Si bien es cierto que una visita presencial siempre será única, las redes sociales permiten la apertura a un público amplio y heterogéneo que, si nos aventuramos a señalar, puede que incluso no haya experimentado nunca esa sensación de satisfacción y plenitud al acercarse a una obra de arte. Y quizá sea ahora, a través de estas plataformas, donde nazca en él un nuevo interés.

Cada día, de lunes a viernes a las diez en punto, el Prado abre “digitalmente” sus puertas para la retransmisión en directo, a través de Instagram, del análisis realizado por un profesional acerca de una obra de arte. En este ámbito, las encuestas y los hashtags no hacen más que contribuir en esa interacción. Bajo el hashtag #vangoghinspires, por ejemplo, el Museo Van Gogh fue capaz de conseguir que miles de usuarios compartieran creaciones suyas a través de sus perfiles de redes sociales. 

Además de estos medios de comunicación, la puesta en marcha de recursos como las aplicacionesjuegos digitalesguías multimedia relieves táctiles es cada vez más frecuente. Iniciativas como la protagonizada por el Thyssen evidencian la carrera por la implantación de nuevos recursos tecnológicos en los museos. En dicho proyecto, el museo realizó recorridos en versión 3D por algunas de las obras maestras de la colección. De esta forma, «los vídeos juegan con una técnica que crea la ilusión de estar recorriendo la pintura por dentro, como si el espectador estuviera ante un espacio de tres dimensiones en el que puede adentrarse».

Obras a las que no podemos acceder están ahora a nuestra disposición a tan solo un “clic de pantalla”. Así lo demuestra la realidad virtual, capaz de dar vida a las pinturas y hacernos traspasar la línea divisoria que nos separa de una obra en las salas de exposición de los museos. Mona Lisa: Beyond the Glass ofrece precisamente esto: utilizar la última tecnología para acercarnos cara a cara con la Mona Lisa, eliminando las multitudes que suelen agruparse en torno a ella y permitiéndonos tener un encuentro personal con la mismísima Lisa Gheraldi.

Pero es que en el mundo de la tecnología no hay límites que se impongan. Y si en algún momento nos asalta esta duda a la cabeza quizá podamos recordar el Virtual Reality Museum of Fine Arts. Un museo que no es real, sino que su existencia es únicamente posible a través de tu pantalla. Con técnicas como la fotometría o el escaneado 3D, esta aplicación ofrece una experiencia inmersiva en la que podemos apreciar obras como el David de Miguel Ángel, en un excelente grado de detalle. Soluciones híbridas también las encontramos en la experiencia Hold The World, creada por el Museo de Historia Natural de Londres, en donde a través de un holograma 3D podemos explorar, manipular y cambiar el tamaño de algunos de los especímenes más extravagantes.

Está claro que en los museos admiramos el pasado, pero ahora también asistimos a las innovaciones del futuro. Toda esta inversión responde a un cambio evidente en la metodología de los espacios y centros de arte, cambio que se presta a transmitir el conocimiento y «expandir la cultura, un concepto tan amplio y necesario que debe ser transformado hacia esa apertura [digital] que lo impregna todo».

La tecnología está revolucionando el arte mediante formas innovadoras y, a menudo, sorprendentes. Existe, sin embargo, un debate en el seno de la sociedad que pone en duda la positividad del impacto de las tecnologías en el arte. Hay quienes se oponen alegando que la tecnología solo consigue romper el vínculo que une al autor con la obra. Enrique del Río, fundador y director ejecutivo de WECOLLECT, nos cuenta que «las tecnologías abaratan el trabajo de los artistas al descontextualizar sus obras y despojarlas de su valor». Además de esto, declara que las tecnologías «han generado una brecha generacional en la cual los boomers (cuyos miembros nacieron entre 1946 y 1964) se ven los más afectados».

Una mirada diferente

Como vemos, si hay algo de lo que podemos estar seguros es de una cosa: el arte transmite mensajes y emociones, evoca sentimientos. Cada experiencia con el arte es, por lo tanto, única e individual. De ahí que no todo el mundo acoja con igual agrado la inclusión de las tecnologías en la visualización del arte. No obstante, el arte también implica evolución. La creación artística sigue los pasos del desarrollo humano: nuestra forma de comunicarnos, de innovar, de reinventar… Todo ello converge en una de las formas más elevadas de expresión humana: el arte. 

A lo largo de la historia el arte ha sido manifestación del contexto vital del ser humano. Se ha convertido en testigo de nuestros logros y miserias. El cambio en la naturaleza de las obras de arte, junto con el cambio en la interacción con el público y la remodelación de los museos y los espacios de exposición, están dando cabida a algunos de los ejemplos más asombrosos de la fusión entre arte y tecnología. La sociedad camina hacia el desarrollo tecnológico como una expresión más de nuestro progreso. ¿Acaso el arte debería abstenerse de esta transformación?

¿Qué opinan los jóvenes de esta tendencia?

Llegados a este punto, cabría preguntarse si verdaderamente las nuevas iniciativas están teniendo una buena recepción en el público. Para ello, hemos hablado con tres estudiantes del grado de Humanidades.

Mónica, 20 años. Realiza una diplomatura en canto y artes escénicas que complementa estudiando el grado en Humanidades. Le encanta el arte. Dice que la asignatura en el colegio le apasionó gracias a la inspiración que le transmitió su profesora de bachillerato. Desde entonces, el arte es uno de sus pasatiempos favoritos. 

¿Qué opinas de las exposiciones inmersivas?
Me parecen muy guays, y yo creo que ayuda mucho a acercarse al arte, porque igual si no sabes de arte se te hace mucho más difícil vivir la obra.

¿Consideras que es imprescindible el uso de las tecnologías en los museos?
Tanto como imprescindible no, pero yo creo que sí que ayuda un montón. El otro día fui a ver la catedral de Burgos y me encantó porque había un código QR para escanear y en tu móvil ponías la audioguía si querías. Todo para que el visitante aprenda si quiere. Pero vamos, tampoco creo que sea imprescindible.

¿Haces uso de las audioguías o folletos digitales para informarte de una obra?
Las audioguías, si cuestan dinero, no. Pero los folletos digitales me parece que aportan un montón. Y son muy interesantes para datos anecdóticos.

Mónica nos cuenta que ahora está utilizando, para realizar un trabajo de investigación, mucha información que le ofrece la página web de la National GalleryNo sigue a ningún museo en sus redes sociales, pero, después de esto, le gustaría empezar a seguir al Museo del Prado. 


Nastasja, 20 años. Estudiante de Humanidades y Comunicación Audiovisual. Afirma que una de sus pasiones es el cine, pero demuestra también un destacado interés por el mundo del arte. Considera que el cine, como séptimo arte, recibe mucha influencia de la tradición artística en la configuración de planos y secuencias. Dice que le encanta ir a museos y visitar galerías de arte. Con los estudios, sin embargo, hace tiempo que no acude a una. Espera volver a hacerlo pronto.

¿Consideras que es imprescindible el uso de las tecnologías en los museos?
No, porque hemos sobrevivido sin la tecnología todos estos años: no es tan necesario. Me parece más bien que están incorporándose porque estamos en una época donde todo se mueve por lo digital, y si no estás metido en ese juego, te quedas atrás. Con la tecnología creo que mucha gente va a visitar cosas relacionadas con el arte. Y eso está bien.

¿Qué te parecen las exposiciones inmersivas?
En verdad, no le he puesto mucha cabeza jajaja … pero en general me parece que son cool. Me parece interesante cómo los museos están utilizando un aproach distinto de cómo exhibir el arte para mover a la gente a ir a los museos.

En cuanto a la documentación digitalizada, Natasja nos cuenta que «sí uso documentación digitalizada porque a veces tengo que hacer trabajos que no hay que currarse tanto. En esos casos no quiero tragarme la lectura de un trabajo de investigación larguísimo, sino que acudo a la documentación de los museos que, además de ser buena, es mucho más breve y sencilla.


Ana, 19 años. Tercero del grado en Humanidades. Siempre ha mostrado un profundo interés por el arte. Aunque su decisión final fue estudiar Humanidades, Ana no se arrepiente: afirma que el grado en Humanidades le permite abarcar muchas materias, entre otras, la posibilidad de abordar asignaturas de arte en cada uno de los periodos históricos.

¿Crees que los museos están haciendo un buen uso de las redes sociales?
Yo solo sigo al Museo del Prado. Pero me parece que, en general, hacen un trabajo buenísimo. El Prado, por ejemplo, hace reels y directos exponiendo algunas de sus obras.

Ana está suscrita a la newsletter del Prado, por lo que se informa sobre cualquier novedad o actividad del museo. Aun así, considera que las redes sociales son muy útiles. «El primer sitio al que recurro es Instagram. Sé que el Prado es muy activo en sus redes, y si hay una exposición próximamente, estoy segurísima de que lo anunciarían en su perfil oficial. Es una manera muy fácil de llegar a un público amplio. De hecho, voy directa a Instagram, antes que a la propia página web».

Parece que no se siente demasiado identificada con algunas de las innovaciones tecnológicas. Cree que una persona que realmente le gusta el arte es capaz de exponerse ante una obra.

«Las exposiciones inmersivas no me gustan porque me parece que es ver la obra a través de una pantalla, o sea, que no la ves en directo, que es lo que tú o, normalmente, cualquier persona, hace. Yo, por ejemplo, fui a la de Van Gogh. Creo que están guay en el sentido de que la sala puede exponer muchas obras, mientras que, en un museo de verdad, solo tienen dos o tres del artista que te gusta. Aun así, no es lo mismo ver una pantalla, que ver la obra tal cual».

Normalmente, solo hace uso de las audioguías cuando viaja a otro país. «En España prefiero que una persona me lo explique, no un audio. Si no tengo a nadie, veo la obra, y, luego, si acaso, me meto en internet y busco información por mi cuenta», explica.

En el ámbito de las experiencias inmersivas que implican también el uso de la tecnología, cree que solo sirven para acercar a la gente que no le gusta el arte. Pero eso, afirma, «no es una visión honesta del arte, tal y como la concibió el artista, eso ya es otra cosa”.

Experiencias inmersivas en Madrid

1. Desafío Dalí. Hasta el 07 de marzo, en IFEMA.

2. Sorrolla a través de la luz. Desde el 14 de febrero al 30 de junio, en el Palacio Real de Madrid.

3. Imagine Picasso. Hasta el 10 de abril, en IFEMA

4. Tutankamón. Hasta el 12 de marzo, en Madrid de las Artes Digitales.

5. Tim Burton. El laberinto. Hasta el 12 de febrero, en Ibercaja Delicias.

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