‘Mármol’: Los sueños, ¿sueños son?

Pepe Viyuela en Mármol

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¿Estamos a tiempo de rectificar y cambiar el rumbo nuestra vida?, ¿las decisiones que tomamos y los caminos que inevitablemente dejamos detrás nos han condicionado tanto que ya solo queda conformarnos con lo que tenemos?, ¿estamos traicionando nuestros deseos más profundos si no nos arriesgamos?, ¿somos capaces de dejarlo todo por intentar conseguir algo que quizás es solo humo?

Estas son las preguntas que se plantean los protagonistas de Mármol, una de las últimas obras de teatro de Marina Carr. Art y Ben son hombres de negocios, amigos de toda la vida, están casados y tienen hijos. No obstante, sus vidas se tambalean cuando Art le cuenta a Ben que ha soñado que se acostaba con Catherine, la mujer de su amigo, en una habitación cubierta de mármol. La indignación de Ben se convierte en desesperación no solo cuando su mujer le confiesa que ha soñado con Art, sino también en el momento en el que se da cuenta de que estos episodios se repiten noche tras noche.

Dirigida por Antonio C. Guijosa, la obra cuenta con un extraordinario reparto formado por Pepe Viyuela, Elena González, José Luis Alcobendas y Susana Hernández. A través del elenco de actores se pone en duda si «los sueños, sueños son», como dijo Calderón. Algunos de los protagonistas de la historia se enfrentan a ese vacío existencial que aparece cuando lo tienes todo, pero no hay nada que te motive, por lo que lo único que ya esperas es la muerte.

La obra se representa en un escenario bastante pequeño. Sin embargo, se logra aprovechar cada uno de sus rincones jugando con las sillas y las mesas que crean diferentes espacios. Es el espectador el que debe imaginar todo lo demás. Las luces tienen, también, un papel fundamental, pues además de otorgar mayor dramatismo a la historia, permite que los ambientes surjan y desaparezcan de forma rápida y armoniosa.

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¿Qué se debe hacer cuando los sueños se vuelven tan sublimes que la realidad parece un mundo triste y oscuro por el que hay que transitar para volver a ese lugar de ensueño?

La dramaturga no introduce un tema nuevo, sino que trata lo que ya recalcó Shakespeare una vez: estamos «hechos de la misma materia que los sueños», y estos pueden impulsarnos hacia lo más alto o arrastrarnos a la destrucción. Marina Carr consigue que el espectador sea testigo de cómo algo que, en un principio, es anecdótico se convierte en un problema que amenaza con acabar con todo.

Esta amarga tragedia contemporánea con tintes de comedia pone de relieve ese mundo interior que nos recuerda lo que deseamos ser. Los silencios, los gestos y las posturas del cuerpo de los actores cobran vida en una obra donde la música apenas tiene protagonismo.

Mármol posee un carácter reflexivo, pues invita a pensar en las decisiones que hemos ido tomando a lo largo de nuestras vidas. Establece, así, una lucha entre los compromisos y la libertad soñada que recuerda a esa frase de Cortázar que decía que «tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros sueños, hay que seguir soñando hasta abolir la falsa frontera entre lo ilusorio y lo tangible, hasta realizarnos y descubrirnos que el paraíso estaba ahí, a la vuelta de todas las esquinas».

Se trata de una obra de teatro que habla de los celos, el conformismo, el vacío existencial, las medias verdades y las mentiras piadosas que nos decimos y de cómo los sueños pueden convertirse, a veces, en pesadillas.

Mármol toca la fibra del espectador por su realismo y su sinceridad. Porque todos hemos tenido algún día en el que nos hemos detenido a contemplar el mundo y a echar un vistazo a todo lo que se ha dejado atrás. Porque, al fin y al cabo, los sueños y la realidad son las dos caras de una moneda.

Más información
Texto: Marina Carr
Dirección: Antonio C. Guijosa
Reparto: Pepe Viyuela, Elena González, José Luis Alcobendas y Susana Hernández
Fechas: 25 de noviembre hasta el 30 de diciembre de 2016 en el Teatro Valle-Inclán

Cristina García

Siempre he tenido mis monstruos, aunque nunca fueron a verme. Simplemente convivían conmigo. Y empecé a escribir para intentar aplacarlos. Aquello se convirtió en hábito cuando descubrí que con las letras podía mantenerlos encerrados. Así que construí mundos enteros. Después llegó el periodismo y, con él, el amor por la cultura.

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