“Cuando vayas al valle de Santa Ana, preguntas por Melchor Arteaga en Mandorpampa y le dices que te lleve a ver las ruinas. Yo fui en temporada de lluvias y no pude subir. Míralas y me cuentas”. Eso fue lo que le dijo el explorador Albert Giesecke a su colega Hiram Bingham cuando este último venía a Perú con el mero fin de escalar el Coropuna. Hace 100 años, Giesecke le daba a Bingham su lugar en la historia. Ahora, el Bellas Artes de Madrid nos brinda la oportunidad de asomarnos al umbral de la leyenda…
Bajo el título Machu Picchu, 100 años en imágenes, el Círculo de Bellas Artes de Madrid exhibe desde el jueves pasado una colección que conmemora el centenario del descubrimiento de la ciudadela inca por parte del explorador norteamericano Hiram Bingham.
La exposición está compuesta por 44 fotografías inéditas de la colección de la National Geographic Society que muestran la expedición de Bingham, cartas geográficas, imágenes del conjunto arqueológico en la actualidad y tomas de los últimos años del matrimonio Kenneth y Ruth Wright, estudiosos también de la que es considerada una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno. La muestra permanecerá abierta hasta el 2 diciembre en la azotea del Bellas Artes.
“Pretendemos acercar al público español a una aventura apasionante”, asegura la directora de promoción de turismo de PromPerú, María del Carmen de Reparaz Zamora. La propia directora reconoce que, de no haber emprendido Bingham su expedición de 1911, el redescubrimiento de este lugar podría ser hoy todavía un enigma.
La ausencia de documentación precedente ha dado pie a la elucubración acerca del uso que pudo tener la ciudadela precolombina. Existen indicios que la relacionan con la actividad religiosa, como el hallazgo de numerosos cuencos tradicionalmente utilizados en ofrendas tribales.
El periodista peruano Sergio Vilela, coautor de El último secreto de Machu Picchu, todavía se pregunta “¿Cuánto sabemos del Machu Picchu más allá de la postal?”. Su trabajo defiende la teoría de que el enclave inca era un “lugar de descanso” para el nativo. Sin embargo, para Vilela, lo importante era saber “cuándo nace Machu Picchu como símbolo, como idea.”
“Hay que poner las cosas en contexto. Cuando Bingham llegó a Machu Picchu, había tres familias viviendo allí. Para los cusqueños era común encontrarse con restos incas. Por eso no sentían el asombro de estar frente a algo absolutamente increíble. Lo mismo le pasó a Bingham, quien solo se quedó una hora en el lugar. Sin embargo, cuando regresó a Estados Unidos y buscó a la gente de National Geographic, Graham Bell, quien era miembro de la sociedad, apoyó su investigación porque creía que era un gran tema para el próximo 25º aniversario de la revista. Recordemos que Estados Unidos estaba buscando su propia épica, de grandes descubrimientos.”
Paradójicamente, el Machu Picchu continúa siendo uno de los lugares menos indagados del planeta. El motivo no es el misterio. El motivo es que hay 2.500 turistas allí todos los días, y para investigarlo habría que cerrar al público, lo que supondría una pérdida de ingresos ingente.
Sí sabemos que el 60% de la construcción del Machu Picchu está debajo de la superficie. Quien la ideó (tal vez, el emperador Pachacútec), tuvo muy en cuenta la situación geográfica y ese clima tempestuoso tan característico. Edificaron de abajo para arriba, atando cinturones de piedra al cerro. Además, habilitaron filtros de agua que permitieron y permiten que el terreno drene perfectamente. Todo esto no es apreciable a simple vista, pero es la razón de que, tras siglos de lluvias, el Machu Picchu siga intacto; como una instantánea eterna.