Dejando al margen la excelente narración que Simon Leys (seudónimo de Pierre Ryckmans)hace del naufragio real del navío holandés Batavia en 1629 cerca de la costa australiana, uno no puede dejar de sentir lástima y a la vez cariño por el bueno del autor. Y es que Leys advierte en su prólogo que durante el exhaustivo proceso de recopilación de información para el libro, presenció decepcionado cómo otro escritor se le adelantaba y lanzaba una novela sobre el mismo suceso. Ante este golpe, lo único que pudo hacer fue aceptarlo y describir su escueta publicación como “un incentivo para leer la novela de Mike Dash”.
En Los náufragos del Batavia: anatomía de una masacre (editada por Acantilado) no se cuenta una simple historia de un barco que se hunde. El Batavia, buque insignia de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales colisionó contra un banco de coral a pocas millas del continente australiano; sin embargo, la mayor parte de los ocupantes salieron vivos…por el momento. Los supervivientes pudieron refugiarse en unos islotes mientras los dos oficiales de mayor rango iban en un pequeño bote en busca de ayuda. Fue entonces cuando un desequilibrado, un antiguo boticario perseguido por la justicia, aprovechó el vacío de poder para hacerse con el control e instaurar un régimen del terror en el que las atrocidades estaban a la orden del día.
Nos encontramos ante un título de alta tensión y un relato absorbente que ha sido alabado por muchos escritores, entre ellos Enrique Vila-Matas. Podría catalogarse como un brevísimo thriller, donde Leys demuestra un virtuosismo narrativo que explica y desmenuza todos los aspectos de este impactante hecho real. El mastodóntico trabajo de documentación e investigación (estamos hablando de un hecho del siglo XVII) se presenta de una manera tan sencilla como brutal. Pero la principal virtud de Los náufragos del Batavia es que uno sale de su lectura deseando saber más del suceso, despierta en el lector un afán por conocer, y ese es el mejor regalo que un escritor puede hacer.