«Lo más cerca que un humano puede estar de un fantasma es contemplando una foto”. A Rodríguez
La poesía de una fotografía, dice Alfredo Rodríguez, es que supone traer el pasado al presente. Es una ventana a otro momento, a lo que ocurrió hace una semana o 50 años. A personas que puede que ya no vivan, pero que sin embargo ahí siguen presentes en un trozo de papel o en un conjunto de píxeles.
Esa perdurabilidad, a la que a veces no le damos la importancia que merece por culpa de /gracias a las nuevas tecnologías la posee cualquier fotografía e incluso los retratos pintados. Pero Rodríguez con su serie Limbo ha dado un paso más: a través de la holografía (proceso para reproducir con dimensiones un objeto en un plano) ha conseguido “dar vida” a las fotografías, que cambian e incluso desaparecen, como fantasmas, según desde donde las miremos.
Tomando como base algo tan cotidiano como un desayuno, sus fotos se revisten de misterio. El cuerpo de la modelo, bañado por el sol que entra a través de las persianas, es casi irreconocible en el resultado final, donde apenas apreciamos una pierna o el contorno de un pecho, pero sigue transmitiendo un halo de sensualidad, de intimidad. La obra, además de mutar espacialmente por el punto de vista del espectador, cambia también con el tiempo, ya que se puede ir descubriendo con cada mirada. Detalles como una burbuja atrapada entre los dos vidrios dan aún más vida a cada pieza, en las que lo importante es el proceso de transformación de la fotografía al holograma: ese momento en el que una imagen fija adquiere capacidad para mutar con cada mirada y se hace, por lo tanto, única. Porque a Rodríguez lo que le interesa son las obras únicas, las que no se pueden copiar. Opina que la memoria se mella por la reproducción indiscriminada de fotografías, por ello, en la mayoría de sus trabajos huye de lo digital buscando la imperfección del negativo y de otros soportes.
La nostalgia del pasado también se percibe en su método de trabajo: ha usado una de las primeras técnicas de la holografía y tomado como base el vidrio y el papel de gelatina de plata en blanco y negro, soportes que quedaron en el limbo de la fotografía, olvidados. La sensación de estar ante una obra futurista la aporta la forma de emulsión (fijación de las imágenes fotográficas) a través de rayos láser ampliados con lentes.
Así, algo tan maltratado como un holograma, usado en billetes, tarjetas de crédito o juguetes para niños, adquiere un halo artístico y un uso totalmente distinto al diario. Y se hace especial, como ocurre con el desayuno fotografiado para esta exposición.
Limbo se inauguraba con gran asistencia de público el pasado jueves 27 de octubre en la Galería Espacio Valverde, donde se podrá ver (y adquirir sus piezas) hasta finales de noviembre.
Información práctica:
Horario: Martes a viernes de 11 a 14 y de 17 a 20:30. Sábados de 12 a 14 horas.
Limbo, Alfredo Rodríguez
Galería Espacio Valverde. C/ Valverde 30, patio.
Del 27 de octubre al 30 de noviembre
Entrada gratuita.