En el 80 aniversario del nacimiento de Fassbinder, volvemos al corazón de su universo: un amor tan lúcido como destructivo, donde la belleza y la dominación se confunden hasta el llanto.
El 80 aniversario del nacimiento del cineasta Rainer Werner Fassbinder [Alemania, 1982-1945], es una oportunidad imprescindible para descubrir a uno de los grandes realizadores del cine europeo. Un hombre que sentó precedentes y que se halla en esa ola conocida como el Nuevo Cine Alemán, en la que también se encuentran directores de la talla de Wim Wenders (Paris, Texas), Volker Schlondorff (El tambor de hojalata) y Werner Herzog (Nosferatu, el vampiro de la noche).
Pero Fassbinder es un caso distinto porque falleció a la corta edad de 37 años, tras una vida llena de excesos que no nos permitió disfrutar más de su talento, ahora bien habiendo dejado un legado de reconocimiento del que han bebido directores como Pedro Almodóvar, quien como dato anecdótico coincidió en Barcelona en 1986 con la musa de Fassbinder, Hannah Schygulla, a la que dijo: «Yo soy el Fassbinder español».
Una mujer atormentada por un amor imposible
La cinta sigue las andanzas de Petra (Margit Carstensen) una diseñadora de moda que acaba de divorciarse de su marido y que vive junto a su secretaria-esclava Marlene (Irm Hermann), una mujer muda con la que mantiene una relación totalmente sumisa. Fassbinder introduce al espectador en el mundo de la protagonista a través de su habitación, mediante un estilo y unas magnificas interpretaciones puramente teatrales que radican en la grandeza de la película, además el director recobra importancia en elementos como los murales de personajes desnudos, que parecen uno más en la función, en los maniquíes que son el reflejo de la profesión de Petra y que, más tarde averiguaremos que también serán el símbolo de una orientación sexual recién descubierta. La variedad en el vestuario y la decoración contribuyen a su riqueza narrativa y visual.
El mundo de Petra se desmorona cuando su amiga Sidonie (Katrin Schaakee) le presenta a la joven guapa Karin (Hanna Schygulla) una aspirante a modelo de la que Petra se queda prendada convirtiéndose en un poderoso objeto de deseo para ella, lo que la lleva a un lesbianismo desconocido hasta entonces. El director pone mucho énfasis en esa relación, con apasionados diálogos entre las dos mujeres, en las que Petra habla sobre su relación frustrada con su marido o de arte y cine, mientras se van probando distintas vestimentas. La ilusión de Petra durará poco cuando descubra que Karin tiene marido y que debe regresar con él, lo que la hace caer en un profunda depresión con el alcohol como medicina sentimental, la dependencia emocional que repercute en su madre, hija y hermana quienes descubren su lesbianismo el día de su cumpleaños.
La banda sonora es otro componente importante de esta obra maestra, ya que es el gran refugio de los sentimientos de Petra con la ópera de Verdi presente en el tocadiscos, al igual que temas míticos de The Wall Brothers, como In my room o The Platters como Smoke gets in your eyes y ese poderoso final con The great pretender en el que vemos a Marlene llenar una maleta con un disco, una botella o una pistola.
Basada en una obra teatral de su director, la película explora temas tan humanos como la soledad, el alcoholismo, la dependencia emocional, el egoísmo, la sumisión, la familia, el amor, la homosexualidad o las relaciones de poder a través de una fotografía y ambientación magníficas.
Fassbinder continuaría su exploración en el amor y las relaciones humanas en la fantástica Todos nos llamamos Alí (1974), que cuenta la incomprendida relación entre una señora hexagenaria y un joven inmigrante marroquí, al que da vida El Hedi Ben Salem (actor fetiche de Fassbinder y amante suyo en la vida real con el que mantuvo una tóxica relación), encontrándose con el rechazo de los vecinos y familiares de la mujer. En esta ocasión, el director alemán deja la melancolía para hacer un cine más social enfocado en la inmigración en Alemania en la década de los 60 y el ambiente generado en los lugares públicos.
Un toque almodovariano
Es lógico que Almodóvar haya encontrado su inspiración en este director para algunas de sus películas, que también están protagonizadas por mujeres. Su película La flor de mi secreto (1995), en la que Marisa Paredes interpreta a una novelista rosa que espera constantemente la vuelta de su marido militar, con el que, al igual que Petra von Kant, ejerce una dependencia emocional extrema sobre él, dando vida también a una mujer sola y atormentada que solo espera una llamada de su marido.
