La imperfecta realidad

Un fenómeno cada vez más frecuente, consecuencia de la fecundación in vitro, es la unión de un óvulo y un espermatozoide que da como resultado dos embriones con la misma información genética. Un accidente biológico que determina el destino de dos personas en apariencia análogas, condenadas a ser juzgadas y comparadas por igual. Lo que en un principio resulta una monada, después determinará su relación, sus inseguridades y fortalezas, su amor o su odio. Pero lo cierto, es que existe el mito en torno a los gemelos de tramar historias enrevesadas como los más perfectos aliados y conseguir así sus maquiavélicos objetivos. Recordemos, desde la comedia juvenil “Tú a Boston y yo a California”, aquellas niñas de rubio oxigenado, separadas tras el divorcio de sus padres, que en su reencuentro urden un plan para intercambiar puestos y poder volver a ser una familia feliz (aún hoy existe, para muchos, la duda de si Hayley Mills era en realidad una o dos actrices). Pasando por “El truco finai de Christopher Nolan, donde Christian Bale y su idéntico prestidigitador se las arreglan para timar al gran público e intercambiar novias o la complicada “Inseparables” de Cronenberg, interpretada por un inquietante Jeremy Irons. Ahora los tejemanejes de dos mujeres exactas se plasman en la obra de teatro “La realidad” de la autora uruguaya, Denise Despeyroux, con un interesante desdoblamiento de su intérprete, Fernanda Orazi, en el centro cultural Fernán Gómez. Interesante propuesta porque una de las hermanas, Luz, aparece proyectada a modo de videoconferencia vía skype desde la India, mientras que Andrómeda se encuentra, en carne y hueso, sobre escena. La cinematografía y sus técnicas ofrecen esa magia o engaño que solventa con facilidad este tipo de dualidades. Así se resuelve de forma original, a través de las consagradas redes sociales, un hándicap que en el teatro, con recursos más limitados, resulta complicado de llevar a cabo.

Orazi demuestra su naturalidad y dotes interpretativas, esta vez sumado a la dificultad de trabajar en escena con su yo virtual mediante un dialogo-monólogo que fascina por su estudiada sincronización. Pero en una obra donde todo el peso reside en la charla íntima de dos hermanas por la webcam, y una de ellas es una proyección, tiene su talón de Aquiles. Uno son los problemas técnicos, que desde luego para Fernanda no suponen tragedia alguna, porque es experta en poner una sonrisa de circunstancias y acto seguido ser poseída de nuevo por su personaje. Algo que se presupone sencillo pero que para el actor al que han “cortado el rollo”, en mitad de la acción, es toda una prueba de concentración y dominio del método. Sin embargo, por otro lado está la quimera de todos los males: el guión. El eneagrama, las constelaciones, los chacras, la ayahuasca, Ovidio, la silla, o las cartas a Rilke… componen un libreto cargado de gags y referencias culturales provenientes del mundo teatral manejados con inteligencia y sazonados con los entresijos familiares de las hermanas. Aunque en este caso podríamos emplear el dicho “todo lo que sube, baja”. Lo que inicialmente empieza con fuerza, termina como una narrativa con un punto de resolución parcheada, de diálogos repetitivos, monótonos e ideas esquizofrénicas en bucle. Esto puede deberse a la premura con la que se terminó al presentarse en el festival de teatro Internacional Fringe, celebrado en Escocia.

Lo bueno de la construcción psicológica de los personajes, es que aquí no encontramos lo que en ficción se conoce como el gemelo malvado o lo que los alemanes llaman Doppelgänger. Luz y Andrómeda son representadas como la antagonía entre el día y la noche, lo racional y lo impulsivo, la psicología y el misticismo, aunque pronto descubrimos que del negro al blanco hay una exuberante gama de grises. Ahí reside el giro argumental de la trama que juega con la muerte, la vida, la destrucción, la locura y la cordura y sobre todo con la realidad.

La verdadera realidad para quienes no lo han experimentado, es que tener una fotocopia de ti mismo es algo determinante. Te destaca como individuo pero a la vez camufla tu identidad, de manera que la avariciosa genética propicia el éxito y fracaso de ambos individuos. Es lo que les ocurre los hermanos creados por el guionista Charlie Kaufman, ambos alter ego suyos en el film AdaptationDonald, gemelo sin talento, y Charlie, genio escritor, son orquídeas que luchan por adaptarse al medio y sobrevivir. Siempre uno al lado del otro, cohabitando encadenados pero con dispares tendencias creativas, lo que les lleva a plantearse: Tú y yo compartimos el mismo ADN… ¿Es posible sentirse más solo? 

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