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‘La lluvia amarilla’, homenaje a la España vaciada

Escena de la representación La lluvia amarilla
Fuente: Teatro Español

La lluvia amarilla, el clásico de Julio Llamazares, llega al Teatro Español de Madrid con una adaptación de Jesús Arbués.

Ainielle, el pueblo del Pirineo aragonés donde se ambienta la obra, representa a todos aquellos lugares que desaparecieron, a todos los pueblos abandonados, a la desolación que trajo consigo la industrialización y la velocidad abrumadora de la ciudad y a todos aquellos que siguen formando parte de lo que llamamos España vaciada.

Aunque Ainielle existió y, en parte, su historia de despoblación fue un tanto similar a la de la obra, Llamazares también toma de inspiración otras tantas que sufrieron el mismo destino. Él mismo nació en Vegamián (León), un municipio desaparecido ya en 1969 bajo las aguas de un embalse. Se entiende que Lluvia amarilla supone un pequeño homenaje a su pueblo.

Pese a estar ambientada en 1969, la obra bien podría ofrecer un paralelismo con la realidad actual. El éxodo rural comenzó en España en la década de los 50 y todavía se extiende, tanto en la península como en las islas de nuestro país. Cada vez son más los que –al igual que los habitantes de Ainielle– se marchan a la ciudad en busca de mejores condiciones laborales, servicios y oferta de ocio. La España vaciada es una realidad, la inmediatez y el estrés de la ciudad se impone en detrimento de las tradiciones y el costumbrismo bucólico, que se desvanecen.

Ricardo Joven en La lluvia amarilla
Fuente: Teatro Español. Ricardo Joven en una de las escenas de la obra.

La cuestión es si la identidad y el patrimonio natural e histórico de los pueblos podría seguir manteniéndose si se ofrecieran ciertos servicios a los habitantes. ¿De verdad la ciudad gana o es que resulta inviable vivir en el pueblo? El protagonista de la obra, Andrés de Casa Sosas (Ricardo Joven), antepone todo cuanto tiene y llega incluso a olvidarse del sentido de su propia vida por fidelidad a sus raíces, sin importarle la escasez o la falta de oportunidades para su familia.

Al margen de este gran tema, la soledad, la muerte, los miedos, el amor, el egoísmo y la identidad también toman protagonismo en el relato. Ricardo Joven, a través de Andrés de Casa Sosas, atraviesa todos estos sentimientos de manera extremadamente intensa, hasta el punto de traspasar el escenario y provocar en el público cierta angustia.

Ricardo Joven toma el monólogo de este último habitante de Ainielle, mientras que Alicia Montesquiu conduce y marca el tiempo de la obra. Montesquiu crea el espacio a través de la música que ella misma interpreta. En ocasiones, hace las funciones de narradora de la historia y, en otras, se pone en la piel de Sabina, la mujer de Andrés.

Todos los cambios de tiempo y de escena corren a cargo prácticamente completo de los actores, sin ninguna brusquedad, de manera sencilla y fiel a la novela. La música evoca a pueblo del norte, a paisaje natural y a casa de campo, puede sumergirte directamente en un lugar muy parecido a lo que debe ser Ainielle. Los actores, que cargan con todo el peso de la obra, consiguen que la adaptación y dirección de Jesús Arbués brille y transmita las mismas sensaciones que cuando se lee la novela de Llamazares.

Dónde: Teatro Español Hasta cuándo: 12 de diciembre Precio: 18 euros

Esperanza Hernández Martínez

Periodista y documentalista por la Universidad de Murcia. Especial interés en el cine, el teatro y la gastronomía.

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