/

Semana Santa en León: irreverencia y paganismo

El paso del Genarín

La Semana Santa leonesa tiene mucho de la gravedad y la seriedad de la vecina Castilla. No en vano, la ciudad tiene mucho de gótica y medieval, época donde fe y misticismo se mezclaban haciendo que religión y creencias, casi mágicas, fueran lo mismo.

Más allá de las exhibiciones tradicionales, en la capital del antiguo Reino convive el fervor religioso con la irreverencia, a medio camino entre lo esperpéntico y lo casi paródico.

Frente a la gravedad de la Pasión y sus procesiones, en León podemos encontrar tradiciones políticamente incorrectas. La menor de ella es la de colgar en Viernes Santo un monigote a modo de Judas, que se ahorcó tras traicionar a Cristo. Durante años, «el Judas ahorcado”representaba a alguien, siendo los políticos los que más papeletas tenían.

Colgando al Judas
Colgando al Judas

Otra característica de la Semana Santa leonesa, que sorprende a los foráneos, es oír en cualquier rincón aquello de “¿Vamos a matar judíos?”. No se asusten. No tiene nada que ver con una arrebato neonazi. Esta referendia sanguinaria se limita a beber limonada. El origen de esta expresión con un punto antisemita, tiene varias versiones. La que tiene más visos de realidad es la siguiente:

Cuando León era capital de Reino, había dos juderías (lo que ejemplifica el tamaño de la ciudad ya que, urbes con varias juderías no había muchas en la Península): Puente Castro y lo que hoy se conoce como Puerta Moneda y el Campo de los Judíos. El caso es que estos, siempre duchos en materia económica, estaban protegidos por el Rey de León y, por lo tanto, ningún cristiano podía atentar contra ellos. Hacerlo sería similar a atentar contra una propiedad del monarca y, ante esto, no había Dióo que valiera. Eso era castigado con la muerte. Durante la Semana Santa, parece ser que el Rey dejaba que los cristianos se desquitaran, por aquello de que los judíos eran los culpables de la muerte de Cristo, y judío que pillaban, judío que no se libraba. Con el tiempo, esto se sustituyó, afortunadamente, por ponerse hasta la pituitaria de limonada.

800px-Dos_Jarras_de_Sangría-2009
«Matar Judíos» en León no es propaganda nazi. Es «jartarse» de limonada (aka sangría).

Claro, que si algo es reconocido como irreverente en León, esa es al procesión del Genarín. Una procesión pagana de origen real pero que por sus características hace un paralelismo con la propia Pasión de Cristo.

Genaro, o como se le conoce en León, Genarín, fue un hombre dado a la “mala vida”. Su profesión fue la de pellejero, aunque se le conoce más por sus borracheras bien regadas de orujo, su afición a frecuentar burdeles y las partidas de tute. En la ciudad era bien conocido, sobre todo en los bajos fondos en los que se movía. Todo comenzó la sobria madrugada del 29 al 30 de marzo de 1929, coincidiendo con el Jueves Santo. La fecha era sobria, pero no lo era para Genarín. La tragedia sobrevino cuando “la Bonifacia” (el primer camión de la basura de la ciudad) ávida en su tarea de recoger los desechos de la plebe, no vio lo que allí acontecía y, por desgracia, atropelló al beato orinador. No sabemos si Genaro vio venir su final y acabó su tarea o si seguía a lo suyo en los más felices de los desahogos.

La muerta persiguiendo a Genarín.
La muerta persiguiendo a Genarín.

Cuatro hombres, Nicolás Pérez “Porreto”, Francisco Pérez Herrero, Eulogio “el gafas” y Luis Rico, conocidos como los Evangelistas, no quisieron dejar a tal personaje en el más triste de los olvidos y, en la noche de Jueves Santo del siguiente año a la penosa muerte del susodicho, decidieron hacerle un homenaje. Así pues practicaron las costumbres de Genarín, procesionando de burdel en burdel y de tasca en tasca. Como a todo Santo, se le atribuyen no uno, ni dos, sino cuatro milagros: la redención de la prostituta que lo halló sin vida, que dejó su carrera y volvió a su tierra natal, Lugo; la Cultural Leonesa marca un gol, tras una penosa temporada. (El partido iba mal encaminado, pero uno de los Evangelistas reclamó la benevolencia de Genarín y, milagrosamente, al sacar el balón el portero del equipo adversario, el Hércules, sin saberse cómo, el balón viró en el aire y se introdujo dentro de su portería); curación de un enfermo de riñón, un enfermo renal al sentirse indispuesto en el cubo de la muralla, en donde Genarín fue atropellado, se dispuso a excretar la orina retenida, dándose cuenta así que había regado una piedra entera del tamaño de una nuez, tras lo cual,  su enfermedad renal se había curado.

Año tras año, la procesión fue teniendo más concurrencia, hasta que en 1957 quedó prohibida, porque se rumorea que la procesión religiosa y ésta, la pagana, se cruzaban por el camino, siendo ésta última la que más devotos congregaba. Algo que no hacia mucha gracia al clero y al gobierno franquista. El Gobernador Civil, Carlos Arias Navarro, prohibió la procesión. Como suelo ocurrir, la prohibición la hizo aún más popular.

El conocido escritor Julio Llamazares, en 1981, recoge en el libro El Entierro de Genarín. Evangelio apócrifo del último heterodoxo español la historia de Genarín, las primeras procesiones y los poemas leídos en ellas. Constituye la piedra angular desde la que se desarrolla ,posteriormente, la liturgia genariana.

Como cualquier procesión, Genaro tiene sus pasos. Este es del de "la puta".
Como cualquier procesión, Genaro tiene sus pasos. Este es del de «la puta».

A partir de 1990, la procesión volvió a salir a las calles y así continúa hasta nuestros días. Cada Jueves Santo, los devotos y cofrades de San Genarín van tras sus pasos: La Cuba, la imagen de Genarín, la Muerte y la Moncha (prostituta que lo encontró tras el fatal atropello), escoltados por los cuatro cabezudos en representación de los Evangelistas, todo esto regado por buen orujo y entonando los cánticos y versos dedicados a su imagen. La Procesión del Entierro transcurre por varias zonas del Barrio Húmedo leonés: el primer punto es la Calle la Sal, el segundo en la Catedral de León, el tercero siguiendo por la Calle del Cardenal Landázuri, y traspasando la Puerta del Castillo o lo que es lo mismo el “Arco de la Cárcel”, se comparece en la última parada del trayecto, el cubo de la muralla donde Genera se encontró con la muerte.

Aún queda el homenaje final, en donde el Hermano Colgador deja las ofrendas, el pan, el queso, las naranjas, la corona de laurel y una botella de orujo, todo esto en lo más alto de la muralla.

En la actualidad, es uno de los centros de atención en la austera Semana Santa leonesa, congregando a miles de fieles venidos de toda España y parte del extranjero, para homenajear al Santo que nunca fue santíficado por la Iglesia, pero.. ¿a quién le importa?.

Ya en 2009, se estrena en León y Valladolid la película Bendito Canalla, un documental-ficción que recrea la vida y últimas horas de Genarín, además de otras historias paralelas, como el homenaje que le llevaron a cabo compañeros de correrías y tropelías, mostrando la vida nocturna, intelectual y crápula durante los años de la dictadura de Franco y relatando, finalmente, cómo se hacen en la actualidad las celebraciones en torno a Genarín.

David González Álvarez

Nací en León el mismo año que Sarah Ferguson se convirtió en duquesa de York y me gradué en Historia cuando Juan Carlos I abdicaba. Mis profesores me profetizaron un nefasto futuro lo que me convenció de que el periodismo era la salida perfecta. He trabajado en la Cadena COPE y Punto Radio y publicado artículos en revistas underground con seudónimos no reproducibles. Publiqué en 2010 el libro Esa bella mentira donde descubrí que la disección puede ser un género literaria perfecto. Escribo con la tele encendida, descubrí el intimismo el mismo día que aprendí a manejar una olla exprés y para mi futuro solo espero no acabar como un Kennedy.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.