«La juventud»: el retrato de la vejez

Fotograma de "La juventud"
Fotograma de «La juventud»

Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) es uno de esos directores que tienen un estilo fácilmente identificable en la gran pantalla, aunque su nombre no aparezca por ningún lado. Lo son, también, Tim Burton, Martin Scorcese y, por supuesto, Alfred Hitchcock. Ese estilo que utiliza el italiano –y que, a menudo, divide a la crítica– corresponde a unos planos dinámicos, ligados al virtuosismo, y una fotografía algo pomposa, bellísima, que deleitan a cualquier cinéfilo.

Su última producción, La juventud, que ya ha sido alabada en Cannes, galardonada con tres premios del Cine Europeo, y nominada a los Oscar, llega con retraso a la cartelera española, el 22 de enero.

Después del éxito de La gran belleza, que consiguió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2014, este film parece continuar con la temática de lo que significa la edad y lo que se necesita para mantenerse joven; aunque algo más interesante y, si se quiere, más ligera. Se trata de un retrato de la vejez protagonizado por dos amigos octogenarios a los que dan vida Michael Caine y Harvey Keitel: uno, un director de música retirado, otro, un director de cine que trata de culminar su última obra maestra. Ambos pasan sus vacaciones en los Alpes Suizos, en un tedioso balneario donde se junta una fauna de lo más variopinta: una Miss Universo inteligente, un jugador de fútbol obeso, una masajista con un notable deseo carnal, un actor/filósofo que trata de desmarcarse de un éxito comercial como robot… Personajes interesantes en un escenario tan ridículo y surrealista como irritantemente atractivo.

Estructuralmente, la película se asemeja a una balada: una narrativa que fluye lentamente –aunque a menudo es difícil ver donde lleva– desvelando poco a poco la verdad que se esconde tras la aparente superficialidad de los actores. En realidad, el director se preocupa más por mostrar el misterio y la ambigüedad de la vida que en el orden lógico de la composición.

Michael Caine y Harvey Keitel en "La juventud"
Michael Caine y Harvey Keitel en «La juventud»

Sin embargo, esos planos estéticos que tanto caracterizan a Sorrentino acompañan a una emotiva trama que lleva a una trágica reflexión sobre el paso del tiempo, las decisiones que hemos tomado y qué hacer en esa etapa final de nuestra vida. El italiano utiliza un humor muy simple, casi crítico, irónico, y realza nuevamente, como lo hizo en su anterior producción (aunque en menor medida), la figura femenina como testigo de esa juventud perdida. Esa lírica tan arrolladora, tanto en estilo visual como argumental, es lo que consigue cautivar al espectador.

En este sentido, el talento y la química entre Caine y Keitel son capaces de transmitir cierta ternura, aquélla que ves en la mirada acuosa de tus abuelos y que resulta hipnotizante a la vez que inquietante: por un lado, porque consigues ver toda una vida en ellos, por otro lado, porque eres consciente de la impasividad del tiempo. Y es que, tarde o temprano, todos nos enfrentamos a ese reloj.

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Ingrid Ortiz Viera

Soy una completa ignorante o tal vez una aprendiz incansable. Cuanto más viajo, más me doy cuenta de lo que me queda por ver; cuanto más leo, más autores quiero descubrir; cuanto más vivo, soy más consciente de lo que me queda por saber...

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