Año 2008. El colapso de la burbuja inmobiliaria desata la crisis económica a nivel internacional, con la consiguiente falta de liquidez y el derrumbe bursátil. Un par de años antes, cinco “locos” dan la voz de alarma sobre la posible ruina hipotecaria que está por llegar, pero nadie les cree. Ellos son Michael Burry, un genio financiero poco sociable; Mark Baum, un agente de bolsa amargado; Jared Vennett, un ambicioso inversor, y Charlie Geller y Jamie Shipley, dos novatos recién llegados a Wall Street. Los cinco prodigios de las finanzas protagonizan La gran apuesta (The Big Short), película basada en el libro homónimo de Michael Lewis y que Adam McKay (1968, Filadelfia) ha llevado a la gran pantalla. Esta sublime producción opta a cinco Premios Oscar, entre ellos mejor película y mejor actor de reparto, y llega el 22 de enero a la cartelera española.
La película apuesta hábilmente por un tono de comedia ácida con altas dosis de cinismo que dominan la trama. La gran apuesta es, ante todo, una inteligente burla a todo aquel situado en la cúspide de la pirámide social capitalista. Esta crítica feroz está así dirigida tanto a los tiburones de Wall Street como a nosotros, cómplices de tal irresponsabilidad financiera. McKay (Los amos de la noticia, Anchorman), experto en el uso del lenguaje cómico, emplea esta vez la sátira para provocar en el espectador un sentimiento de culpa y vergüenza. ¿Acaso no éramos nosotros los que gastábamos dinero a mansalva y nos comprábamos cinco casas, sin pensar en las consecuencias? Las situaciones más descabelladas, surrealistas e hilarantes que se plasman en la película son hechos reales al fin y al cabo.
El director norteamericano se rodea de un elenco sobresaliente a la hora de dar vida a los excéntricos protagonistas de la historia. Destaca la excelente interpretación del camaleónico Christian Bale, metido de lleno en la piel de Michael Burry. Solo Bale es capaz de inspirar tanta ternura y admiración por este genio de los números, con un ojo de vidrio, que camina descalzo por su oficina y escucha heavy metal a todo volumen. Steve Carell y Ryan Gosling forman un tándem perfecto como Mark Baum y Jared Vennett, dos personas muy diferentes con un objetivo en común. El desesperado Baum representa la indignación y la ética, mientras que el sarcástico Vennett busca únicamente beneficiarse de la situación. Brad Pitt, por su parte, interpreta con destreza a Ben Rickert, un desertor voluntario del mundo de las finanzas.
Otro de los valores añadidos de esta película es su carácter didáctico. McKay cuenta aquí parte de nuestra historia reciente y nos da la oportunidad de conocer a fondo la maniobra de los bancos, los entresijos del mundo financiero y la voracidad con que se ejecutaron las hipotecas. Ciertos conceptos económicos pueden resultar a veces farragosos, pero en ningún momento provocan que desconectes de la trama. Para ello, el director encuentra una fórmula cuanto menos original: varios personajes famosos, interpretándose a sí mismos, explican a modo de paréntesis los términos más complicados. Qué mejor que un casino en Las Vegas con Selena Gómez de protagonista para explicar al espectador en qué consisten las titulaciones sintéticas o CDO sintéticos.
Esta es una película de ritmo trepidante, primeros planos y cámara en mano. Los diálogos inacabados, las escenas que se intercalan y la música de Metallica, Led Zeppelin o Pantera como telón de fondo no hacen sino intensificar la sensación de dinamismo. La escena de Christian Bale encerrado en su despacho con Master of Puppets de Metallica sonando a todo volumen o aporreando la batería en su garaje al son del By demons be driven de Pantera son prueba de ello. Y es que La gran apuesta es una producción en constante movimiento, con imágenes frenéticas y surrealistas que recuerdan a El lobo de Wall Street. Además, el estilo de la cinta es similar al de un documental: varios personajes hablan frecuentemente a la cámara, rompiendo la “cuarta pared” y haciéndonos partícipes de la acción.
Así pues, Adam McKay arma con maestría un falso documental, basado en hechos y personajes reales, con toques de reality y en constante interacción con el público. La gran apuesta es una descripción salvaje, crítica e hirientemente sarcástica de la crisis económica que surgió fruto del descontrol, la impunidad, la falta de escrúpulos y la avaricia humana. Es curioso cómo los cinco personajes protagonistas, esos locos que causaban risa a su paso, fueron en realidad los vencedores que se rieron finalmente de la soberbia del mundo. “La verdad es como la poesía. La mayoría de la gente odia la poesía”. Sin duda, esta frase de la película expresa la brillantez de la recomendable producción y la estupidez de nuestra «cuerda» sociedad. A mí que me llamen loca.
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