La casa de Jack: Un asesino en serie cargado de mitos por Lars Von Trier

La casa de Jack
Fotograma de la película La casa de Jack (Lars Von Trier, 2018)

¡¡ATENCIÓN!! CONTIENE SPOILERS

La casa de Jack
Fotograma de la película La casa de Jack (Lars Von Trier, 2018)

Las novelas clásicas destripaban en su título gran parte del contenido de la obra, como una sinopsis inicial que establece el punto de partida. Lo que hoy sería considerado como spoiler, hace siglos era costumbre. Si La casa de Jack (Lars Von Trier, 2018) fuese una novela clásica, en lugar de una película contemporánea, el título que su controvertido realizador, Lars Von Trier, hubiera escogido para ella bien podría ser: “Historia del frustrado arquitecto Jack, prolífico asesino en serie en la América de los años setenta; de cómo se entregó al diablo en busca del arte y la perfección, y de los extraños incidentes que vivió y perpetró entre tanto, durante doce años, hasta recibir al fin su merecido castigo. Elaborada a partir de sus propios relatos y confesiones ante Verge, rodada para invitar a la reflexión y poner en duda la concepción de que los malos actos acarrean consecuencias inmediatas”.

Dicho título recuerda al de la novela Faustbunch, de autor anónimo y publicada en 1587 por el librero Johan Spies en Francfort. Centrando la mirada sobre la filmografía de Lars Von Trier, es fácil caer en la cuenta no sólo del carácter controvertido de sus obras, sino también de su apoyo en los grandes mitos del individualismo para llevarlas a cabo.

En La casa de Jack, el realizador danés toma varios mitos como punto de referencia para forjar la personalidad y desarrollar la historia del protagonista. El de Fausto no es el único que puede apreciarse dentro de dicho film, ya que también, y puestos en escena tanto a través de la figura de Jack como del ambiente que lo rodea, es posible encontrar claras referencias al Don Juan o a la Divina Comedia de Dante. De todo esto hablaremos con más detenimiento a lo largo del texto.

Argumento de la película

Como punto de partida, es importante resumir brevemente la película para posteriormente rescatar las conexiones mitológicas de una forma más sencilla y clara:

En el marco de la América de los años setenta, el film nos presenta a Jack, un ingeniero de profesión con un sueño frustrado, ser arquitecto. Con un objetivo vital que le obsesiona, construir su propia casa, el protagonista, interpretado con solvencia por Matt Dillon, centra su existencia en su pasión por el arte y la belleza, entendidas a su manera. A través de cinco incidentes de su vida, desarrollados a lo largo de doce años y narrados por el propio Jack a un interlocutor al que no ponemos cara hasta la parte final del largometraje, descubrimos el carácter psicopático del protagonista. Por supuesto, estos cinco episodios, que el director danés llama incidentes, son diferentes asesinatos narrados por el protagonista, a través de los cuales expone su visión del mundo y razona el motivo por el que los considera obras de arte. La mayoría de los asesinatos perpetrados por Jack los sufren mujeres a las que éste conquista para posteriormente dar muerte.

Al otro lado del diálogo se encuentra Verge, interpretado por Bruno Ganz. Él es quien aporta la cordura, una especie de Sancho al que no le queda más remedio que intentar encauzar la mente de un sádico Quijote, que tiene mucho más de sádico que de Quijote.

El mito de Fausto

Después de esta breve sinopsis, es momento para comenzar a señalar y ahondar en los diferentes mitos del individualismo que toman presencia en la película.

El primero de ellos, que a mi modo de parecer puede apreciarse con facilidad en el largometraje, es el mito de Fausto. Jack, de igual forma que el Fausto primigenio, concebido y publicado en el siglo XVI, relata su propia historia, no es un tercero quien asume la función de narrador. Un Jack que toma del Fausto de Marlowe su idea básica, pero que ha sido reinterpretado, como en tantas ocasiones a lo largo de la historia, para aproximarse más a la idea de Fausto extraída por Thomas Mann en 1944.

En este caso, Jack no dispone de un Mefistófeles con quien firmar un pacto para entregar su vida al diablo. Sin embargo, el protagonista de la película se consagra de la misma forma al mal y a sus actos con el fin de alcanzar la magnificencia artística. 

Jack, quien concibe sus crímenes como un medio necesario para posteriormente desarrollar, con los cuerpos inertes resultantes, diferentes manifestaciones artísticas, se asemeja en gran parte a Adrian Laverkühn, el músico que entregó su alma al diablo con el fin de ser el más destacado y virtuoso. El protagonista de la película entiende la virtuosidad artística a través de sus homicidios, estableciendo paralelismos entre estos y diferentes obras de arte. Un ejemplo podemos verlo en el primer incidente, cuando tras destrozar la cara al personaje de Uma Thurman a martillazos, compara su rostro agujereado con una obra de Picasso. 

Su obsesión recurrente, a lo largo de toda la película, de construir su propia casa de manera perfecta, es alcanzada en la parte final del film, cuando es capaz de levantar dicha vivienda utilizando los cuerpos de sus asesinatos como estructura. Para Jack, eso es arte, y no importa si los actos llevados a cabo para alcanzarlo son considerados buenos o malos. Esa es la idea principal que establece la concordancia con el mito de Fausto. Por otro lado, la insatisfacción vital de Jack también coincide con la del origen del mito, llevando a ambos a adentrarse en zonas oscuras para encontrar una motivación en su existencia.

La casa de Jack
Fotograma de la película La casa de Jack (Lars Von Trier, 2018)

En una ocasión, durante una de sus presentaciones en el festival de Cannes, Von Trier manifestó que “entiende a Hitler”.  Más allá de su voluntad provocadora, de esas declaraciones podemos inferir la capacidad del director para comprender que el mal está tan presente como el bien en la condición humana. Que desde que el hombre a tenido uso de razón ha querido jugar a ser Dios, a alcanzar su magnificencia y conocimiento a través de diferentes expresiones y manifestaciones.

De la misma forma que Hitler y el nazismo se dejaron arrastrar por el mal con el fin de jugar a ser Dios, tema tratado por el Fausto de Thomas Mann, este nuevo Fausto encarnado en Jack puede ser entendido como un personaje condicionado por el individualismo forjado por el capitalismo. Un individualismo tan voraz que es capaz de aceptar el mal como medio para alcanzar el éxito y el reconocimiento, pilares principales de dicho capitalismo, emergente durante la época en la que transcurre la película.

De esta forma, y entendiendo el mito de Fausto como una idea, podemos establecer la relación existente entre éste y la película. Al final de dicha película, y de igual forma que el Fausto de Thomas Mann, el protagonista es condenado al castigo de su destrucción por su banalidad vital.

Mito de Don Juan

Otro de los mitos del individualismo que aborda La casa de Jack es el de Don Juan. Como hemos señalado anteriormente, la mayoría de asesinatos cometidos por el protagonista tienen a mujeres como víctimas. Gran parte de estas mujeres son previamente conquistadas por Jack. Incluso algunas de ellas mantienen una relación prolongada con el protagonista. En algunos episodios la conquista es rápida y orientada a un fin, el asesinato. Pero en otros episodios las mujeres asesinadas pasan el suficiente tiempo con Jack como para enamorarse de él, o mejor dicho, del personaje que Jack ha creado para engañarlas. 

Es cierto que en otros episodios, el protagonista no necesita actuar y modificar su personalidad para ofrecer de él una visión diferente a la real, que permita engañar a sus conquistas. Durante la película, el criminal afirma en varias ocasiones que asesina mujeres “estúpidas e insoportables”. Jack se siente superior tanto física como intelectualmente a dichas conquistas y, en algunos casos, no tiene reparo en hacérselo saber a sus parejas, que posteriormente pasarán a ser víctimas. Lo que representa el Don Juan no es tanto una idea, sino una persona de carne y hueso, que seguirá viviendo y creciendo en cuanto a los hombres les conmueva el amor a las mujeres.

En esta película, el mito va más allá, puesto que el protagonista no se contenta con conquistar mujeres, sino que, además, tiene un fin posterior, asesinarlas. Sin embargo, tanto el Don Juan de Tirso de Molina en El burlador de Sevilla como Jack utilizan a estas mujeres para usarlas sin más finalidad que su propio disfrute personal, sin importar las consecuencias que dicha conquista tendrá para ellas no sólo en el presente, sino también en el futuro.

Ambos personajes coinciden en sus principales características, que pueden rescatarse también en la figura del mito de Fausto mencionado con anterioridad. Los dos personajes son hedonistas, soberbios y, por supuesto, embaucadores. No dan ninguna importancia a los valores imperantes en la sociedad. Bien es cierto que en la época en la que se desarrolla la película, la idea de fidelidad se ha difuminado levemente, imperando una mayor libertad sexual. Pero a pesar de esto, la fidelidad sigue considerándose hoy en día como algo de gran importancia en las relaciones de pareja.

A Don Juan le importaba poco la clase social de sus conquistas, y aunque Jack prefiere mujeres de clase baja, con poca educación, tampoco siente reparos si se presenta una víctima que se salga de ese canon. Al igual que Don Juan, durante toda la película vemos a un Jack que se siente por encima del bien y del mal, que se ve superior a todo y todos. La ausencia de consecuencias en sus actos, que pueden verse en el film en un acto donde es capaz de engañar a un policía con suma facilidad, hace que el asesino no sienta temor ni por las leyes terrenales ni por las divinas. Ambos personajes desprenden una total ausencia de conciencia sobre lo que sus acciones causan en los demás.

La casa de Jack
Fotograma de la película La casa de Jack (Lars Von Trier, 2018)

El Jack de la película tiene más similitudes con el Don Juan de Zorrilla que con el de Tirso de Molina, pues necesita que existan leyes y conductas morales para poder burlarse de ellas y disfrutar del dolor que causa en sus víctimas. Siente necesidad de ser deseado por los demás, para así disfrutar aún más del dolor que causa en ellos con sus actos.

Otro hecho que demuestra la cercanía de Jack con el Don Juan de Zorrilla reside en su posibilidad de redimirse, de la que hablaremos posteriormente cuando tratemos otra de las referencias mitológicas que pueden verse en el film. Jack no es condenado irrevocablemente al infierno, sino que cuenta con una posibilidad de poder escapar de él, aunque finalmente no lo logre.

La película no debe calificarse como una tragedia, pues tiene unos marcados tintes de comedia, negra, sí, pero al fin y al cabo comedia. Comedia es también el Don Juan de Zorrilla. El Don Juan original de Tirso de Molina no puede ser cómico, pero en el caso de la película, el enfoque adoptado por Von Trier sí dota a su film de tintes cómicos que la separan de aquellas ideas puritanas y rectas que dominan la obra del Don Juan o del Fausto original.

Sin embargo, un aspecto que hace que Jack también difiera del Don Juan de Zorrilla es que ni al final de su existencia, cuando se ve condenado al infierno, muestre arrepentimiento.

Referencias a Dante Alighieri

Por último, en su parte final, la película hace referencia a otro mito, el de La divina comedia de Dante. En esta parte del largometraje, por fin ponemos cara al interlocutor de Jack, a quien éste cuenta los episodios o incidentes de su vida. Se trata de un hombre mayor, interpretado por Bruno Ganz, que recibe el nombre de Verge.

Este nombre no es para nada casual. Se trata de una clara referencia a Virgilio. En el último episodio de la película, a modo de epílogo, Jack conoce y se encuentra con Verge. Acorralado por la policía en el almacén donde apila los cadáveres congelados de sus víctimas, colocados emulando actos y formas artísticos, y donde tiene pensado perpetrar otro asesinato múltiple, Jack no tiene más remedio que intentar escapar. Esta huída es guiada por Verge. De forma literal, Verge guía a Jack por una ruta de escape que se traduce en un descenso a los infiernos. Durante esta catábasis, Jack parece no mostrar más arrepentimiento que el del hombre que ve cómo se acerca su final.

En este recorrido por los infiernos en busca de escapatoria y redención, Virgilio guía a Jack hasta un puente. Si el protagonista es capaz de cruzarlo, quedará liberado. 

Visualmente, la escena recuerda a la pintura de Delacroix La barca de Dante.

La casa de Jack
Fotograma de la película La casa de Jack (Lars Von Trier, 2018)

En este epílogo podemos presenciar la oportunidad que recibe Jack para redimirse y no cumplir el castigo que sus actos merecen, desligándose así de la idea de las obras iniciales tratadas anteriormente, donde sus protagonistas no tenían posibilidad de salir indemnes de sus terribles actos.

Finalmente, el protagonista no consigue lograr su objetivo y es condenado al infierno, pero por lo menos ha tenido la oportunidad de intentarlo. No ha sido condenado irrevocablemente.

El largometraje termina con Jack condenado a las llamas mientras suena de fondo la conocida canción de Ray Charles Hit the road Jack. Un magnifico cierre para el camino que ha seguido Jack a lo largo de su vida. Una despedida que pretende despedir a Jack y decirle que no vuelva nunca más.

Trailer de La casa de Jack

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