Juan Gatti, de la Movida a sí mismo

Juan Gatti. Contraluz

Juan Gatti (Buenos Aires, 1950) conoce bien lo que en su día fue la Movida Madrileña y aún se codea con las caras más visibles del movimiento, así como con aquellos que viven ahora en sus reminiscencias, un grupo definido de artistas que tienen su propio reflejo en la obra del fotógrafo y diseñador gráfico argentino. Aunque principalmente conocido por sus trabajos con los carteles promocionales de grandes películas de nuestro cine, la carrera de Gatti no cabe en los títulos de crédito de ninguno de los filmes almodovarianos.

 Es más extensa, tiene su origen allá en los 80, cuando el Gatti treintañero se establecía en Madrid y, en el 85, conseguía por fin abrir su propio estudio. No llegaba de la nada, ni mucho menos. Su parada anterior la había hecho en Nueva York, donde le avalaban varios años trabajando como diseñador. 

En la actualidad, Juan Gatti sigue profesionalmente activo y dedicado a aquellas imágenes que decoran sus recuerdos, y a los hijos de estas. Pero el autor y su obra también evolucionan con el paso del tiempo y ahora, su particular sello colorista, de toques estrafalarios que sacan sonrisas, ha dado lugar a una estética más intimista, la de su última muestra fotográfica, ContraluzPedro Almodóvar. Fotografía de Juan Gatti

La sala de exposiciones del Canal de Isabel II de Madrid es el espacio en el que, hasta el próximo 1 de abril, se muestran al público las últimas creaciones de Juan Gatti, así como las obras realizadas durante 30 años de profesión. Las tres plantas del recinto van acogiendo las tres fases de Contraluz. En el primer piso se encuentra la producción más mítica del artista, desde espectaculares fotografías de la gente guapa del cine, la moda y la música españoles hasta los inconfundibles carteles de películas como Tacones Lejanos, Volver o La comunidad. También aquí se pueden admirar su divertida serie pin up (con foto de Alaska incluida), sus trabajos como director de arte en Vogue Italia y varios e interesantes encargos de Gatti para publicidad. 

La muestra continúa en la segunda planta, donde se emplazan las obras que dan nombre a la exposición. Cuarenta fotografías en blanco y negro de tamaño mural que se alejan del carácter más comercial del primer piso. Dicen que el trabajo más personal del artista argentino, la antesala a la instalación audiovisual de la última estancia, un montaje en vídeo en el que el espectador entra en la mente del fotógrafo para asistir, también a contraluz, a su concepción del hombre.

 

 

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