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Eve Arnold, Joan Crawford y el crepúsculo de las diosas

Joan Crawford: El crepúsculo de las diosas
Joan Crawford: El crepúsculo de las diosas

La exposición Magnum: El cuerpo observado recoge la mítica serie centrada en la actriz norteamericana a cargo de una de las primeras fotógrafas de la agencia

Joan Crawford: El crepúsculo de las diosas

Una mujer frente a mil espejos que no quiere mirar para no ver en ellos lo que más teme. Hace casi quince años de tocar la cima con ese Oscar por Alma en suplicio (Michael Curtiz, 1945), cinco de su último gran papel en Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1955). Detrás de sí tiene tantos éxitos fílmicos como fracasos en el amor después de divorciarse tres veces, además de enviudar del último, el multimillonario ejecutivo de Coca Cola Alfred Steele. A Lucille Fay Le Sueur (Texas, 1904), conocida mundialmente por su nombre artístico, Joan Crawford, le quedan ya pocas fuerzas para soportar tanta presión a sus espaldas). Sin embargo, a la diva que sobrevivió al paso al cine sonoro para convertirse en una de las mayores leyendas de Hollywood, aún le queda una última palabra. Lucille Fay nació, a Joan Crawford la hicieron, y esta es la historia de cómo se hace todos los días.

Eve Arnold (Philadelphia, 1912 – Londres, 2012) fue una de las primeras mujeres en entrar en la prestigiosa agencia fotográfica Magnum. Lo hizo en el año 1951 y se convirtió en miembro de pleno derecho en 1957, pero para entonces ya se había ganado la confianza de fotógrafos y fotografiados a partes iguales. Entre estos últimos se había granjeado una buena relación con las celebridades de Hollywood a través de sus trabajos para la revista Life. Una de esas celebridades era nada menos que Joan Crawford. Ambas volverían a cruzar sus caminos en 1959, cuando Arnold realizó un nuevo reportaje centrado en la actriz de ¿Qué fue de Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962).

La serie, que consta de 20 fotografías, comienza con la actriz como si del protagonista de American Psycho se tratara, con una intensa y cuadriculada rutina que empieza por un masaje facial y continúa con un rizado de pestañas, retoque de cejas, pintura de labios… y un sinfín de cremas y demás potingues de por medio. Arnold la fotografía en posiciones naturales que en gran medida “desnudan” a su modelo, pues la muestran en un estado vulgar (el que tendría cualquiera recién levantado, aunque seas una estrella de Hollywood) y sometida a los cuidados de terceros. La transformación de Lucille en Joan comienza a tomar forma.

Lucille Fay era incapaz de tener hijos tras más de siete abortos. Joan Crawford, en cambio, pudo adoptar a cuatro: Christina, Christopher y las gemelas Cindy y Cathy. La mayor de ellas, Christina, terminaría convirtiéndose en actriz de teatro y Hollywood, aunque jamás llegaría a la altura de su madre. En una de las fotos se la puede ver ensayando junto a Crawford y la también actriz Susan Strasberg. Es fácil percibir cómo detrás de esa sintonía y aparente armonía se esconde una madre intentando moldear a su hija a su imagen y semejanza y a una hija presionada por no poder parecerse a su madre adoptiva. Las fotografías de Arnold, como las películas, tienen ese poder de proyectar una historia por detrás del personaje retratado

Enseñar. Compartir. Convencer

La serie de Eve Arnold también tiene un valor especial en cuanto a que precede una tónica habitual en nuestros días. Como en el Hollywood dorado, la distancia que hay entre famoso y fan es muy grande, por eso el primero intenta acortarla de alguna manera y así hacer que el fan se sienta más aferrado a su ídolo. En la actualidad tenemos las redes sociales, en las que es raro no ver día tras día a alguna celebridad publicar algo, ya sea un mensaje de ánimo, una foto graciosa o algún vídeo que muestre su casa, su familia, su día a día. En definitiva, su intimidad.

En estos días en los que la línea entre la esfera privada y la pública es cada vez más delgada, sino intangible, los famosos aprovechan las redes sociales no solo para mostrar lo que quieren a sus seguidores, sino también para proyectar la imagen que quieren que tengan de ellos. Es por eso que las fotografías de Arnold plasman a la perfección este sentimiento tan de nuestros días, especialmente en la foto en la que se ve a la actriz por delante de su cuadro de Alma en suplicio. A pesar de no estar pasando por su mejor momento, necesita más que nunca ser esa otra persona, la que el espejo no juzga, la que los críticos respetan y la que la gente ama. Pero por encima de todo, la que Lucille Fay necesita ser, Joan Crawford.

La serie de Eve Arnold en torno a Joan Crawford está expuesta dentro de la exposición Magnum: El cuerpo ilustrado. Se puede visitar hasta el 4 de abril en la Fundación Canal.

David Pardillos Rodríguez

Redactor especializado en cine y series. Puedes leerme en eCartelera, Revista Mutaciones y en Cultura Joven. También puedes escucharme en mi podcast de cine, El DeLorean.

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