‘Flesh and Bone’ una versión mejorada de ‘Cisne Negro’

Flesh and Bone

El mundo del ballet ha sido siempre un elemento recurrente en series y películas. El ejemplo más reciente fue la oscarizada y polémica Cisne Negro, que levantó ampollas entre los bailarines y desató pasiones entre el público. ¿El motivo? No reflejaba con veracidad cómo es de verdad el mundo de la danza y, además, su protagonista “presumió” de que no había necesitado una doble en las escenas de baile cuando, según parece, eso no era cierto.

Ahora bien, parece ser que la película dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Natalie Portman ha creado escuela, y fruto de ella es la nueva miniserie Flesh and Bone. Creada por Moira Walley-Beckett, guionista y productora de Breaking Bad, se estrenó en noviembre en el canal de televisión por cable norteamericano Starz, que actualmente tiene disponibles On Demand todos los capítulos, mientras continúa su emisión en televisión.

Con una realización y unos planos muy logrados, y siguiendo la línea marcada por Cisne Negro, donde el gris y el negro predominan en cada escena, Flesh and Bone nos cuenta la historia de Claire, recién llegada a una importante compañía neoyorquina, que busca adaptarse, superar sus traumas y llegar a ser una estrella del ballet.

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Irina Dvorovenko como Kiira

Y es que en Flesh and Bone encontramos todos los tópicos que sobrevuelan el mundo de la danza (envidias, dolores, problemas alimenticios, consumo de drogas, sexo…) que están muy presentes en la trama, aunque aderezados, esta vez sí, de muy buenos bailarines, que no hacen de esta, otra típica historia de jóvenes depresivos y esquizofrénicos, en busca de la perfección.

Flesh and Bone, más que ser una síntesis sobre el mundo del ballet, algo a lo que se acercaba mucho más The Company de Robert Altman, es, sobre todo, una reflexión sobre la propiedad y sobre cómo los seres humanos dependemos y nos utilizamos los unos a los otros. Trata más bien de cómo luchar para conseguir ser uno mismo y, ante todo, disfrutar de la vida y de lo que hacemos.

Además, destaca sobre todo, en el aspecto balletístico. Todos y cada uno de los actores son bailarines, y algunos de ellos de reconocido renombre que han sido estrellas en el American Ballet Theatre. Y es que ver a Kiira (Irina Dvorovenko) con su mirada felina bailando algunos pasajes de Rubíes de George Balanchine, es un auténtico placer, y más teniendo en cuenta que estamos viendo una serie y no un ballet.

Porque en Flesh and Bone la coreografía, a cargo del ex bailarín principal del American Ballet Theatre Ethan Stiefel, y el baile sí que tienen una gran papel. No se limitan a pequeños pasajes de escasos segundos, si no que, por ejemplo, gran parte del último episodio está dirigido a que podamos disfrutar de la pieza en la que han estado trabajando durante todo este tiempo, mientras que van cerrando diferentes subtramas de la historia. Una coreografía muy cinemática que saca lo mejor de cada uno, siempre con la idea de que es para la pequeña pantalla. También juegan con los tiempos e incluso, en algunos momentos, utilizan el slowmotion para destacar determinados movimientos.

Lo bueno de esta miniserie de ocho capítulos, que está nominada al Globo de Oro en la categoría de mejor miniserie, además del baile, es que profundiza en los personajes y no se queda en la superficie de ellos, lo que suele hacer que parezcan meras caricaturas.

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Sarah Hay y Ben Daniels como Claire Robbins y Paul Grayson

Más que destacable es el papel que interpreta Sarah Hay (Claire) que en su primera aventura como actriz ya ha recibido una nominación al Globo de Oro en la categoría de mejor actriz de miniserie. Aunque sea el típico papel de niña indefensa que a muchos pone de los nervios, es innegable el esfuerzo que ha requerido olvidarse de los aspectos balletísticos, para llevar gran parte de la carga dramática de la serie sobre sus hombros.

Por otro lado, Ben Daniels (Paul), que lo hemos podido ver en otras series como House of Cards, está brillante. Él es un director artístico desquiciado, despiadado, manipulador, falto de cariño… Solamente por ver alguno de sus ataques de ira, en los que humilla a todo aquel que se ponga delante, seguido de uno de amor incontenible (casi siempre interesado), vale la pena ver esta serie.

Los perfiles que se hacen de los personajes secundarios también son realmente interesantes y son los que le dan la riqueza a Flesh and Bones. Como nota discordante, se debe decir que el papel de Romeo, un mendigo que hace de portero del edificio de Claire, es un tanto más prescindible, ya que se dedica a entorpecer la narración, aunque tenga algún que otro momento estelar.

Una pega que habría que ponerle a esta miniserie sería que no todo en el mundo del ballet es gris y horrible. En la serie se hace mención al ataque en 2013 al director del Bolshoi lanzándole ácido a la cara. También se hace alusión al mito de la bailarina que se encontró cristales dentro de sus zapatillas de punta. Pero estas cosas, que además se suelen situar en Rusia, no son la tónica general en el mundo de la danza. El ballet es un mundo muy duro y competitivo, pero ello no implica que todo sea tan espeluznante y haya tantos desequilibrados como reflejan estas ficciones. En las compañías profesionales hay competencia, dolor, disputas, pero también hay mucho amor, esfuerzo, pasión, y, sobre todo, belleza.

En resumen, Flesh and Bone es una versión de Cisne Negro, pero mejorada, una serie de gente que está «loca», pero eso sí, estéticamente muy bonita. Ocho capítulos que, como ya hemos dicho, más que ser una radiografía del mundo de la danza, son una reflexión sobre la independencia, el carácter y sobre cómo conseguir ser uno mismo.

 

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Helena Núñez Guasch

Ibicenca por tierras madrileñas. Apasionada de la danza y amante de la cultura. Creo en el Periodismo como herramienta imprescindible para la divulgación y como apoyo a la educación.
"El sitio de la danza está en las casas, en las calles, en la vida" M. Béjart.

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