¿Qué pasaría si una autora de bestseller tapa su nombre y decide escribir un libro con un seudónimo? Este hecho no es nada raro entre escritoras de la fama de J.K.Rowling (1965), popular novelista que dio vida a Harry Potter, y al mundo de la escuela de Hogwarts. Y es que la escritora inglesa vuelve a las andadas. Después de publicar el libro El canto del cuco (The Cukoo´s calling) (2013) bajo el nombre y vida ficticia de Robert Galbraith, donde afirmó que el motivo fue la presión que sentía después de escribir la gran saga de magia y de comenzar una nueva etapa con The Casual Vacancy, obra con la que tuvo bastantes críticas. Rowling decide volver a publicar el próximo 19 de junio su segundo libro, El gusano de seda (The Silkwarm) bajo el mismo seudónimo, según anuncia la web del ficticio escritor Robert Galbraith. Este libro de novela negra será la continuidad del mencionado antes El canto del cuco.
La primera vez que experimentó este fenómeno la autora, el público y la crítica reaccionaron bien ante lo sucedido, considerando muy buena la obra de “Galbraith”. Pero este disfraz de anónimo le duró poco a la escritora, debido a que el dominical The Sunday Times desveló su secreto por una filtración realizada a través de Twitter.
Pero son muchas las escritoras que se han ocultado de la fama. Es el caso de la premio nobel 2007, Doris Lessing (1919-2013). La novelista, se divirtió jugando a cambiar su identidad por la de Jane Somers. La autora de El cuaderno dorado (1962) decidió mandar a sus editores de siempre dos novelas con un nombre anónimo. Si la vejez pudiera (1984) y Los diarios de Jane Somers (1984), obras que inmediatamente fueron rechazadas, pero que después consiguió publicar gracias a que convenció a dos amigos editores a seguir la broma, vendiendo alrededor de 1.700 ejemplares, y recibiendo críticas tales como “demasiado deprimente”, palabras de Granada, uno de los habituales editores de la escritora. Una broma, que cuando Lessing desveló, y todo el mundo supo de quién se trataba realmente, desembocó en la reedición de las dos obras con su verdadero nombre y consiguió vender miles de copias. Con este hecho, la escritora quería divertirse a la vez que animar a los jóvenes escritores a que no tiren la toalla si les rechazan su libro, ya que no es un acto de talento, sino que es más bien, una consecuencia directa del anonimato.
No obstante, existen otros motivos por los que un escritor decide ponerse un nombre falso. Un ejemplo de ello son las hermanas Charlotte (1816-1855), Emily (1818-1848) y Anne Brontë (1820-1849). Una decisión que no fue por fama, sino por el momento en el que vivieron. Este juego oculto, decidieron las hermanas emprenderlo por motivos de prejuicios que había en la época, ya que las mujeres no eran bien vistas para ejercer el oficio del escritor.Estas hermanas se ocultaron tras los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell, debido a que pensaban que su forma de escribir era masculina y así no las pillarían. Esta familia que comenzó con un libro en conjunto de poemas de las tres hermanas, Poemas por Currer, Ellis y Acton Bell (1845), dio vida a obras como Cumbres Borrascosas (1847) bajo la pluma de la verdadera Emily Brontë, que se tapaba bajo el seudónimo de Ellis Bell. Sus nombres ocultos coincidían de inicial con su nombre ficticio. Después del libro de poemas, cada una decidió escribir independiente sus propios libros.
Mary Anne Evans (1819-1880), autora de obras como El molino de Floss (1860), o Middlemarch (1871-1872), se ocultó bajo el nombre masculino de George Eliot, para asegurarse de que su trabajo iba a ser tomado en serio.
En la historia de la literatura española, también hubo mujeres que se escondieron bajo nombres masculinos para conseguir que las editoriales les publicaran sus obras. Este caso fue el de la suiza, afincada en España, Cecilia Böhl de Faber (1796-1877), más conocida por el nombre Fernán Caballero, seudónimo que escogió por la provincia ciudadrealense de Fernán Caballero. Con obras como La Familia de Alvareda (1849), La gaviota (1849), Lagrimas (1853) expresó lo que con su sexo no podía expresar debido no sólo a su época, sino también a sus ideas costumbristas y católicas, ya que ella misma reconocía que escribir era cosa de hombres.
De quien también se conjetura que se haya ocultado bajo otro nombre, por razón de no dañar su imagen de escritora seria, se encuentra una de las grandes escritoras del siglo XX, es Virginia Wolf (1882-1941). Escritora famosa por su corriente de conciencia, que también sentía afición por la novela de ciencia ficción, y que podría haberse escondido bajo el nombre de EV Odle, para poder escribir libros de este género. Una información que nunca se pudo comprobar cien por cien.
Al hablar de obras tan conocidas como Sentido y sensibilidad (1811), y Orgullo y Prejuicio, se piensa en Jane Austen (1775-1817). Escritora que comenzó su carrera bajo seudónimo por motivos de inseguridad, y que con el tiempo demostró su valía, a pesar de que la novelista británica no pudiera disfrutar de su fama por su temprana muerte.
Agatha Christie (1890-1976), reconocida por sus novelas de suspense, se ponía la máscara de Mary Westmacott y publicaba novelas de tono más romántico como Lejos de ti esta primavera (1944), Un amor sin nombre (1930), Una hija es una hija (1952), donde la escritora inglesa se descubría en una faceta más “rosa”.
Un panorama de diversas novelistas que algo tenían en común, ser mujeres y escritoras, que por diferentes razones a lo largo de la historia de la literatura decidieron esconderse tras un nombre desconocido para seguir adelante con una de las razones de su existir, el amor a la literatura.