¿Qué tienen en común la mujer de David el Gnomo, Bette Davis y la primera esposa de Ronald Reagan? La voz grave e inconfundible de Matilde Conesa cuando hablan en español. Una voz concebida en el mundo radiofónico que, cuando llegó a las pantallas, continuó escondiendo su rostro en el atril de un estudio de grabación, por lo que en 2007 recibió de la Unión de Actores el premio a toda una vida de doblaje.
“Estudié declamación en el Real Conservatorio de Madrid, con doña Carmen Seco, que era una actriz fantástica. También teníamos clases de literatura, de lectura… de todo un poco. ¿De música? No, música no. Y eso que siempre viene bien la música… Pero vamos, que a mí se me daba fatal, y eso que mi madre tenía la carrera de piano… Mi madre también había querido ser actriz, ¿sabes? Pero claro, eso en su época era un pecado muy grande, y lo que ella no pudo ser, me lo inculcó a mí.
En fin, en el Conservatorio me dieron el primer premio y aún no había acabado la carrera que me llamaron de Radio Madrid. Era el año 1947. Necesitaban gente para hacer Las troyanas en el programa Teatro en el Aire, y ya me quedé. Empecé con cositas pequeñas… Pero vamos, que por lo que me quedé yo contratada fue por Los episodios nacionales de Pérez Galdós. Tuve suerte, porque mi personaje tenía que reírse mucho y a mí siempre me han dicho que me he reído bien.
Pero de todos los papeles que hice, al que cogí más cariño fue al de Fortunta y Jacinta. Por aquél entonces ya llevaba yo tiempo en la radio. Sería el año 1960, 62… por ahí. Yo hacía de Fortunata, claro. Estaba muy cómoda con este personaje y lo encajé muy bien. Era una chulapa, una descarada. Le iba mucho a mi temperamento, jejejeje…”
Y, ¿por qué se fue de la r…?
“¡Yo no me fui! Me echaron. Sí, me echaron. Cuando entraron estos… los socialistas. Nos largaron a varios. A mí, a José Luís Pécker… entre otros, vamos. Pero no me marché. Me tuve que poner en manos de abogados para que me indemnizaran, porque llevaba allí casi 40 años. Fíjate…
Me han vuelto a llamar alguna vez para ir a hacer cosas… Pero no. Con la SER no voy porque estoy resentida, como es lógico y natural, ¿no? Escucho Onda Cero, la Inter…, pero precisamente la SER, no. Oigo mucho la cosa política, a Carlos Herrera, que entró en la radio estando yo allí. Fuimos muy amigos, y lo encuentro un tipo estupendo, como presentador y como todo.
Ahora bien, lo que sí echo de menos escuchar en la radio es teatro. El radioteatro que hacíamos nosotros era buenísimo, y ahora ya no hacen nada parecido. Y digo yo: si hacen telenovelas, pues lo mismo se podría hacer para la radio, ¿no? Pero no, creen que no tendría éxito.”
Atrás quedaron los tiempos en que se cerraban comercios y Madrid quedaba paralizado para escuchar a Matilde Conesa interpretando a una joven rusa en Lo que nunca muere. Los tiempos en que la familia se reunía entorno al transistor para seguir las aventuras del pequeño Periquín en Matilde, Perico y Periquín, serial radiofónico que se mantuvo 16 años en el aire y por el que la Candelaria de La saga de los porretas recibiría dos de sus tres premios Onda.
“Pero yo ahora lo que más hago es doblaje de películas. Empecé en el 51. Claro, era primera figura en la radio y me llamaron. Al principio empecé con lo mismo, haciendo cositas pequeñas, hasta que tuve la oportunidad de doblar a Silvana Mangano en Arroz amargo.”
A partir de aquí, Conesa se convirtió en la voz habitual de Jean Arthur, Lauren Bacall, Jean Wyman y, su preferida, Bette Davis.
“Era una actriz estupenda, y le cogí mucho cariño. Pero su voz… ¡buf! Para nada parecida a la mía. Nosotros no imitamos nunca, sería ridículo… Somos nosotros mismos y tengo que decir que, muchas veces, hemos mejorado al actor original. El mismo Paul Newman vino aquí a España a felicitar a Ángel María Baltanás, el compañero que le doblaba, de lo mucho que le gustó… Ya murió, pero era un actor estupendo. Porque un actor de doblaje es, ante todo, un actor. No es decir ni la voz bonita ni la voz fea. Una voz fea puede valer para unas cosas y una voz bonita para otras. A mí me ha venido mucha gente diciéndome: “Oye, que me han dicho que tengo una voz muy bonita.” Me parece muy bien: mi padre tenía un señor que le limpiaba los zapatos que no te puedes imaginar qué voz tenía, y estaba de limpiabotas. Es que no tiene nada que ver… Que el doblaje no te creas que es fácil, ¿eh? Tienes que tener muchos reflejos, porque cuando aquel señor abre la boca, tú la tienes que abrir también. Esto es mucho más difícil cuando doblas a dibujos animados, porque no hacen más que abrir y cerrar la boca, y cuesta mucho más encajar tu voz para que quede bien.”
Dobló también a actrices españolas.
“¡Porque no eran actrices! Doblé a Lilian de Celis, que era cantante más que nada, y a Katia Loritz, en Las chicas de la Cruz Roja, porque tenía acento alemán.”
Y ha participado en series norteamericanas, como Castle, Bones o Entre fantasmas.
“¡Oh! Yo soy una asidua de las serie americanas. CSI. Sobre todo CSI. Todos los lunes. Mira que yo no soy médico, ni físico, ni nada, pero todo lo que hacen me parece tan real… En cambio, cuando aquí intentan hacer algo similar… ¡Uuuui, qué diferencia! Entonces te das cuenta de lo bien hechas que están las norteamericanas. Al menos, a mí me distraen, y yo necesito que me distraigan… Tengo a mi hija enferma en casa desde hace cuatro años, con una enfermera día y noche, y no tengo ganas de nada.”
Se refiere a Carmina. Su otra hija, Carolina Montijano, es la Miranda Hobbes de Sexo en Nueva York.
“No es porque sea mi hija, que yo soy muy ecuánime para estas cosas…, pero dobla muy bien. Es muy buena, como mi yerno, José Luis, el señor Cuesta de las series. Ha dirigido y ajustado muchos doblajes, y hemos trabajado juntos varias veces. ¡Fui yo quien se lo presentó a Carolina! Con ella coincidimos menos… No le gusta trabajar conmigo, jejejeje… Dice que se pone nerviosa. Una tontería, eso no es verdad. Lo hace muy bien. Lo que pasa es que ahora trabaja muy poco porque ha tenido una nieta y está ejerciendo de abuela… Es una preciosidad, mira, es aquella de allí. Esta es otra nieta de 17…, esta de otra cuando hizo la comunión…, éste, que ya tiene 31…, y ése es mi padre…, aquí Teófilo Martínez, que era el padrino de mi hija… Y esta de aquí yo… ¡qué jovencita estoy!”
Esta bisabuela de 82 años tiene a toda la familia congregada en una mesita de cristal. Es de los pocos elementos que ocupan su sala de estar, junto al carrito de los licores, donde las marquesas sin azúcar y los anacardos conviven pacíficamente con el tensiómetro y el Eferalgán, y junto al televisor, donde Juan Manuel Soriano le ha vuelto a quitar la voz a Kirk Douglas en Espartaco.
“A mí me gustan más dobladas que en versión original, porque yo no sé inglés, y si tengo que leer los subtítulos me pierdo el gesto y la interpretación del actor. Me parece muy bien que ahora quieran que los niños aprendan inglés, pero el doblaje es necesario y, además, se dobla en todas partes. Tú pon en Inglaterra una en español, a ver cuánta gente va a verla. Nadie. Lógico. Yo creo que el doblaje no puede desaparecer. Aunque… cada vez la cosa está peor. Llevan muchísimos años sin subirnos ni una peseta, vamos, ni un euro… Lo único que les interesa es ganar dinero. Correr y ganar dinero. Todo se graba en banda a parte, cada uno por su cuenta y, muchas veces, la faena del ajustador nos la tenemos que hacer nosotros mismos. No nos dan importancia. Ahora, somos números; antes, éramos actores.”