Los cuadros posibles de Mr. de Hory

De Hory y su obra. La revista “Time” le retrató así, en 1969, en su casa de Ibiza, donde el falsificador pasó los últimos 16 años de su vida.

 

“Si se colgaran mis cuadros en un museo de pintura el tiempo suficiente, se volverían auténticos», Elmyr de Hory.

Así como en los años 20, para la banda liderada por Hemingway, Gertrude Stein, Picasso o Matisse, “París era una fiesta”, en la que todos eran “muy pobres, pero muy felices”, los años 40 en la capital francesa fueron una tragicomedia para Elmyr de Hory. Su vida, desde el estallido de la II Guerra Mundial, se podría contar uniendo casualidades; conducido a Alemania e interrogado y torturado por la Gestapo, escapó, con destino a Hungría y una pierna rota, del hospital en el que estaba ingresado. Con la muerte de Hitler, volvió a la ciudad del amor sumido en la mayor de las miserias, hasta que lady Malcom Campbell, en forma de golpe de suerte, formuló la siguiente pregunta: “Elmyr…eso es un Picasso, ¿no?” El resto es historia.

Es por ello que hasta el 12 de mayo, la exposición Elmyr de Hory. Proyecto Fake del Círculo de Bellas Artes (Calle de Alcalá, 42) plantea, a través de óleos y acuarelas `a la manera de´ Modigliani, Monet, Derain, Matisse o Picasso y de seis retratos `a la manera de Hory´, amén de documentación de archivo y del documental Historias como cuerpos, cristales como cielos, una reflexión sobre la esencia de la obra de arte y el concepto de autoría; la creación, la apropiación y la autenticidad; el papel de los artistas, de los expertos y de los marchantes. Verdades y mentiras de un mundo mágico y mítico, no ajeno al negocio y al interés crematístico.

Orson Welles y Elmyr de Hory en Ibiza, 1972, por Richard Brewett.

Y esto fue lo que hizo este gentleman de gustos refinados, puso en duda un sistema cuyos entendidos “sólo conocían superficialmente”. Ya lo dijo Orson Welles: “los tramposos siempre hemos existido, lo que es nuevo son los expertos”. Veinte años y cinco continentes en jaque después, el FBI y la Interpol, entre otras agencias policiales, deshojaron la margarita del hombre de las mil caras; un día se levantaba y era de Hory y al otro podía ser Heury, o Bory, o Sury, o Raynal, o Cassou, o Curiel y otros tantos nombres y personalidades que tenían tanto de falso como de real, pero ¿Quién fue realmente Elmyr? La respuesta se encuentra, o no, en F. for Fake, un reportaje que se centra en su figura y en la de su biógrafo, Clifford Irving, el fraudulento autor de la semblaza de Howard Hughes.

Entre París y su trágico final en Ibiza, su vida se paseo por toda Europa hasta que emigró a América para vivir nuevas aventuras en Brasil y Nueva York. En la tierra de las oportunidades, sus modales se codearon con “todos los que eran alguien”, desde Zsa Zsa Gabor hasta Lana Turner, pasando por Anita Loos. Mientras tanto, sus obras se almacenaban en las cajas de seguridad de ansiosos coleccionistas y colgaban de galerías y centros de arte. Todo iba bien hasta que Joseph W. Faulkner, un marchante neoyorquino que le había comprado varias piezas, se dio cuenta del engaño y presentó cargos contra él. Luego vendría la isla del sol, la bohemia de los 60 y 70 en un territorio ajeno a la sobriedad española de entonces. Eso y los problemas con sus asociados: Fernand Legros y Real Lessard, mercaderes del arte que, aparentemente, vivieron de la explotación de su gallina de los huevos de oro.

Los años previos a su muerte estuvieron rodeados de una rueda de juicios, entradas en prisión y titulares en los medios de comunicación. La gota que colmó el vaso fue una confesión de Legros, sus palabras implicaban a Elmyr en una de las mayores estafas de la historia del arte. No intento huir, se suicidó con un cóctel de barbitúricos. Para el recuerdo quedan sus obras, que pueden alcanzar los 100.000 euros, y su perspectiva de un mundo que le rechazó. “Soy víctima de las costumbres y las leyes del mundo de la pintura ¿el verdadero escándalo no es acaso el propio mercado? En un mero plano artístico, desearía considerarme como un intérprete. Al igual que se ama a Bach a través de Oistrakh, se puede amar a Modigliani a través mío”.

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