Las expectativas altas a veces conllevan grandes decepciones. El renacido (The Revenant) es la última película de Alejandro González Iñárritu (México, 1963), la cinta que posiblemente le valga a Leonardo DiCaprio el Oscar que tanto se le resiste. Fue la gran triunfadora en los Globos de Oro y ahora está nominada a doce Premios Oscar, entre otros, mejor película, director, actor y fotografía. Las expectativas son muy altas, pero Iñárritu y DiCaprio no son de los que se amedrentan sino de los que se superan. Esta adaptación de la novela homónima de Michael Punke, basada en hechos reales, cuenta la historia de supervivencia y transformación del explorador del sigo XIX Hugh Glass, que durante una expedición en el salvaje oeste es gravemente herido por un oso y abandonado por sus compañeros de cacería. A pesar de estar prácticamente muerto, Glass emprende una odisea por un territorio hostil, azotado por un invierno brutal y en plena guerra con los nativos americanos, para vengarse del hombre que lo traicionó y mató a su hijo mestizo. La ansiada película de 156 minutos de duración llega finalmente a la cartelera española el 5 de febrero.
Iñárritu (21 gramos, Babel, Biutiful) vuelve a la carga apenas un año después de llevarse el Oscar con Birdman. Esta vez apuesta por una película con un guión mínimo, donde la fotografía de Emmanuel Lubezki, que podría ganar su tercer Oscar consecutivo tras Birdman y Gravity, y la brillante interpretación de DiCaprio tienen el protagonismo absoluto. El renacido es, ante todo, un viaje visual espectacular, que recuerda al que Lubezki nos regaló en El nuevo mundo (Terrence Malick, 2005). El 93% del proceso de rodaje tuvo lugar en localizaciones exteriores, aprovechando la luz natural. Desde la extensa área cerca de Calgary en Canadá, pasando por las montañas de Montana en EEUU, hasta Tierra del Fuego en Argentina. La fotografía muestra a partes iguales la crueldad del ser humano y de la naturaleza; la sanguinaria pelea entre cazadores y nativos, y la ventisca que sacude los árboles. El blanco domina en un paisaje de nieve, hielo y frío, teñido, a menudo, del rojo sangre, el rosado del ocaso y el naranja del fuego. Pocos plasman como Lubezki una violencia tan basta con una belleza tan deslumbrante e hipnótica.
Iñárritu sabe sacar provecho a uno de los recursos cinematográficos por excelencia, la imagen, y para ello es fundamental el uso de la cámara. A pesar de los planos secuencia que emplea en las escenas de acción y de servirse con maestría de planos generales congelados en el tiempo a modo de transición entre escena y escena, esta película opta por el intimismo. Ya sea para recrearse en unas gotas de lluvia, hacernos sentir el calor que emana de una chispa de fuego o empañarnos la vista con el vaho que expulsa Glass en cada respiración, el director nos sitúa en la trama a través de primeros planos. Por ello, el lenguaje corporal juega un papel primordial. El ceño fruncido del protagonista, sus ojos inyectados en sangre y la mandíbula apretada evidencian la frustración, el dolor y la ira de manera sobrecogedora. El silencio de la naturaleza solo se ve turbado por los gritos agónicos que se escapan de la garganta malherida de Glass y la respiración que lo ahoga, reflejo del sufrimiento pero también de la determinación para culminar su venganza. Gruñe, jadea, grita, pero apenas habla, y tampoco le hace falta.
Se trata de una película compleja, no solo en lo técnico, sino también en lo narrativo. Más allá de la épica aventura vengativa de Glass que se observa a primera vista, El renacido guarda un trasfondo místico que únicamente se puede entender dejándose llevar por las imágenes, los silencios, el dolor y la violencia sin filtros. Todo ello revela la condición humana más primitiva: el instinto de supervivencia por encima de cualquier cosa, la influencia de la religión, la intolerancia racial o el ansia de venganza. Y es que incluso la crueldad de la naturaleza queda eclipsada por la crueldad infringida por los hombres. Sin embargo, aún hay esperanza para la raza humana. La bondad y la redención se reflejan en las escenas aparentemente más banales, donde el protagonista juega a atrapar copos de nieve con la boca, es ayudado por un nativo o contempla maravillado la hierba que se cuela entre la densa nieve. Es ahí, en lo bueno y lo malo del hombre y la naturaleza, en el dolor más profundo del alma que se nutre de escasos momentos de paz, donde el director mexicano encuentra la belleza y hace poesía congelada.
El cineasta mexicano es un maestro que exige a su orquesta la excelencia. El papel de Glass es uno de los más completos de la carrera de Leonardo DiCaprio, y eso es mucho decir tratándose del camaleónico actor, protagonista de películas como El aviador, Infiltrados o El lobo de Wall Street. Cargando pesadas pieles de animales, con pelo largo y barba desaliñada, en El renacido DiCaprio vuelve a rozar la perfección. Ya sea arrastrándose por el suelo, recién salido de un río glacial al borde de la hipotermia, tras ser zarandeado por un oso como si fuera un muñeco de trapo o despeñándose por un precipicio. El odio y el dolor están presentes en cada gesto, en cada movimiento, en cada grito ahogado. Cabe destacar también a un impecable Tom Hardy, nominado al Oscar a mejor actor de reparto por dar vida a John Fitzgerald, el hombre de la media cabellera, inmutable y dispuesto a todo por un futuro mejor. Domhnall Gleeson, que ha dejado a Bill Weasley en Hogwarts para meterse en la piel del capitán Andrew Henry, y Will Poulter, sorprendente en la interpretación del joven Jim Bridger, completan esta perfecta sinfonía.
El renacido es un espectáculo sensorial, una experiencia cinematográfica abrumadora, donde se representa al ser humano en sus peores momentos. Nos muestra el dolor más profundo y apabullante, tanto físico como emocional. No se trata únicamente del viaje de un hombre en manos de la muerte y de la Naturaleza, sino también del camino de un padre hacia su hijo. En este escenario, encontramos una película violenta, en la que la belleza se tiñe de rojo sangre. Sin embargo, lo que comienza siendo una desesperada búsqueda de venganza se convierte en un relato épico sobre el retorno al hogar y la redención. Alejandro González Iñárritu ya había conquistado el firmamento de Hollywood (todos sus largometrajes han obtenido nominaciones a los Oscar), pero con esta cinta ha conseguido ir más allá, trascender las expectativas del público y al espectador mismo. Y eso solo está al alcance de los ambiciosos e inconformistas, es decir, de los grandes de la industria. Pero como ya demuestra el propio guión, en lo que respecta a esta película las palabras sobran. El renacido es imagen y sentimiento, una obra maestra que hay que ver y sentir.
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