El Príncipe de Maquiavelo ha conseguido llenar, noche tras noche durante tres semanas, el aforo de la sala negra de los Teatros del Canal, así como el vacío de un público que acudía en busca de respuestas para comprender en mayor medida las tensiones políticas actuales de nuestro país.
Quinientos años después de que esta ópera prima fuese escrita por un príncipe destronado en forma de filósofo político acusado de traición, Juan Carlos Rubio (1967, Montilla) nos trae a un Maquiavelo curtido de sabiduría y desavenencias en la piel del brillante Fernando Cayo (1968, Valladolid).
«El Príncipe se siente más seguro siendo temido que amado».
Dardos como éste son arrojados con tino a lo largo de toda la representación, que adquiere una dimensión tan actual por el armónico maridaje entre elementos escénicos.
La propia realidad de Maquiavelo, quien se vio obligado a trabajar de leñador tras su época dorada como diplomático, se va desvelando al tiempo que se desgranan las argucias que han de caracterizar al Príncipe, todo ello potenciado por la conversión de la vestimenta y actitud del personaje, que ilustran la decadencia del poder político que padeció el filósofo en sus carnes.
El escenario juega un papel protagonista en este giro drástico aunque gradual hasta su culminación tan solo minutos antes del cierre definitivo del telón. Asistimos, por tanto, a una puesta en escena metateatral enmarcada por unas cortinas rojas características que penden del `despacho´ de Maquiavelo, y que envuelven la realidad recreada por el personaje, aferrado al espectro de lo que fue.
Cada noche, oculto en su trastero, el filósofo italiano esconde en lo profundo de la estancia las maderas y el uniforme propios de su labor, y se enfunda un traje impecable con el que transita imponente reviviendo su pasado.
Esta versión contemporánea contribuye en gran medida a desvanecer la connotación negativa que ha adquirido el adjetivo ‘maquiavélico’ con el transcurso del tiempo, ya que se pone de manifiesto la ausencia de moral en los tratados del autor, quien se limita a delinear el perfil del Príncipe sin emitir juicios de valor en el terreno deontológico.
Como broche de oro, la sala negra de los Teatros del Canal ha sido escenario cada viernes tras el espectáculo de un coloquio entre el público, el actor y el director, protagonizado además por políticos reputados tales como Toni Cantó, Alberto Garzón y Carlota Merchán.