El intérprete, o de cómo ser un amigo invisible

Con El Intérprete, la experiencia del teatro arranca mucho antes de entrar en la sala, cuando te das cuenta de que todos los profesionales del sector están en la sala, que es donde hay que estar. Un espectáculo en el que Asier Etxeandía nos abre las puertas al pasado y a su niñez.

 

Lo malo de ser un actor, un cantante, un intérprete, es que no puedes ver las obras de tus compañeros. Salvo que el Teatro La Latina decida programar a Asier Exteandía, el eterno Intérprete, a las 23:30, únicamente los viernes. En ese caso, la experiencia del teatro comienza mucho antes de entrar en la sala: se inicia cuando te das cuenta de todos los profesionales del sector que han venido, empieza cuando te encuentras a ese compañero de un antiguo trabajo, arranca cuando ratificas que estás donde hay que estar.

Y aunque tú pensabas que estabas en pleno centro del Madrid del S. XXI; sentarse en las butacas del teatro que regenta Pentación significa trasladarse a 1984, a una habitación de Bilbao, con suelos hidráulicos y las paredes decoradas con papel. No es un lugar cualquiera, es el cuarto donde el (futuro) artista cantaba para sus 100 amigos invisibles. Canta sólo para no sentirse solo. Y lo ha conseguido. Asier Exteandía se rodea de una banda de calidad, que le sigue, le espera, le acompaña como fiel admirador. En el público, también, un grupo de amigos le arropa en este espectáculo en que nos abre las puertas al pasado, y a su niñez.

Una niñez que debió de ser un tanto solitaria (o quizás no más que la de cualquier niño vasco, y encima hijo único) pero que fermentó la increíble energía del artista que ya deslumbró en Cabaret. Es precisamente a partir de Bilbao, Bilbao, cuando Exteandía saca su lado burlesque, que el espectáculo termina de convencer -a aquellos a quienes hasta entonces les había parecido una oda a mayor gloria del actor…- arrollando al (no siempre tan) respetable público con una dosis extra de buen rollo.

Estamos en confianza, en la habitación de un niño de nueve años, y podemos hablar, reír y sacar fotos para subirlas a Twitter. El propio Asier se relaja, y nos muestra su yo más real, o al menos, el yo que él siempre ha querido mostrar.

Si esperáis una obra de teatro al uso, quizá este espectáculo no sea para vosotros… Pero sinceramente, es mejor rendirse al placer y a los encantos de Asier Exteandía, y “dejársele querer”. 

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