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El Cuarteto Quiroga y su legado para la siguiente década

Programa de mano del concierto del Cuarteto Quiroga el 8 de febrero de 2024.
Programa de mano del concierto del Cuarteto Quiroga el 8 de febrero de 2024/Preslava Boneva

Aitor Hevia y Cibrán Sierra (violín), dos de los integrantes del cuarteto de cuerda más celebre de España, visitaron el Máster de Periodismo Cultural tres días antes de su concierto en el Auditorio Nacional, donde debutaron con una pieza de la compositora griega Konstantia Gourzi nunca tocada hasta ese momento. La clase estuvo presente en la Sala de Cámara y vivió de cerca el acontecimiento.

Fueron muchos los alumnos de la clase del Máster de Periodismo Cultural los que vivieron por primera vez la experiencia de escuchar un cuarteto de cuerda en vivo el pasado 8 de febrero. Para muchos fue un momento muy especial porque como dijo Gabriel García Márquez: “Lo importante que es encontrar a alguien que, a estas alturas de la vida, te regale las primeras veces”. Y es que ese máster significa “primeras veces” y cada cual lo experimenta de diferente forma. Primera vez viendo tocar a un cuarteto, la primera vez en el Museo del Prado, el primer acercamiento a la tauromaquia, la primera visita a una galería, a un concierto o a un restaurante desde el prisma de la gastronomía.

Esta vez fue el turno del Cuarteto Quiroga. Los dos violines, Aitor Hevia y Cibrán Sierra, visitaron a los estudiantes del máster para impartir una clase magistral. Hablaron, entre otros muchos temas interesantes, sobre el significado de un cuarteto. También explicaron el programa de su concierto en el Auditorio Nacional, al que asistimos días más tarde. Tocaron el Quinteto de cuerda nº 4 en sol menor, (1787) de Mozart junto con la violista austriaca Veronika Hagen, el Cuarteto de cuerda nº 14 en re menor ‘La muerte y la doncella’, (1824) de Schubert y el estreno absoluto de la pieza Still flying (2023) de la compositora griega Konstantia Gourzi.

Aitor Hevia y Cibrán Sierra con los alumnos del Máster de Periodismo Cultural
Aitor Hevia y Cibrán Sierra, dos de los integrantes del Cuarteto Quiroga, con los alumnos del Máster de Periodismo Cultural

El Cuarteto Quiroga, renombrada formación de cuerda en España, se fundó en 2004; lo que significa que este año celebran dos décadas en el escenario. No hay muchos cuartetos que perduren en el tiempo y si los hay, pocos pueden gozar de tan buena salud como este.

Los Quiroga son una pequeña familia que se compone por cuatro músicos virtuosos: Aitor Hevia y Cibrán Sierra (violín), Josep Puchades (viola) y Helena Poggio (violonchelo). Juntos han ganado numerosos premios y reconocimientos internacionales por su excelencia musical y su interpretación magistral de obras clásicas y contemporáneas. Han actuado en los escenarios más prestigiosos del mundo y son reconocidos por su compromiso con la difusión de la música de cámara y su colaboración con compositores contemporáneos.

¿Qué es un cuarteto de cuerda?

Esta fue una de las primeras preguntas a las que se enfrentaron Hevia y Sierra. El segundo –autor del libro El cuarteto de cuerda: laboratorio para una sociedad ilustrada (Alianza, 2014)– explicó que la definición más básica es que se trata de una agrupación compuesta por cuatro instrumentos de cuerda muy específicos que son un violonchelo, una viola y dos violines. Sin embargo, ahonda más en su significado social e histórico.

Antes hay que explicar que los cuatro instrumentos ya nombrados equivalen a lo que serían las cuatro voces. “Un bajo que sería un violonchelo, un tenor sería la viola, un alto o contralto que sería el segundo violín y una soprano sería el primer violín”, explica Sierra. “Resulta que en nuestra cultura europea la mayoría de la música que se ha escrito fundamentalmente en los últimos 600 años es música escrita a cuatro voces. Entonces, el cuarteto de cuerda hace realidad instrumentalmente, o traslada al mundo de los instrumentos de cuerda, la música a cuatro voces de una manera perfecta y además surge en un momento especial”, continúa el violinista.

¿En qué momento surge el cuarteto de cuerda?

Sierra ha explicado que el interés por este tipo de composiciones surgió en la revolución cultural ilustrada a finales del XVIII, el momento del nacimiento del Siglo de las Luces, “el momento de la razón como centro del pensamiento humano y el hombre como centro del universo”. Se buscaba una manera de hacer la música que fuese universal, accesible para todos y que reflejase todos los valores de la Ilustración.

“En 1750 nadie escribía cuartetos de cuerda, en cambio, en 1780 no eras un compositor digno de tal nombre si no escribieras un cuarteto de cuerda. O sea, en 30 años aquello se convierte en una especie de boom y desde entonces hasta ahora el cuarteto de cuerda ha sido y sigue siendo, para cualquier compositor o compositora, el pilar de todo lo demás”, dice Sierra. Un violonchelo suena igual que un violín, simplemente más grave. Según el músico, no hay una diferencia en términos de sonido, como un piano o una flauta que tienen particularidades sonoras muy diferentes o una guitarra o un arpa. “Entonces, el cuarteto, de alguna manera, hace realidad los valores de la Ilustración: libertad, igualdad y fraternidad”.

Portada del libro que escribió Cibrán Sierra en 2014.
Portada del libro que escribió Cibrán Sierra en 2014.

Además, el cuarteto es completamente portátil, por lo tanto, puede ir a cualquier casa de cualquier barrio. De aquel modo se produce un ejercicio de “descentralización de la democratización de la acción musical”, continúa, y eso también es muy bien visto por la burguesía ilustrada del XVIII. Por estos motivos, el cuarteto de cuerda es “mucho más que dos violines, una viola y un violonchelo: es una especie de metáfora de una sociedad de libres e iguales que debaten entre sí de manera fraternal y eso lo hace muy especial”, concluye.

Mozart y Schubert

El quinteto que tocaron el jueves, junto con Veronika Hagen, es uno de los seis que compuso Mozart para esta formación. “Para mí, Mozart, en ciertos momentos, es como estar hablando con una figura que trasciende de lo humano. Está muy cerca de algo casi divino. ¿Sabéis lo que es el síndrome de Stendhal? Esto que le dio al escritor cuando vio el Duomo de Firenze por primera vez y se quedó embargado por la belleza, no podía dar ni un paso para adelante ni uno para atrás. Pues a nosotros nos pasa esto con Mozart: es esta sensación de decir ‘se te acaban las palabras’”, afirma Hevia.

Con Schubert pasa algo diferente. Es un compositor que tiene los sentimientos a flor de piel y en el cuarteto La muerte y la doncella lo demuestra todavía más. “Empieza con una descarga de energía, realmente es muy bestia, es muy dramático y está escrito en una tonalidad muy oscura. Empieza con una fuerza que es casi el descenso al infierno. Schubert fue un compositor que vivió muy poco tiempo. Lo pasó muy mal, vivió con poco dinero y apoyado siempre por sus amigos”, cuenta Hevia. Está basado en el dicho Vanitas vanitatum omnia vanitas. Es decir, “estáis aquí queridos amigos, pero dentro de poco ya no lo estaréis. No seréis nada más que un saco de huesos y ceniza”, según explica el músico de la formación Quiroga.

El profesor Juan Ángel Vela del Campo junto con Aitor Hevia y Cibrán Sierra en clase.

Este cuarteto, una obra extremadamente dramática y romántica, habla de una joven doncella que se encuentra con la muerte. Esta le dice que no tenga miedo y que no viene a hacerle daño. Sólo se le aparece para darle un abrazo, para que descanse siempre y nunca vuelva a sufrir. “Hay esa tradición de que la vida es un valle de lágrimas y de alguna manera la muerte viene a ser una figura casi salvífica. Viene a darte el descanso a la paz y el cariño. Entonces tiene ese punto un poco romántico a partir de la tradición, muy oscura y muy vinculada a todas esas imágenes tenebristas y verdaderamente muy expresivas. Es una música que no deja a nadie indiferente. Schubert era capaz de describir unas melodías bellísimas. Melodías que uno puede recordar y cantar con mucha felicidad y por eso se hicieron tan populares”, explica Hevia.

‘Still flying’ de Konstantia Gourzi

“Empezamos una década más. De aquí a que cumplamos los 30, queríamos dejar un pequeño legado de nuevas composiciones que nacieran como iniciativa nuestra. Hemos encontrado socios importantes en instituciones, el primero de ellos es el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM)”, explicó Sierra.

Su compromiso se basa en hacer un encargo por año a una compositora. Se trata de que esta componga una pieza para cuarteto de cuerda, para ellos. Y así poder dejar un legado de la música contemporánea actual: la que se cocina hoy en día. Cibrán también explicó que para ellos es muy importante dar voz a las mujeres compositoras. Estas han sido silenciadas durante mucho tiempo en el pasado y se les negó la posibilidad de desarrollar sus piezas musicales. Por ello, ahora ellos tratan de proyectar las excelentes capacidades que tienen muchas de las compositoras actuales.

Ese primer encargo se pudo escuchar en el concierto del pasado 8 de febrero en el Auditorio Nacional de Madrid. Los cuatro músicos estrenaron el Cuarteto nº4 Still flying (2023) de la célebre compositora griega Konstantia Gourzi (1962), que estuvo presente en la Sala de Cámara.

Esta obra nunca se había escuchado antes. Fue la primera vez que el público oía esas notas inspiradas en un dibujo del mismo título de su hermano Yannis Gourzis. La pintura representaba a un ángel que vuela sobre las ruinas de la guerra. No se específica de qué conflicto bélico se trata. Sin embargo, con los ocho breves movimientos, conectados entre sí, se da esa voz de esperanza y aliento largo.

Los Quiroga no solo fueron capaces de transmitir ese sentimiento, sino que hicieron historia. Still flying ya tiene intérpretes y por primera vez se dio voz a la partitura. Un momento tierno, del que uno sale con la certidumbre de que tenemos compositoras excelentes que hay que dar a conocer. Esa sensación sólo es posible encontrarla en las salas de los conciertos, en esa fina unión fugaz entre oyente e intérprete.

Preslava Boneva

Periodismo y Literatura. De Bulgaria. Colabora habitualmente en The Objective y Madrid Actual. La luz y los atardeceres; la poesía y los libros; la música y la ópera. Los viajes. Un café. La fotografía.

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