DEFICIENCIAS TELEVISIVAS Y TEATRALES

 

Salí del colegio comentándolo con mis amigas. A todas nos parecía irreal y extraordinario aquel nuevo concurso que cambiaba las tres horas reglamentarias de pruebas y preguntas por tres meses de convivencia ininterrumpida. Entonces ni siquiera lo entendíamos y es que aquel era el primer reallity que se emitía en España. Y de eso hace ya más de diez años.

Lo que entonces se presentaba como un experimento, ahora provoca más rechazo que sorpresa y, desde hace mucho tiempo y de manera casi oficial, se encuadra dentro de ese género no tan nuevo llamado “telebasura”. Quizás por lo acostumbrados que estamos a ello, La tele que os parió llega algo tarde.

La parodia del género puede resultar novedosa sobre las tablas pero no así en los programas humorísticos de sobremesa y antecena, en los que la calidad interpretativa de los actores supera a la de los que protagonizan esta representación. Mientras que la figura secundaria del regidor de televisión es acertada y despierta las risas durante su interacción con el público, la actuación de la coprotagonista, interpretada por Mónica Gracia, es demasiado artificial como para provocar la carcajada.

Se agradece el uso de recursos audiovisuales durante la función, pero el guión, salpicado de tópicos raídos y falto de chispa, flojea. Por todo ello, desafortunadamente, esta vez los comentarios con mis amigas al salir de la sala, no fueron de asombro sino de decepción. Tal vez, no sea sólo por la obra; a lo mejor es que han llovido demasiados reallitys desde aquella tarde de colegio de hace diez años como para que ya nos haga gracia ni siquiera una crítica de los mismos.

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