Cuando el diletantismo reside en las vías del tren

Vias del tren, Chejov


Vias del tren, Chejov“¿Quiénes construyen las vías del tren?

Debe de ser un trabajo pesado.

¿Alguna vez los has pensado?

Yo también.”

 

Las luces, al igual que las vías del tren, pueden ayudarnos a encontrar el camino que estamos buscando. Sin embargo, cuando éstas se dan en exceso, no hacen otra cosa que desviarnos del mismo.  Igual que el exceso de luz te deslumbra y te impide ver, la abundancia de vías de tren entre las que elegir tu destino, te confunden. Pero a veces perderse es justamente lo interesante, incluso aunque el destino no sea el que se buscaba, el viaje ha merecido la pena.

Algo así pretende mostrarnos Antón P. Chéjov con Luces, uno de los cuentos que el maestro del relato corto escribió en  1888. Por Luces discurren tres protagonistas principales, una secundaria y otros muchos incidentales, que no accidentales, que son los que realmente construyen la historia, y las vías de la misma.

Un ingeniero optimista y amante de la vida, un antagónico joven estudiante de ingeniería pesimista y obsesionado con el sinsentido de los días y un hombre perdido en mitad de la nada que ha ido a dar con unas vías del tren y con los dos anteriores,  son los protagonistas de los que hablaba anteriormente. El papel secundario lo encarna una mujer que ha sido-no se sabe bien si víctima o verdugo- de una historia de amor triste y  fugaz junto al ingeniero que traza la dirección del cuento y que sirve a su vez para justificarse a él mismo y también de cara a los demás su visión desdramatizada de la vida. El perdido transeúnte que ha ido a parar allí está entre los dos parlantes y no se decanta en ningún momento hacia la visión de uno o de otro.  

Todos ellos ayudan a escribir lo que es un acercamiento práctico a experiencias aparentemente cotidianas de las que ignoramos sus verdaderas dificultades hasta que llega un escritor y nos las plantea. Luces no tiene principio, tampoco final, la historia va transcurriendo como transcurren los días que tampoco tienen mucho sentido. La narración de las experiencias del ingeniero se rompe de vez en cuando con intromisiones del estudiante en la conversación. Ahí es cuando el ingeniero, en mitad del recuerdo y el auto convencimiento, se topa con la realidad. Como nosotros, en mitad del día a día, de las prisas, de nuestros pensamientos, también llegamos a toparnos con ella. A veces deslumbrados, y otras no.

Durante el relato se van planteando preguntas que nunca llegan a tener respuesta y que no hacen otra que cosa que reforzar el sinsentido de la existencia que el arquitecto se empeña en desdramatizar a través de sus teorías.  Y mientras tanto, mientras todo esto ocurre, los obreros siguen construyendo las vías del tren. A veces somos conscientes de ello, se nos dice en el relato, otras no, pero los obreros siguen construyéndolas. No saben muy bien hacia dónde les llevan, tampoco hasta cuando estarán ahí, pero ellos construyen. Es igual que el hombre que se levanta un día convertido en un asqueroso escarabajo o aquel al arrestan sin saber qué delito ha cometido. Los obreros construyen y  no importan si aman o no el construir, tampoco si ansían o no el fin del mismo, sólo construyen.

“¿Quiénes construyen las vías del tren?

Deben de ser unos tipos honrados

¿Alguna vez has pensado en saltar?

Yo también.”

 

*El principio y el final del análisis forma parte de “Quiénes construyen las vías del Tren”, tema del músico Carlos Madrid 

Deja una respuesta

Your email address will not be published.