Historia de un gafe con suerte

Mr. E

Érase una vez un chico al que solían pasarle cosas terribles. Érase un padre que era un prodigio de la Física Cuántica, pero un desastre familiar. Érase una madre adorable, pero que a veces parecía poseída por una niña de cinco años. Érase la hermana más guapa y más dulce, la mejor hermana que ese chico pudiera imaginar, que terminó atrapada en una espiral de drogas de la que solo supo escapar suicidándose. Érase Mark Oliver Everett, superviviente de todo esto y de muchas más cosas, líder de Eels, aquel grupo de rock que George W. Bush quiso prohibir por nocivo, y autor de Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books, 2009), unas memorias que los vivos deberían leer.

 

Con diecinueve años, Mr. E estaba sorprendido de no haber muerto a los dieciocho. Y (lo que es la vida), resulta que, muchas desgracias después, escribió una canción y un cuento para que en el futuro lo lean sus nietos.

Cosas que los nietos deberían saber es un roadtrip -el de su vida- lleno de curvas, cuestas y baches en un coche desvencijado, pero que aguanta gracias al combustible: una combinación insólita de humor negro, optimismo y música. Mucha música, que merece la pena escuchar al ritmo del paisaje.

Me acuesto muy pronto / Todos lencuentran extraño / Me levanto pronto por la mañana / No importa lo decepcionado que estuviera / con el día anterior / Éste se siente nuevo

Trabajos mal pagados, novias locas, compañeros que se marchaban y traumas de la infancia aparte, la autobiografía de Mr. E desprende esperanza, y consigue hacerlo sin caer en lo edulcorado ni en el no hay mal que por bien no venga/todo sucede por una razón que tantos ejemplares venden. De hecho, hubo muchos momentos en los que Everett, según confiesa abiertamente, habría preferido estar muerto.

Aprieta pero no ahoga, dicen. Si hay un dios así, supo darle un arcén a este sendero tortuoso que es la vida de Mr. E para que, cuando esté mareado, pueda pararse a vomitar todo esto que leemos ahora. Y que sus nietos también leerán algún día. Y esperemos que los nuestros.

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