La feria de ARCO ha terminado y, como siempre, con nuevas sorpresas. Vender un vaso de agua a 20.000 euros ha sido lo más sonado, pero estamos acostumbrados a ver arriesgadas composiciones que no siempre tienen un buen final. Y es que el club de empleados de la limpieza que confunde arte con basura tiene más miembros de lo que cabría esperar. Mezclar talento con desperdicios puede resultar curioso a la par que imposible, pero si tenemos en cuenta que a veces la obra está compuesta a base de andamios, bañeras sucias o montones de botellas, se puede llegar a entender el error, aunque suponga la pérdida de miles de euros para el museo o el autor.
A continuación dejamos una lista de 6 ejemplos que, además de resultar anecdóticos y curiosos, reviven el debate sobre qué es arte y qué no lo es. Esta polémica, además, se ve agrandada por los altos precios de las obras.
Una bolsa de basura como parte de una obra
En el 2004, una de las señoras de la limpieza del Tate Britain dedujo que alguien, en un acto vandálico, había dejado una bolsa de basura al lado de una obra del artista alemán Gustav Metzger. Hizo lo que se suponía que tenía que hacer y la tiró a un contenedor, sin saber que estaba destrozando una composición consistente en una mesa, un mural corroído con pintura ácida y sacos con cartones y periódicos. Aquella creación, titulada “Primera demostración pública de arte autodestructivo”, quedó totalmente destrozada a ojos del autor y decidió recrearla. No debió de llevarle mucho tiempo.
Unos andamios de 800.000 euros
En el 2011, en el museo de Ostwall en Dortmund, una señora de la limpieza se extralimitó en sus funciones lavando una mugrienta palangana de caucho situada debajo de unos andamios. Esta empleada pensó que se trataba de algún tipo de obra para reparar unas goteras y decidió retirarla, arruinando así la creación del artista alemán Martin Kippenberger. Quizás la confusión vino por el nombre: “Cuando gotas de agua comienzan a caer del techo”. El precio de semejante creación, y por tanto la pérdida económica estimada por el museo, era de 800.000 euros.
Botellas, ceniceros y colillas por valor de 150.000 dólares
En el 2001, en una exposición en Eyestorm (Londres), el personal de la limpieza barrió por completo una obra de Damien Hirst consistente en botellas vacías, colillas, botes de pintura, cajetillas… todo ello por valor de 150.000 dólares. Afortunadamente, el director del museo se tomó la situación con humor y afirmó que “el debate sobre qué es arte y qué no lo es siempre es saludable” y, además, no despidió al trabajador. Lo que no aclaró es si al reconstruir la obra colocó todas las colillas de nuevo en su lugar. Hay que destacar que este artista parece ser un imán para los incidentes originados por arriesgadas exposiciones: en una ocasión guardaba pescado en formol y tuvieron que retirarlo por el olor a podrido en el museo.
Una bañera artísticamente sucia
En 1986 la Academia de Buen Arte de Düsseldorf presentaba una obra de Joseph Beuys titulada “Bañera anónima”. Ésta consistía en una bañera sucia con una enorme capa de grasa untada en los bordes. Al ver esto, el empleado de la limpieza decidió arruinar la obra dejándola impoluta. Lo cierto es que, estando expuesta sobre una plataforma dentro de un museo en el que muchas de las obras pueden definirse como innovadoras y arriesgadas, se sospecha que pueda tratarse de algo intencionado. De hecho, se cree que podría ser un acto de protesta por parte de seguidores de las corrientes más clásicas.
5 kilos de mantequilla por 20.000 euros
Joseph Beuys parece sufrir la maldición de los empleados de la limpieza. Su obra Fettecke –rincón grasiento en alemán-, fue destruida a ‘fregonazos’, ya que una trabajadora pensó que los 5 kilos de mantequilla amontonados en una sección del museo no eran más que un que acto vandálico. Por esta gran pérdida artística el Estado de Renania del Norte-Westfalia compensó al autor con 20.000 euros. Cantidad que, con sencillos cálculos, podemos determinar suficiente como para llenar de este producto todas las esquinas del edificio. No obstante eso no suple el sufrimiento del autor por el menosprecio de su creación.
Una vasija de 525.000 euros
La obra Hole and Vessel II, del artista de origen indio Anis Kapoor, desapareció en 1984 porque los empleados de la empresa responsable del transporte desde Suiza a Londres la dejaron en un contenedor. Tras una búsqueda de varios meses nadie pudo encontrarla. El juez, tras escuchar declaraciones de expertos e implicados que describían la obra desde “obra sexy y sensual” hasta “torpe y absurda”, estableció una compensación de 525.000 euros. Seguro que esa suma de dinero fue suficiente para paliar el dolor por semejante pérdida.