Coldplay alardea de espectacularidad

Concierto de Coldplay en Madrid

La lluvia tampoco quiso perdérselo. Acompañó discreta, y oportunamente, a la emoción de unos cuantos virtuosos de la compra online acelerada. 17.000 dedos veloces que en menos de una hora relegaron a muchos decepcionados incondicionales a sus sofás. Por suerte, pudieron seguirlo vía Youtube, junto a unos cuantos millones más en todo el mundo, un concierto que fue mucho más.

La presentación del nuevo disco de Coldplay, Mylo Xyloto, se convirtió por momentos en una ostentación efectista de colorido (pulseras que se encendían por arte de magia, mariposas y flores de colores por doquier, fuegos artificiales…) que, pese a todo, no consiguió que la magia particular de cada una de las canciones perdiera intensidad. Intercalando el rock de viejos himnos con prometedoras glorias, los estribillos de su esperado disco brillaron en forma del glorioso comienzo con ‘Hurts like heaven’ o el pegadizo ‘Paradise’. Clásicos como ‘Clocks’ o ‘The scientist’ se esperaban de una forma especial. Aunque nada como un ‘Viva la vida’ cuyos coros sonaron en la cola previa, en el escenario y en el camino hacia casa.
A la fuerza hegemónica de Chris, líder de masas donde los haya, le fue fácil hacerse con el coso taurino. Lo mismo revienta una guitarra contra la pasarela que recita en acústico ‘Up in flames’. Euforia agresiva versus intimismo romántico, así es el que muchos consideran sustituto del líder de U2. Se echaron de menos temas como ‘Talk’ y se necesitó un final apoteósico, pero de los de verdad.

‘Fix you’ apareció en el momento preciso para terminar de cerrar el círculo. Y la emoción rompió todas las barreras de contención. Y la lluvia quiso volver para verlo. Todo tan redondo como un ‘Every teardrop is a waterfall’ cuyo colosal directo dejó a los presentes en estado de shock. Las luces se encendieron, los técnicos se subieron al escenario… pero nadie se movió, todos querían obviar la certeza de haber vivido el final. Y es que en plena orgía sensorial se cortó en seco un derroche de espectacularidad comprimido en hora y media. Una intensidad extrema que no dejó digerir lo vivido y que convirtió en efímero un sueño demasiado deseado.
Los rumores de separación aumentaron el carácter irrepetible de un concierto memorable a cuya salida sólo puedes tener la sensación de sentirte un privilegiado que dentro de un tiempo podrá decir: «yo estuve allí».

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