Julio Cortázar es -quizás- el cuentista más admirado en lengua española, maestro de maestros. Su estilo ha sido tan influyente que se le ha copiado hasta la inoperancia. Muchos de sus textos exhiben una perfección formal, un compromiso y un vuelo estético que hacen de él un clásico contemporáneo, en todos los sentidos de la palabra. Casi cualquier persona alfabetizada en lengua española ha oído hablar de este autor argentino, y los más espabilados recordarán su extenso relato titulado Cartas de mamá, publicado en 1959 dentro del imprescindible volumen Las armas secretas, que incluía también El perseguidor o Las babas del diablo.
Bajo el pretexto de un nuevo producto editorial, Nørdica nos presenta una pequeña y bonita edición de Cartas de mamá que incluye un prólogo de Jorge Luis Borges, “el otro” cuentista argentino universal. Esta edición se presenta bajo la colección de Minilecturas (“Lecturas para disfrutar en el tiempo que dura una película, al precio de una entrada de cine”, es el eslogan de esta serie). La edición es una preciosidad y está cuidadísima. Todo, desde la imagen de portada hasta el papel, pasando por el diseño interior, invita a la lectura.
En Cartas de mamá todo se conjura para dejar al lector atónito al encarnarse en el preciso español de Julio Cortázar. El prólogo (no inédito) de Jorge Luis Borges no pasa de lo anecdótico, aunque esto no le resta interés puesto que en él parece actualizarse el relevo entre las dos generaciones de cuentistas “perfectos” argentinos, algo que añade valor a esta edición.
“Muy bien hubiera podido llamarse libertad condicional. Cada vez que la portera le entrega
un sobre, a Luis le bastaba reconocer la minúscula cara familiar de José de San Martín que otra vez más habría de franquear el puente”. El anterior extracto es el inicio del relato, el cual ya nos pone de manifiesto que cada vez que Luis recibe una carta de mamá le recuerda que su libertad es limitada, que aunque se encuentre lejos, del otro lado del atlántico (puente), viene regularmente la cara familiar de José de San Martín (Argentina) en su búsqueda. Con apenas estas líneas Cortázar ya nos ha introducido en el mundo prestado de Luis.
La sensación que más domina el cuento es la idea que Luis y Laura viven en un mundo falso, de engaño convenido, de una cómoda costumbre; es por ello que las cartas ponen a tambalear ese mundo de sombras en que se mueven los personajes. Las distancias entre Argentina y París se acortan para dar forma al relato, y finalmente conjugan un tándem perfecto entre protagonistas y lectores.