En esta exposición, que cuenta con diferentes salas y diversos estilos de arte así como artistas muy variopintos, desde Ana Mendieta, Yves Klein, el psicólogo Carl Jung o los artistas aborígenes de Australia que se llevan gran parte de la atención.
El libro del psicólogo Carl Jung llama la atención por sus dibujos. Guantes blancos en mano, vas pasando las hojas y en cada una encuentras algo diferente, más atractivo y colorido que el anterior. Colores, formas, más colores y más formas.
Un centenar de obras, entre ellas una fotografía de Ana Mendieta que sugiere el contorno de un humano en la tierra con una piedra pintada de rojo que recuerda al corazón. No obstante, se encuentra una pequeña habitación con tres obras que brillan con luz propia. Y nunca mejor dicho, no es por el tipo de luz de la exposición sino por la tinta en la que han pintado estos artistas sus piezas. Los tres, Norah Napaltjarri, Willy Tjungurray y Dorothy Napangardi, son aborígenes australianos y artistas.
Llamativas piezas de gran tamaño y una sencillez abrumante pero que a su vez evocan un sentimiento profundo y requieren mucho más trabajo del que aparentemente sugiere. A parte de esto, esta pequeña exposición invita a verla con los cascos de música que están habilitados para ello, es decir, música de estas tierras con un mensaje muy claro bajo el título «Canciones de senderos» que nos dice que «el lenguaje no es un obstáculo ya que lo importante de la canción es el ritmo y la melodía».
Escuchar estas melodías, rítmicas y felices que invitan a mover los pies aun en un entorno serio de exposiciones de este calibre, nos lleva a pensar que es cierto lo que dicen, es decir, el lenguaje no es un problema en la música, debido a que tenemos que sentir el ritmo de la melodía y dejarnos llevar por lo que nos transmite. Esto mismo es lo que sus tres piezas de arte nos evocan: tranquilidad, ritmo, armonía y melodía. Tres cuadros pintados con mucha paciencia, con un fondo profundo y un sentimiento incansable que lleva a estos artistas a innovar y a seguir haciendo arte.
Porque el arte no entiende de idiomas sino de sentidos y sentimientos. Esta exposición hace que el espectador se evada de la realidad durante el recorrido. Pinturas, mapas, dibujos, vídeos, cuadros y mucho más que nos hace pensar en lo complejo que es el cerebro del ser humano. Un recorrido por historias y momentos de estos artistas que han desconectado del mundo real para adentrarse en las complicaciones de lo irreal. Esa irrealidad que ahora nos las muestran compiladas y te atrapa. Tal como sales de la exposición quieres volver.