Atentado de risas

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No son pocos los creadores que se han atrevido a hacer comedia a partir de los episodios que configuran la lista negra de la historia de la humanidad. Lubistch, Chaplin, Kubrick o Berlanga demostraron que se pueden tratar temas como el nazismo, la Guerra Fría y la Guerra Civil española con humor e ironía a pesar del terrible dolor que provocaron. Para ello hay que tener la sensibilidad adecuada para no caer en el mal gusto. Tampoco está de más que el resultado en términos artísticos sea digno (aunque esto es más complicado). A partir de ahí cualquier tema se presta al juego de la comedia.    

Con Burundanga, Jordi Galcerán (El método Gronholm) se atreve a plantear una comedia romántica de enredos con el terrorismo de ETA como tema de fondo. El dramaturgo realiza un ejercicio en apariencia polémico pero a la postre completamente inofensivo. Una obra necesaria afrontada sin complejos ni medias tintas en la que lo realmente importante es pasar un buen rato. Y por ese lado no hay ninguna queja.

La chica de la función utiliza la burundanga, un suero de la verdad que provoca unas llamativas reacciones en quien lo consume, para conocer (o más bien violar) los secretos más íntimos de su novio. El problema es que donde espera encontrar cuernos, también habrá pasamontañas. A partir de aquí se cimenta una divertida y disparatada historia de amor en el que las incontrolables risas del público proporcionan la justificación final de la atrevida propuesta.

El reparto al completo está realmente muy entonado. Mar Abascal defiende con maestría el papel de la alocada vecina y la inesperada aparición de Eloy Arenas resulta del todo desternillante. Por tanto, una obra ideal para pasar un buen y efímero rato cuya importancia capital reside en la valentía de la propuesta.

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