‘Born to Run’, epopeya de asfalto

Clarence Clemons y Bruce Springsteen en la portada del álbum 'Born to run' (1975)
Clarence Clemons y Bruce Springsteen en la portada del álbum 'Born to Run' (1975)

Un álbum con la rabia del antihéroe, la sensibilidad del trovador y la épica del caballero, pero, sobre todo, la explosión creativa de un joven Bruce Springsteen que se jugó la inmortalidad a una carta

Era su última oportunidad, o lo arriesgaba todo y entregaba un gran tercer álbum, el último que le quedaba garantizado por contrato con Columbia Records, o Bruce Springsteen desaparecería entre los aspirantes al nuevo Dylan y artistas de culto de principios de los 70. No fue así. Born to Run ha quedado marcado en la cartografía musical como uno de los grandes discos de la historia. Una majestuosa epopeya rock sobre antihéroes que desafían al destino con el amanecer afilando su cuchilla en el horizonte.

Como él mismo explica en sus memorias, Springsteen había imaginado el disco como una serie de viñetas que ocurrían durante un largo y caluroso día de verano y su noche, escritas con el lenguaje clásico del rock and roll: la carretera, el coche, la chica… Todo. Pero ¿cómo escapar del cliché? Él era un niño de la América que pisó la luna y murió en Vietnam, del racismo y el crimen político, de Kennedy y Martin Luther King, aquella que había perdido la ingenuidad de los años 50 haciendo jirones el gran sueño que llevaba por bandera. Si quería hacer algo diferente, “tenía que cargar todas esas cosas en el coche”. Contar que la carretera está llena de héroes arruinados, que todos somos vagabundos y la ciudad una trampa mortal en la que solo queda cometer un último acto suicida para proteger tus sueños: salir corriendo.

“Antihéroes que desafían al destino con el amanecer afilando su cuchilla en el horizonte”

El single que titula el disco salió seis meses antes de su publicación, el 25 de agosto de 1975. Born to Run debía sonar, en palabras de su autor, como “un estruendo glorioso…y luego el apocalipsis”. Con la técnica del wall of sound ideada por Phil Spector para los discos de las Ronettes o The Crystals, crearía un imponente muro de sonido que haría que la voz de Springsteen pareciese estar “luchando por hacerse oír en un mundo que no le hace caso”.

Pero, pese a las densas capas sonoras que tiene el disco, en Born to Run no hay caos sino, más bien, la potencia arrolladora de alguien que sabe que está a punto de saborear su destino, sea cual sea. Ya tenía al protagonista de su particular poema homérico, un antihéroe que toma el amor como una propuesta arriesgada y que sabe que ha nacido para correr porque no puede hacer otra cosa. Y ahora ¿qué?

“Haría que la voz de Springsteen pareciese estar luchando por hacerse oír en un mundo que no le hace caso”

Los meses siguientes se basaron en escribir y reescribir el resto de ese incierto y largo viaje hacia la noche, hacia la tierra prometida. Nada le parecía lo suficientemente bueno o, por lo menos, digno de aquel profético artículo en el que Jon Landau, crítico de la Rolling Stone, decía que el futuro del rock and roll  llevaba su nombre escrito.

El largo viaje hacia la noche

La madrugadora armónica de Thunder Road abre el álbum y, entonces, un brillante e inmortal primer verso: “La puerta de tela metálica se cierra de golpe, el vestido de Mary revolotea”. Es un lugar, un personaje, una escena. Con cada acorde del piano, la canción va ganando fuerza casi emulando el furioso rugido del motor y construyéndose alrededor de una única idea, la misma que sostiene el disco: “¿estás dispuesto a jugártela?”. La última frase responde: “Es una ciudad de perdedores, nos largamos de aquí para ganar”, como admite su autor, un final insuperable con el saxo de Clarence Clemons acompañando la huida.

“¿Estás dispuesto a jugártela?”

Tenth Avenue Freeze-Out es la historia de una banda de rock  y, como curiosidad, el único corte del disco en el que participa Steve Van Zandt. De alguna manera, no se puede hablar de Bruce Springsteen sin hablar de la E Street Band, los caballeros artúricos que casi llevan acompañando al frontman  desde su debut en 1972 y que, precisamente durante la grabación de Born to Run, ordenó a dos de sus miembros más notables, el teclista Roy Bittan y el batería Max Weinberg.

La potencia de Night y el recuerdo de las amistades rotas de Backstreets llevan a la punta de lanza que ancla todo el álbum, el camino recorrido con lo que aún está por conocer. Born to Run se convierte ahora en la confirmación frenética de la apuesta inicial, hay que continuar el viaje. El teclado y la batería colorean los violetas y azules del atardecer en She’s the one y, de nuevo, casi como un leitmotiv, el rugido de Clemons para despedir el pacto de los amantes. La trompeta de Randy Brecker en Meeting Across The River deja clara la influencia del jazz en el sonido del disco, parece que Coltrane esté guiando a Orfeo en su salida del inframundo. A partir de aquí, todo es noche, llegamos a la brutalidad del campo de batalla, la salvaje danza final, la ciudad doliente e insomne, la última canción.

La sublime Jungleland, como el oscuro ballet final de un majestuoso musical de Vincente Minelli, resume el disco. Springsteen, que ha iniciado el viaje como el errante caballero protagonista, se transforma aquí en el trovador que narra su propia epopeya. Desde las sombras, y despojándose de las cuerdas de su Fender Squire de los 50, el arma sagrada que ha venido esgrimiendo a lo largo de la tragedia, Springsteen ruge la leyenda de sus protagonistas malditos una última vez. Los amantes fugitivos de Thunder Road  han sido puestos a prueba y, exactamente igual que al final de su canción, siguen en manos del destino que los apuñala con el amanecer del horizonte. El saxo de Clarence Clemons, eterno escudero, explota una última vez en el silencio nocturno de esta ciudad marchita.

“Esta noche, en Jungleland”, tras la solemne sentencia final, ahí está, “el estruendo…y luego el apocalipsis”, una última puñalada, un aullido al calor del Sol naciente, el desgarro del soñador suicida que tomó la carretera del trueno para conquistar la tierra prometida y dejar escrita a fuego en el asfalto su firma profética: Bruce Springsteen, un nuevo poeta del rock and roll.

Laura del Río

Contando historias en Cultura Joven.

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