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Barrio del Oeste, cuando el arte es revolución

Resulta imposible pasear por las calles del salmantino Barrio del Oeste sin detenerse cada pocos pasos, sacar el teléfono móvil y tomar alguna instantánea. O sin tropezar con alguien que, con la misma idea, posa frente a alguna de las numerosas puertas de garaje que inundan sus calles. No es que se hayan vuelto locos, o que la última moda de Instagram sea fotografiarse con estas verjas metálicas de dudoso gusto. Es que en estas calles las puertas, las paredes, los árboles y todo tipo de mobiliario urbano son auténticas obras de arte, que por derecho propio han convertido en apenas dos años a este barrio en el epicentro cultural de la ciudad. Ni más ni menos.

Las responsables de esta revolución, arte mediante, son Elena Gómez y María Crisóstomo, integrantes del colectivo Lemarte que, gracias a su proyecto Galería Urbana, han logrado posicionar en el mapa una zona de la ciudad hasta entonces desconocida. La idea fundacional de su iniciativa era tan simple como brillante: utilizar la multitud de puertas de garaje que pueblan el barrio como lienzo, para que artistas jóvenes -en su inicio estudiantes de Bellas Artes de la propia ciudad- pudieran mostrar sus creaciones sin cortapisas. Se buscaba solucionar así dos problemas: por un lado, sustituir los abundantes grafitis por verdaderas obras de arte y, por otro, dar visibilidad a talentos emergentes. Tal fue el éxito de la primera edición -celebrada en junio de 2013- que reunió a veinticinco participantes. Lo que estos jóvenes no sabían es que serían los primeros de una larga lista de artistas que, durante los próximos meses, cambiarían la fisonomía y personalidad de un barrio entero.

Y es que el éxito de aquella primera convocatoria produjo un efecto llamada como nunca antes se había visto en Salamanca. Los rumores de que en la pequeña ciudad castellana se estaba promoviendo el arte urbano corrían como la pólvora, y eran muchos los que se acercaban a visitar esos garajes para comprobarlo in situ. Las chicas de Lemarte, conscientes o no de todo ello, decidieron convocar una segunda edición, motivadas por el apoyo de los vecinos de la zona, fundamental a la hora de desarrollar el proyecto. No sólo los propietarios de nuevos locales decidieron prestar su espacio de manera desinteresada, sino que algunas comunidades cedían la fachada entera de su edificio para que artistas con reconocida trayectoria hicieran sus creaciones. Es el caso de Pablo S. Herrero, con su obra Nido, David de la Mano con Diáspora o el Geppetto gigante de la argentina Milu Correch, con el que Galería Urbana consiguió una importante proyección internacional.

Mientras las intervenciones se sucedían de manera cada vez más continuada, el resto de habitantes no se quedaban quietos, gracias al trabajo de la asociación vecinal ZOES, una de las más activas de la ciudad e implicada desde el primer día con el proyecto. Así, se empezaron a multiplicar las actividades culturales y artísticas, que de manera totalmente abierta invitaban a todo el mundo a participar en la decoración del barrio. Entre ellas destaca el curioso trabajo de urban knitting, que ha forrado de colorida lana árboles, escaleras y hasta bicicletas. Hasta tal punto ha llegado esta colaboración que en marzo de 2014 todas las ventanas de un edificio se cubrieron con fotografías a gran tamaño de los rostros de algunos vecinos.

A pesar de todo, algo faltaba para terminar de provocar la explosión necesaria que catalogase al Barrio del Oeste como referente cultural de la ciudad. El momento llegaría el 2 de octubre del pasado año, cuando abre sus puertas en la Plaza del Oeste -centro geográfico del barrio- La Salchichería. Manteniendo el nombre de la actividad que durante años se desarrolló allí, este edificio reparte entre sus tres plantas las funciones de bar, galería de arte y espacio de coworking. Desde su inauguración ha servido de catalizador de la revolución, ejerciendo de lugar de reunión para artistas -en el espacio de trabajo de su planta superior se encuentra, entre otros, el colectivo Lemarte-, de escaparate para todo tipo de propuestas -música, fotografía, ilustración- y de centro de formación, a través de los numerosos cursos que allí se imparten. En apenas ocho meses la Salchi, como se la conoce cariñosamente, se ha vuelto indispensable en la vida cultural de la ciudad, llevando a más de uno a preguntarse qué había ocurrido hasta entonces.

Hace apenas dos años el Barrio del Oeste era lugar donde vecinos de toda la vida compartían espacio con estudiantes universitarios foráneos, atraídos únicamente por la proximidad con el campus. Hoy, folletos informativos del barrio compiten con los tradicionales mapas de la ciudad en las oficinas de turismo, las paradas de autobús se recubren de carteles informativos y hasta se puede descargar una app para el móvil. Las instituciones públicas, conscientes del atractivo turístico que, cada vez más, supone el arte urbano, han acabado por implicarse en el proyecto, y en los últimos meses han permitido la intervención de paredes y edificios por el resto de la ciudad. Incluso se ha propuesto la creación de un concurso para rehabilitar algunas zonas a base de grafitis de artistas locales.

Cuando apenas faltan unas semanas para la celebración de la cuarta edición de Galería Urbana, ya son muchas las guías de viajes online que equiparan al Barrio del Oeste con otros como Bushwik o Peckham. Lo que muchas de estas guías no dicen es que, a diferencia de lo ocurrido en otras ciudades, la revitalización de este barrio ha sucedido de dentro hacia afuera, gracias a la iniciativa de sus habitantes y, lo que es más importante, del arte puro, sin intereses económicos o institucionales. El arte urbano convertido en arte humano. El arte como revolución.

Roberto Juanes

Antiguo biotecnólogo reconvertido a aspirante de periodista cultural por mi afición a la música. Discos, conciertos y fixies ocupan todo mi tiempo.

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