Una vez más la actriz demuestra su profesionalismo al interpretar impecablemente a un personaje lleno de complejidades.
El reciente estreno de la última película de la trilogía de Larraín, muestra a una Angelina madura, con una actuación impecable en la que se funde con su personaje, en el transcurrir de los últimos días de la cantante de ópera más importante del mundo.
El director chileno Pablo Larraín inició en 2016 una trilogía basada en la vida de tres personalidades femeninas: Jacqueline Kennedy en Jackie (2016), la Princesa Diana en Spencer (2021) y María Callas en María (2024). Las tres producciones cinematográficas exploran aspectos biográficos de estas mujeres que muestran el conflicto existente entre la vida pública y lo que sucede “tras bastidores”, dejando ver el lado más humano y vulnerable de tres historias especialmente marcadas por el empoderamiento, la fama y la fascinación pública.
María, la última película de esta serie, es sobre la cantante de ópera nacida en Nueva York el 2 de diciembre de 1923, descendiente de padres griegos, que vivió una infancia difícil, pero su talento y disciplina le permitieron llegar a presentarse en los más prestigiosos escenarios del mundo y ser considerada la mejor de su época. El film muestra la lucha interna a la que se enfrenta en la búsqueda de su identidad, después de su retiro de los escenarios en 1959.
Los recursos cinematográficos utilizados por Larraín para lograr transmitir al espectador el sentir de “La Diva” en esos momentos de su vida, son ideales. Los movimientos suaves de la cámara y los cortes abruptos, sin duda permiten experimentar la inestabilidad emocional que inundaba la existencia de María en su última semana de vida.
El uso de los silencios, combinado con las más grandes arias de ópera de la historia, es otro elemento fundamental en el desarrollo del film. Los momentos más turbios del proceso psicológico y emocional por el que está pasando la protagonista se acentúan con la ausencia de sonido, que resulta en momentos “ensordecedora”. Mientras que los recuerdos de sus actuaciones en los mejores auditorios de la escena musical a nivel global, están ambientados con las más sublimes interpretaciones de la inigualable soprano.
El contexto histórico de la trama está muy bien cuidado a través de los vestuarios y la ambientación. El ritmo narrativo juega con algunos saltos temporales y la fotografía y composición utilizan contrastes entre planos fijos y asimétricos, acompañados de encuadres muy detallados cuyo resultado es fascinante, desde el punto de vista cinematográfico.
La fusión de todos estos elementos complementa la inigualable actuación de Angelina Jolie, que, sin lugar a dudas, se desdobla para transmitir la complejidad del personaje. Su interpretación es bastante introspectiva, algo que sincroniza con el estilo de Larraín y propicia el uso de gestos y matices que enriquecen el relato visual y emocional de la película.
Pablo Larraín, a través de su trilogía, pone sobre la mesa ciertas problemáticas sociales que giran en torno a la mujer, sobre las que vale la pena reflexionar. Especialmente cuando se trata de figuras rodeadas de fama y reconocimiento público, a las que el peso de la vida personal les derrumba de manera irreversible, llegando la mayoría de las veces a un desenlace fatal.