A nuestro querido cine…

Cine negro y blanco ©pexels

130 años después de la invención de los hermanos Lumière, el séptimo arte sigue proyectando el mundo y sus infinitas posibilidades

En el Día Internacional del Cine, nos toca mostrar lo que nos ha dado la gran pantalla, proyectar hasta qué punto el cine nos ha liberado.

El 28 de diciembre de 1895, en el sótano del Grand Café del Boulevard des Capucines de París, tuvo lugar la primera proyección pública ante una treintena de espectadores: una serie de 10 películas de aproximadamente un minuto de duración cada una, la primera de las cuales, Sorties des usines Lumière (Salida de la fábrica Lumière), fue un éxito inmediato.

Auguste y Louis Lumière encontraron un aparato que podía a la vez captar imágenes y proyectarlas a todo el mundo: el cinématógrafo. Así fue como la treintena de espectadores se convirtió en centenares, las colas interminables inundaron las aceras y todo París se agolpó para ver el cine.

Entre ellos se encontraba el mago George Méliès, propietario del teatro Robert-Houdin, que quedó fascinado al ver una de las sesiones. Quiso comprar la máquina a los hermanos Lumière, que se negaron inmediatamente, convencidos de que el cine no tenía futuro comercial. Méliès se hizo entonces con un equivalente en Inglaterra y retocó la máquina para convertirla en una herramienta de proyección. De este modo, fusionó la magia y el cine y allanó el camino para los futuros efectos especiales.

Pronto fundó su propia productora, Star Film, y empezó a hacer películas de ficción, dándose cuenta de que el cine era mucho más que la simple captación de la realidad. Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna) es su obra más representativa, una auténtica obra maestra de la inventiva.

Así nació el cine moderno, un medio de posibilidades, de expresar el mundo en toda su complejidad. Si ha sido fuente de pasiones y fantasías desenfrenadas desde su creación, es porque es el reflejo de lo que el mundo parece, parecería, podría parecer, parecerá, solía parecer..

El filósofo estadounidense Stanley Cavell exploró el tema del cine a través del prisma de lo ordinario. En 1971 publicó su primer libro sobre esta forma de arte, The Projection of the World (La proyección del mundo), que marcó el inicio de una exploración filosófica del arte de la gran pantalla. Si el cine ha declarado su llama al mundo, Cavell ha declarado la suya al cine, como el oxígeno de las posibilidades.

Ver lo invisible ordinario

En la forma en que experimentamos nuestra vida cotidiana, cada día hay un potencial de transformación. Puede haber algo extraordinario en la vida ordinaria, un poder que el cine hace nacer ante los ojos de un público receptivo.

El cine nos enseña a ver, ilumina la capacidad de la vida para brillar. Aísla fragmentos de la vida ordinaria y los saca a la luz. Las cuestiona e invita al público a cuestionarse a sí mismo. A través de sus personajes, temas, conflictos, discusiones, dudas, ansiedades y emociones, una película siempre resonará con una experiencia singular. 

Cualquiera que sea la emoción suscitada debe ser cuestionada. La conmoción que provoca ver una película es una fuente de libertad. ¿Cómo podemos tener perspectiva de nuestra propia experiencia si no podemos penetrar en la de los demás? ¿Cómo podemos cuestionarla ? Cómo podemos mirarnos a nosotros mismos si no podemos verla? La sala oscura lo hace posible, poniendo nuevas gafas en la nariz del público, invitándole a mirarse mejor a sí mismo. 

Cartelera Cines Renoir 8 de febrero

Autotransformación

El 7º arte tiene una dimensión humanista que anima a las personas a elevarse, a cambiar a lo largo de su existencia. La dimensión reflexiva de este arte contribuye a la educación moral del público. El cine presenta personajes, héroes, que en algunos casos incitan a la gente a actuar.

Estos personajes expresan lo que es posible. Lo que nos hubiera gustado hacer pero no hemos conseguido. Los personajes encarnan opciones que no hemos podido tomar. No necesitan hablar, sólo actuar ante el público, explorando una forma de ser humano.

El cine se puede citar, debatir, compartir y discutir. El cine puede hacer reír, llorar y pensar en el espacio de unos minutos. Así que hay mucho que preguntarse cuando esta herramienta tiene un impacto universal en todos los que se enfrentan a ella. Porque el cine es una experiencia a la que se enfrenta el espectador.

En los claroscuros de nuestras salas, entramos en un universo solitario, atravesamos un mundo que nos ayuda a concebir nuestra singularidad, y por eso, gracias por existir.

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