Brad Pitt parece sentirse cómodo en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Después de interpretar al teniente Aldo Raine (Malditos Bastardos, 2009), al sargento Bill Mauldin (Beyond all boundaries, 2009) y a Wardaddy (Corazones de acero, 2014), el actor estadounidense regresa con Aliados, y, por cuarta vez, a la década de los cuarenta para ponerse en la piel de Max Vatan a partir del 25 de noviembre.
El oficial de inteligencia canadiense al que encarna Pitt debe hacerse pasar por el marido de Marianne Beausejour, interpretada por Marion Cotillard (Dos días, una noche), como parte de una misión para acabar con el embajador alemán. Lo que viene después es de esperar si hablamos de un drama bélico con tintes románticos (o de un drama romántico con tintos bélicos pues, en este caso, resulta difícil distinguir la diferencia). Vatan y la agente de la Resistencia Francesa terminan enamorándose entre azoteas, cafés, cenas y bailes en una Casablanca ocupada por los nazis. Pero, ¿y si Marianne no es quien dice ser? Años después de cumplir con la misión que les unió, de una boda y una hija, Vatan se entera de que su mujer pudiera ser una agente doble que también ha trabajado al servicio de los alemanes.
Aliados se postula como una película con reminiscencias del Hollywood clásico de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, con la que Robert Zemeckis debuta en el cine bélico. El oscarizado director de Forrest Gump (1994) y Regreso al Futuro (1985) conoce a la perfección los artificios técnicos necesarios para concebir cintas que atrapen tanto a crítica y público y, al mismo tiempo, para crear aquellas que no terminan de convencerles (Polar express, Beowoulf o El desafío). Aliados simula, aparentemente, ser una de las primeras.
Con una detallada y encantadora puesta en escena, Zemeckis articula un filme de gran atractivo visual que despunta por la pareja protagonista y el magnífico vestuario inspirado en películas como Casablanca (1942) y La Extraña pasajera (1942) y que ha diseñado Joanna Johnston -quien ya trabajó con Zemeckis en Contact (1997), Naúfrago (2000) o Forrest Gump (1994)-. Sin embargo, fracasa ligeramente en la narración a cargo de Steven Knight, guionista de Promesas del este (2007). En definitiva, un filme que recuerda a las clásicas películas en blanco y negro y que posee todas las ventajas del color para suplir con luminosos y bellos planos la carencia narrativa de su guion.