El ‘delivery’ en el sector gastronómico: ¿amenaza u oportunidad?

El delivery en el mundo de la gastronomía.
El delivery en el mundo de la gastronomía.
El delivery en el mundo de la gastronomía.
El delivery en el mundo de la gastronomía.

El inmenso auge de las compras a domicilio a lo largo de los últimos años ha terminado por propiciar, de un tiempo a esta parte, un absoluto cambio de paradigma en nuestros hábitos de consumo más arraigados. Lo que hasta hace un tiempo se limitaba casi exclusivamente a la mensajería, la paquetería y a ciertos ámbitos de la restauración –‘pedir una pizza’ es ya un clásico por todos conocido– ha terminado por tornarse, con el devenir de la última década, en una exigencia cada vez más común por parte de los consumidores en prácticamente todos los ámbitos imaginables. Amazon, en tanto que imperio inderrocable, se antoja perfecto ejemplo de ello: a día de hoy, resulta por completo innecesario abandonar el hogar a la hora de adquirir casi cualquier producto, bastando un simple click para, en escasas horas, recibir el tan codiciado paquete en la puerta misma de nuestras casas.

Así es que la adquisición de bienes y servicios a domicilio ha terminado por colonizar prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida –las plataformas de video on demand como Netflix o HBO serían también perfecta muestra de ello en el terreno del ocio: a día de hoy, desde el cómodo sofá de nuestras casas podemos ‘alquilar’ la película que se nos antoje, sin necesidad alguna de visitar los tristemente desaparecidos videoclubs de barrio–; una mutación en las formas de consumo de la que el sector gastronómico, como era de esperar, no se ha mantenido al margen: plataformas como Glovo o Deliveroo, de muy fácil acceso y manejo a través de sus respectivas aplicaciones móviles, vienen barruntando desde hace tiempo la necesidad del sector de la cocina de adaptarse a las nuevas exigencias del mercado.

Una necesaria evolución que, sin embargo, no resulta tan sencilla de acometer cuando hablamos de cocina elaborada y no de la ofertada por las grandes cadenas de comida rápida. De los problemas logísticos que presenta no es necesario decir mucho: se antojan más que evidentes las dificultades que surgen de cara a que el producto llegue al hogar del cliente en las mismas condiciones en las que salió de la cocina. Pero es otro aspecto, no menos fundamental que el relativo a la calidad del producto, el que se ve realmente afectado bajo las nuevas dinámicas del delivery: el servicio.

La recurrencia al delivery es cada vez más común entre los urbanitas.
La recurrencia al delivery es cada vez más común entre los urbanitas.

Porque, de igual forma que sucede con otros ámbitos de la cultura –jamás será comparable desempaquetar el libro en el rellano de nuestra casa con hallarlo al fin, triunfantes, entre los estantes de esas librerías de olor tan característico; nunca será lo mismo dejarse arrebatar por el gran rectángulo blanco de la sala de cine que ver nuestra película favorita en las catorce pulgadas de un ordenador–, el apartado experiencial se articula como un pilar fundamental para el auténtico disfrute –sensorial y estético– del verdadero amante de la cocina. El diseño del espacio, el buen hacer del camarero de sala, el ambiente que respiran las paredes del comedor: componentes atmosféricos, a fin de cuentas, que ningún verdadero aficionado –o experto– podría considerar prescindibles.

Ante la pandemia mundial vivida durante los últimos meses, son muchos los restaurantes que han debido adaptar su carta y sus métodos de trabajo a las dinámicas de la comida a domicilio; visto por muchos como una oportunidad, el delivery puede suponer, sin duda, un añadido a nivel de negocio que, con el paso del tiempo, logre un alto nivel de perfeccionamiento y una buena adecuación a las necesidades específicas del medio culinario. No obstante, la pregunta a formular es otra: ¿podría llegar en algún momento el plato a domicilio a ocupar el lugar del servido in situ? Por el momento, el libro electrónico, pese a su auge, no ha logrado sustituir ni a la tapa dura ni a la blanda. Confiemos en que, en términos gastronómicos, la exigencia de una experiencia estética y sensorial transite por el mismo sendero.

Pelayo Sánchez

Escribidor busca perder el miedo a la página en blanco.

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