‘Big Little Lies’, la unión hace la fuerza

Big Little Lies
Big Little Lies

¡Alerta spoiler! Hay series que pasan desapercibidas o que entretienen un domingo por la tarde, pero en el otro bando están las que arrasan a su paso. Big Little Lies es una de ellas. La adaptación del best seller homónimo de la australiana Liane Moriarty, dirigida por David E. Kelley (Ally McBeal) y distribuida por HBO, denuncia de forma magistral la violencia machista y trae consigo un mensaje de esperanza reflejado en la sororidad. Aunque todo esto no surge de forma brusca, sino poco a poco a lo largo de siete capítulos en los que la música adquiere un papel fundamental.

El comienzo nos sitúa en Monterey (California), un lugar idílico bañado por el mar donde las madres son mujeres de éxito que viven en la opulencia absoluta. Trabajos de ensueño, casas de revista, vestuarios de pasarela y un halo de aparente felicidad que lo envuelve todo. Es más, llevar los niños al colegio se convierte en una procesión de saludos, sonrisas, besos y abrazos. Nada más lejos de la verdad, ya que esta supuesta perfección rompe con el suceso que inicia la trama: un crimen sin resolver. A lo largo de la temporada, mediante interrogatorios que van desgajando las intimidades de los personajes, nos ofrecen pistas para que seamos nosotros quienes intentemos dilucidar el caso. Tarea complicada, porque la competitividad y el resentimiento aparecen en cada plano.

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Jane, Madeline y Celeste en plena charla.

Celeste (Nicole Kidman) y Perry (Alexander Skarsgård) son el matrimonio clave de Big Little Lies. Atractivos, enamorados como el primer día, con dos hijos que parecen sacados de un catálogo y viviendo en una casa junto al mar. Obviamente, la estampa esconde una realidad mucho menos alentadora, y es que Perry es un maltratador temeroso de que su mujer le supere y celoso hasta el extremo. La dominación es tal que Celeste es capaz de renunciar a su carrera profesional para quedarse en casa junto a los niños, una decisión que comienza a pesarle cada vez más.

Por otro lado, los actos sexuales están cargados de violencia y normalmente tienen lugar tras una pelea. La situación de impotencia nos hace sentir incómodos, sabemos que lo que estamos presenciando está mal, y ella también lo sabe, pero se autoengaña una y otra vez. Sin embargo, todo cambia cuando comienzan a asistir a una terapeuta de parejas, pero especialmente cuando Celeste va sin su marido al intuir que el problema es grave. Poco a poco vemos surgir una fuerza desconocida, se plantea abandonarlo, retomar su carrera como abogada… Esto no hace más que aumentar nuestra angustia porque conocemos el peligro de la amenaza.

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Celeste y Perry, las apariencias engañan.

Madeline (Reese Witherspoon) es el personaje más fresco de la serie y el que actúa como nexo de todos los demás. Si hay una nota de humor entre tanto drama, es ella quien la aporta. Abierta, descarada, cotilla y capaz de conseguir lo que se proponga aunque la ética no la acompañe. Son rasgos que, a priori, podrían convertirla en un ser odioso, pero es esa »chispa» con la que se enfrenta a la vida, esa gracia con la que cuenta las cosas, unida a una sensibilidad que queda patente en sus largas contemplaciones al horizonte, la que hace que la adoremos desde el principio. A ella y a su hija pequeña, Chloe (Darby Camp), la encargada de poner sonido a muchas escenas desde las playlist de su smartphone. Porque como ya mencionamos arriba, la música es indispensable en la serie. Grupos como Jefferson Airplane, Death In Vegas o hasta el icónico Elvis Presley tienen cabida como forma de alimentar sensaciones y de hilar situaciones de una forma casi hipnótica.

Pero la vida personal de Madeline no carece de conflictos. Por un lado, su hija mayor, Abigail (Kathryn Newton), se encuentra en plena adolescencia, enfrentada a una madre que en ocasiones roza la histeria por querer controlar demasiado. Además, ve como Chloe crece a pasos agigantados y comienza a sentir ese vacío existencial ocasionado por la falta de propósitos, ya que su trabajo en el teatro apenas requiere tiempo. Por otro lado, el padre de Abigail y ex marido de Madeline, Nathan (James Tupper), con quien no tiene buena relación, se ha vuelto a casar con Bonnie (Zöe Kravitz), un alma hippie en toda regla con un estilo de vida opuesto al de Madeline. Por ello, surgen muchas discusiones en torno a la educación de Abigail, divididas entre la visión estricta de Madeline y la mente liberal de Bonnie.

Por si aún querían enrevesarlo más, la relación sexual entre Madeline y su segundo marido, Ed (Adam Scott), es prácticamente nula o más bien, carente de deseo por parte de ella. De modo que descubrimos a una Madeline infiel que intenta esconder esa parte de su pasado de forma hipócrita, ya que la imagen que ofrece al mundo no se corresponde con la realidad. Una vez más, la serie nos azota entre la apariencia y el fondo.

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Discusiones entre familia.

Y llegamos al tercer pilar, Jane (Shailene Woodley) y su hijo Ziggy (Iain Armitage). Jane es la forastera, el ente extraño que intenta encajar en una sociedad de la que no se siente partícipe. Busca su lugar con tanta insistencia que no es consciente de que el problema reside en su interior, en un trauma que lucha por superar en cada carrera por la playa: la violación que sufrió y que dio paso al nacimiento de su hijo. Al principio no sabemos qué pensar de ella, parece huraña e intuimos que esconde algo, pero a medida que va forjando su amistad con Madeline y Celeste la conocemos y nos invade un sentimiento de compasión infinita, porque al descubrir su secreto lo comprendemos todo, la rabia contenida, la desubicación y la necesidad de venganza.

Todo se complica cuando Ziggy es acusado de maltratar a una niña en el colegio, Amabella (Ivy George). Se desata entonces una oleada de desconfianza ante Jane y su desestructurada familia, que ni posee una fortuna ni vive en una mansión lujosa como los demás. Además, el temor de que su hijo haya podido heredar los genes violentos de su padre se refleja en su cara constantemente. Aunque todo esto acentúa las diferencias sociales, Madeline y Celeste la apoyan hasta el final. Con ellas puede ser transparente, porque pese a sus distintos niveles de vida no se juzgan.

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Jane y Ziggy de picnic playero.

Por último, la madre de Amabella, Renata Klein (Laura Dern), es una superviviente del bullying escolar que se involucra de lleno en la búsqueda del acosador de su hija. La tensión con Madeline es continua, y es que esta última, siempre a favor de Jane, hace lo posible por fastidiarle todos los planes. Además, el conflicto se acrecienta con la obra de teatro que Madeline pretende estrenar y que Renata quiere cancelar por considerarla inapropiada para los niños.

Aunque es cierto que la competitividad se huele en cada rincón, el final de la temporada aboga por lo contrario. Es un ‘dejemos de machacarnos las unas a las otras y unámonos’. De hecho, en el momento del clímax en el que Perry parece estar acabando con la vida de Celeste, quien toma la iniciativa de lanzarle escaleras abajo es quizá el personaje que menos esperamos. Bonnie, la más pacífica, se ciega ante la muestra de violencia que está presenciando y no lo duda. De esta manera, el acto de sororidad une a las cinco madres y las traslada a un soleado día en la playa mientras sus hijos corren libres por la arena, el final que muchos deseaban ver.

Aránzazu Díaz Huerta

''Dadme dos horas de actividad al día y me pasaré las veintidós restantes soñando.'' Luis Buñuel

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