Tras un año del fallecimiento de la Reina Isabel II y seis meses desde la coronación de Carlos III, la serie nos transporta a la vida de la familia real británica durante el final de los años 90
Ocho semanas, es el tiempo que transcurre en los primeros cuatro episodios de la temporada final de este drama histórico. Ocho semanas en las que seguimos los últimos movimientos de Lady Di antes de su desenlace final. Desde su casa en Althorp, sus vacaciones en Niza junto a William y Harry, la visita a Bosnia con la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona, hasta sus escapadas a París junto a Dodi Al-Fayed.
Como nos tiene acostumbrados, The Crown logra capturar la esencia de la realeza británica. No sólo con las actuaciones de los protagonistas, sino también con el gran trabajo de caracterización que realizan temporada tras temporada. Las imágenes sumergen al espectador en la época, los planos de Elizabeth Debicki (Diana), con gafas de sol Versace y sus icónicos pendientes de oro redondos, transmiten a la perfección la elegancia, la gracia y la sensibilidad de la princesa de Gales.
«Todos la echaremos de menos cuando se vaya»
Era de esperar encontrar algún guiño a la muerte de la que fue durante 70 años la cara visible de la Corona británica. Fallecida el pasado año, la serie ha narrado cronológicamente la vida de Isabel II desde su ascenso al trono en 1952. A veces representada como fría y atormentada, otras como graciosa y comprensiva, aquí acaba su historia, veinte años antes de su verdadero final. «The Crown es una carta de amor para ella», admite el creador de la serie y denominado «biógrafo extraoficial de la reina», Peter Morgan.
No es sorprendente que en estos primeros episodios, de la sexta temporada, hagan un pequeño homenaje para recordarla. En este caso es el personaje ficticio de Duncan Muir, un fotógrafo inglés que lleva toda la vida retratando a la Casa Real, el que habla en nombre de The Crown. Mientras observa viejas fotografías dedica unas palabras a la reina, «se la echará de menos cuando no esté. Ha conseguido unir la sociedad británica gracias a la admiración hacia ella».
«Cuando ella habla, el mundo escucha»
Aunque se haya reservado ese espacio para Isabel II, la primera mitad de esta última temporada tiene una clara protagonista: Diana Spencer. La princesa de Gales logra robar la atención y nuestras pantallas se llenan de imágenes de la que fue una de las mujeres más influyentes de la época. Una clara representación del sentimiento general que existía en la Casa Real durante esos años: Diana se convierte en el foco del show al igual que se convirtió en el foco para el mundo.
La lucha de Carlos por crear una imagen positiva de su pareja Camila Parker Bowles se representa de forma paralela a la persecución de la prensa de manera incansable a su ex mujer. El sentimiento generalizado en la familia real es el descontento, la propia Isabel II exige explicaciones al Primer Ministro Tony Blair por sus reuniones con Lady Di, a lo que él responde: «Cuando ella habla, el mundo escucha». La popularidad de Diana le impide al príncipe Carlos lograr la aceptación pública de su nueva relación, y hasta su hijo William se siente incómodo con las constantes apariciones en la prensa de su madre.
24 horas en París
La fugaz y controvertida relación entre Diana y el hijo del empresario egipcio Al-Fayed, Dodi, fue lo que llevó a la princesa de Gales a París aquel 31 de agosto de 1997. Un amor lleno de interrogaciones, nublado por la figura de Mohamed Al-Fayed y su interés por el matrimonio entre su hijo y la británica. «¿Le has dado el anillo, has hecho realidad mis sueños?», con esta pregunta, The Crown deja claras las intenciones del millonario.
La serie representa a la perfección la angustia y el miedo con los sonidos de los flashes y los gritos de los fotógrafos. Perseguidos por la prensa, entre el Ritz y el apartamento de Dodi pasan ese improvisado y único día en Paris. Se muestra una emotiva llamada entre Lady Di, quien debería haber estado en Londres, y sus hijos, que pasan las vacaciones en el castillo de Balmoral, Escocia. -«Mañana estaremos juntos, los tres solos» –«Mommy, I love you», así se despiden en la que fue su última conversación.
Queda en la mano de los espectadores reflexionar sobre la ética de la cobertura mediática. Es impactante la presión a la que estaba sometida Diana Spencer y nos invita a preguntarnos si en la actualidad existen límites claros entre la esfera pública y privada de este tipo de figuras.
La tristeza y el dolor no discriminan
La noticia de la muerte de Diana desató una ola de conmoción global. La serie nos muestra los diferentes duelos. El mundo se paraliza con el fallecimiento de la princesa de Gales, mientras que Mohamed Al-Fayed llora la perdida de su hijo junto a la comunidad árabe.
El dolor que representa Dominic West como el príncipe Carlos traspasa la pantalla, «le fallé en vida, pero no me permitiré fallarle en la muerte». La inicial reticencia para abordar la tragedia de manera abierta acabó con un evento público en Londres organizado por la reina. En él declaró la tristeza que dejaba la pérdida de la princesa de Gales y dio sus condolencias a la familia de Dodi Al Fayed: «Nadie que conoció a Diana la olvidará jamás».
El cuarto capítulo nos deja con las últimas imágenes de Lady Di conversando tanto con Carlos como con la reina Isabel II en forma de espejismo. Se da cierre a la historia con un sentimiento agridulce, por un lado la idea de perdón, la calma en los ojos de Diana que observa a quienes le hicieron daño en vida, y, por otro, la tristeza de la pérdida de una mujer que sólo quería volver a casa y estar con sus hijos.
Solo nos queda esperar al 14 de diciembre para ver los, ahora sí, cuatro últimos capítulos de The Crown.
