La luz de Sorolla

Sorolla

La Alberca, Alcázar de Sevilla. Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla de Madrid

Cuando uno recorre los pasillos del museo Sorolla, reconoce el estudio minucioso que realizó el artista sobre la luz, sus enfoques, la dirección, la intensidad y las sombras. Y si a todo esto le añadimos la vivacidad de los colores, la perspectiva de un paisaje inmenso (que hasta puede producir vértigo) y el cuidado de los detalles, podemos creer que el agua del cuadro de La fuente del Rey Moro en el Alcázar de Sevilla es real y tener tentativas de sumergirnos en ella.

Sorolla se enfrentaba a sus últimas obras, los jardines de su casa, con sinceridad verdadera y el sobrio refinamiento de un artista pleno, que seguía reflexionando sobre las posibilidades de su pintura. De forma paralela a los grandes encargos que acometía en esos años, en Sorolla maduraba, a través de sus pinturas de jardines, una poética del silencio y la intimidad, acompañado con la sensibilidad simbolista de su tiempo.

Joaquín Sorolla

En Andalucía, había descubierto una riqueza sobria, llena de poesía, que se plasmaba en los pequeños rincones, en el rumor del agua de una fuente y en el silencio de los patios bañados por el sol. La experiencia andaluza había calado en él de modo tan profundo, que había remodelado la poética y el estilo de sus últimos años. Su jardín, construido en esos mismos momentos, actuaba entonces como transmisor y amplificador de esta metamorfosis.

Sevilla huele a azahar y suena a abanico decía Kiti Manver en la película Luz de domingo. Y realmente me pareció la mejor descripción sobre esa ciudad, pero al ver la exposición, faltaba el sentido de la vista para entender mejor una de las ciudades más emblemáticas de nuestro país. Y aunque Clotilde fuera el amor de su vida, en esta exposición se ve patente que su verdadera pasión artística era la luz.

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