OBRA DE UNA TARDE DE VERANO

Es oficial. El verano ya ha llegado; el telediario, los termómetros y el rugido del aire acondicionado se encargarán de recordárnoslo durante los próximos dos meses. Y si aún así logramos olvidarlo sólo será necesario salir a la calle durante las horas centrales del día en las que el sofoco derrite suelas de zapatos, seca ríos y fríe huevos en las aceras. Demasiado calor para hacer travesuras, planear escapadas por amor o ensayar obras de teatro. Pero por la noche todo cambia; las temperaturas bajan y sopla la brisa veraniega. Un bosque encantado es el escenario perfecto para vivir por unas horas un apacible sueño, el sueño de una noche de verano.

 

Aquellos que no dispongan de un bosque cercano no deben apurarse. Bastará con que se acerquen al Teatro Fígaro en el que la compañía Morboria Teatro les transporta a un mundo de amantes, hadas, comediantes y faunos. Unos ingredientes más que suficientes para que la comedia a representar resulte caótica, pero si además añadimos un filtro amoroso que despierta las pasiones más insospechadas, el resultado sólo puede ser una de las obras más reconocidas e hilarantes de William Shakespeare.  

Durante veranos y veranos se ha representado este sueño, pero esta vez el elemento diferencial es sin duda la puesta en escena, que le ha valido a Eva del Palacio el Premio al mejor espectáculo en el certamen de teatro de Directoras de escena. La combinación de la música, la escenografía y la caracterización de los actores llega a su punto álgido durante el primer encuentro entre los reyes de las hadas Titania y Oberón.

Obnubilado por los elementos visuales y divertido por los guiños de interpretación y texto que modernizan esta obra clásica, el público aguanta bien las dos horas y veinte minutos de representación. A la salida, expresarán entre risas su satisfacción con una función que les ha alejado durante una tarde de verano de ese calor que derrite suelas de zapatos, seca ríos y fríe huevos en las aceras. Y es que, aunque es muy posible que no recuerden los desordenados entresijos del argumento, como recuerda el duendecillo Puck, nada gusta tanto como lo absurdo.

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