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La tragicomedia de los millenials españoles

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Escena de Nosotros no nos mataremos con pistolas (foto de RTVE)


Nosotros no nos mataremos con pistolas
relata el reencuentro de cinco amigos, nacidos en la década de los 80, después de cinco años sin verse. Durante las veinticuatro horas que dura esta reunión, que tiene lugar el 16 de julio (fiesta de la Virgen del Carmen) en la casa del pueblo de Blanca, hablarán sobre sus carreras profesionales y el futuro que tienen por delante, pero con el alcohol de por medio saldrán a flote muchos secretos desagradables del pasado.

Sobre el escenario se ven tres telones blancos a modo de pared, a la izquierda un sofá y a la derecha una mesa grande acompañada por seis sillas y un sillón, junto a un cuadro. Cuando se apagan las luces, sobre el telón central, en el que antes de que comenzara la obra aparecía proyectado su título, ahora se puede leer “1. Bienvenida”. De la primera fila del patio de butacas se levanta alguien y sube al escenario, rompiendo así la cuarta pared. Se trata de Marina, una joven embarazada que, tras sentarse en una mecedora, rompe a llorar. Aunque al principio parece que es por su estado, resulta que es porque no puede rascarse la planta del pie. Aparece Blanca, la anfitriona de la casa, y le rasca el pie, haciendo que su llanto se transforme en risa. Hablan sobre la reunión que va a tener lugar en unos pocos minutos, donde se mezclan impaciencia, entusiasmo y alegría de ver a viejos conocidos. Poco a poco van subiendo al escenario el resto de personajes: Elena (que trabaja en una productora musical), Miguel (un escritor homosexual que trabaja en la universidad) y Sigfrido (un joven tristemente casado que trabajaba como mascota, un pollo concretamente, para una cadena de restaurantes de comida rápida). Conforme se suceden los actos, aparecen proyectados sobre las telas los nombres de las diferentes partes: “2. El vermut”, “3. Sobremesa”, “4. La Procesión”, “5. Se nos ha ido de las manos” y “Epílogo. El día de mañana”.

A lo largo de la obra, el carácter de los personajes va cambiando: del entusiasmo por el reencuentro hasta el enfado, pasando por la sorpresa y la incomodidad al irse desvelando los secretos ocultos. Y es que el alcohol hará que todos, y en especial Miguel, se desinhiban sacando a relucir los trapos sucios del pasado, descubriendo así que las apariencias que intentan mantener no son el reflejo verdadero de la realidad. A esto hay que sumarle que el día del encuentro es el aniversario de un hecho del pasado que ninguno quiere recordar, pero que acabará saliendo a la luz.

Escenario del Teatro Lara momentos antes de que empiece la obra
Escenario del Teatro Lara momentos antes de que empiece la obra (foto de Alicia Serrano)

En esta tragicomedia, los cinco protagonistas están muy bien construidos, con caracteres muy marcados y creíbles. Además, las geniales actuaciones de todos los actores hacen que el espectador se acabe identificando con los personajes, ya sea por su proximidad en cuanto a edad, como por los recuerdos del pasado o por la preocupación por el futuro. Sin duda, hay que remarcar la de Toni Agustí (Miguel), quien le imprime a su personaje mucha fuerza y emotividad, en especial durante su soliloquio, momento álgido de la obra durante el cual el público mantiene la respiración llegando a quedarse compungido, a pesar de que comienza sentado de espaldas a los espectadores. Es tal la identificación que se produce entre los asistentes a la obra y los personajes que el público se ríe y se emociona a la vez que ellos.

Todos los elementos son muy reales, al igual que las acciones: lloran, se besan y hasta comen y beben de verdad. Esta obra es un reflejo de la sociedad de hoy en día: uso –y abuso– de drogas y alcohol, fiestas y promiscuidad sexual para intentar escapar de la realidad y de los sueños frustrados, de la preocupación por el futuro.

Aunque, en general, es una obra muy rítmica y dinámica, con una sucesión de diálogos que alternan lo cómico con lo dramático, hay escenas un poco largas que reducen el ritmo y la hacen más lenta, como el soliloquio de Marina o la escena en la que se emborrachan todos.

En cuanto al final, es totalmente redondo, como si fuera un bucle que se repite: todos empiezan quejándose de que tienen muchos planes por hacer que no pueden llevar a cabo por el tiempo que les ha tocado vivir, pero cuando finalmente deciden ponerse manos a la obra, se quedan todos sentados en el mismo sitio, ensimismados mirando sus teléfonos móviles.

Estrenada hace dos años en Valencia, la obra posee los premios del Sindicato de Actores del País Valenciano (AAPV) a mejor interpretación masculina, femenina y revelación, además del premio del público en el Festival Escènia. No cabe la menor duda sobre por qué está nominada este año en los Premios MAX al mejor espectáculo revelación y a mejor autoría teatral.

Ficha técnica:
Nosotros no nos mataremos con pistolas, de Víctor Sánchez Rodríguez
Actores: Román Méndez de Hevia, Laura Romero, Lara Salvador, Toni Agustí, Silvia Valero.
Teatro Lara (Madrid), de lunes a miércoles, del 15 de febrero al 30 de marzo de 2016.

Alicia Serrano Leiva

Aprendí cuando era niña a hacer hechizos de magia junto a Harry Potter, me enamoré en mi adolescencia de Edward Cullen- un vampiro que brilla- y compaginé sacarme la carrera de Periodismo con salir viva de Los Juegos del Hambre.

Ahora vierto en mi blog la obsesión por los libros juveniles que, como Augustus Waters a Hazel Grace, me han dado una eternidad en estos días contados.

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