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Venecia: laberinto de mar

Lord Byron la definió como la máscara de Italia. Nietzsche, como la suma de cien profundas soledades. Y en esa confluencia se encuentra la Venecia actual, el principal atractivo de Italia en el que el excesivo flujo turístico lucha contra la esencia artística de una ciudad que vive más allá de sus canales.

GRAN CANAL
Gran Canal Ⓒ CRISTINA BLANCO VÁZQUEZ

Es muy probable que cuando alguien piense en Italia, las primeras palabras que le vengan a la cabeza sean arte, Renacimiento, pasta y gelatosY cuando imagine Venecia seguramente lo haga a través de enigmáticos y románticos tiempos pasados repletos de máscaras, palacios y casanovas. Lo cierto es que esta laguna de la Costa Adriática es una ciudad que puede (y, de hecho, debe) visitarse en cualquier época del año. Es muy difícil no volver prendado de ese ritmo vital piano, lento, sosegado que exigen sus canales. Sin embargo, bajo el oportuno sol del verano, la ciudad se transforma en un juego de luces mediterráneas que muy difícilmente decepciona.

Venecia es esa signora altanera, regia e, incluso, majestuosa, que desciende la Scala d’Oro del Palazzo Ducale y, a la vez, esa mamma que propaga el típico estilo de vida italiano desde su bancarella de frutas y verduras en el Mercato di Rialto. Así lo demuestran sus seis sestieri o barrios en los que la Ciudad de los Canales está dividida. Hay quien prefiere entregarse a las exigencias del turismo y reducir el paseo por los distritos a un simple trayecto entre dos puntos monumentales señalados. Sin embargo, junto a su inmensa riqueza artística, el principal encanto de Venecia es la ciudad en sí misma y para conocer su lado más íntimo no hay mayor placer que perderse por cada uno de sus barrios. Literalmente.

En primer lugar, porque posee un entramado de calles, a priori, confuso para los recién llegados. Cada tipología de calle tiene un particular nombre que, además, es diferente al resto de las regiones italianas. Las conocidas vías que nombran cada ciudad del país aquí se sustituyen por calle, a excepción de aquellas que transcurren paralelas a algún canal y que se denominan fundamenta. Salizadas, ramo, corte y rugaen cambio, son términos que se utilizan para señalizar las primeras calles que fueron pavimentadas, los callejones, las calles sin salida y aquellas que se encuentran entre tiendas y viviendas, respectivamente. Con las plazas sucede algo similar. La única Piazza como tal es la de San Marcos y campo es el nombre que reciben el resto. No es de extrañar, por tanto, que, ante la facilidad de perderse, la mejor alternativa sea olvidarse del mapa y disfrutar de la giornatta paseando entre campos y ramos

Venecia
Uno de los muchos campos de Venecia Ⓒ CRISTINA BLANCO VÁZQUEZ

De hecho, es una de las recomendaciones de los locales. Michele reconoce que sólo así se puede conocer una Venecia bastante solitaria alejada de la masificación que puebla las principales zonas turísticas. “Es una ciudad de contrastes”, recuerda Michele, que posee una trattoria en el distrito de Castello. El turismo se ha convertido en la forma de vida de restaurantes, hoteles y transporte que adaptan sus ofertas a los requerimientos del viajero. No hay que olvidar que sólo en el año pasado 24 millones de personas gastaron más de 1.500 millones de euros. Pero el excesivo flujo de turistas no parece convencer a los residentes. Hace pocos meses, de hecho, en Castello, las calles se cubrieron con carteles que animaban a los extranjeros a marcharse (“Tourists go away”), un síntoma que no hace más que demostrar ese #venexodous que llegaron a reivindicar en el Puente Rialto. 

Quizás, para entender este sentimiento veneciano haya que ser testigo de ese contraste del que hablaba Michele. Porque Venecia es San Marco, el sestiere turístico por excelencia y el más antiguo, repleto de palacios de herencia bizantina, renacentista y barroca. Venecia es la multitud que siempre acompaña al palacio Ducal, al puente de los suspiros o la Basílica de San Marcos, pero también la selectiva tranquilidad de Castello, San Polo y Santa Croce, y su gran cantidad de campos, mercados, tiendas locales y basílicas dignas de visitar. Cada distrito parece poseer una personalidad diferente y, aun así, en todos ellos está presente esa esencia laberíntica de agua y tierra. La ciudad se erige a partir de una serie de arterias marítimas que navegan los vaporetti, traghetti y góndolas. Lo cierto es que un recorrido acuático por los canales te hace recordar por qué los venecianos luchan por mantener el estado original de su hogar. 

El gondolero recorriendo los canales es una imagen habitual en Venecia Ⓒ CRISTINA BLANCO VÁZQUEZ

Giorgio hace el mismo trayecto desde hace quince años en una góndola que heredó de su padre. “Intento llevar a los turistas por las zonas menos transitadas. Son las más auténticas”, explica mientras sitúa el remo en el agua y toma el impulso del pie en una pared para hacer girar la embarcación de once metros de largo. “Y, sobre todo, intento evitar el Gran Canal”. Para ello, reconoce, se puede coger la línea 1 de vaporetto que lo recorre desde la estación de autobuses de Piazzale Roma hasta la Isla de Lido, realizando paradas en Ca’ Rezzonico o en Santa Maria della SaluteDesplazarse en vaporetto es una de las formas más económicas de moverse por Venecia. Pero si existe un motivo por el que merece la pena viajar en estos autobuses acuáticos es porque conectan con las diversas islas que rodean la ciudad, como San Michele.

La isla de los caídos en la que se encuentra el cementerio de Venecia desde comienzos del SXIX acoge la Basílica San Michele in isola. Bajo una fachada de mármol se erige una de las primeras iglesias renacentistas que posee varios cuadros de Tintoretto y que es la mejor alternativa al Campanile de San Marcos para disfrutar de unas vistas panorámicas. Las Altas Aguas que, en invierno inundan las aceras, ahora se vislumbran como un verdadero laberinto en el que todas las salidas confluyen en el Gran Canal, un auténtico juego de colores rosáceos y anaranjados al atardecer si se contemplan desde el Ponte dell’ Accademia. El único puente de la ciudad, que ha sido construido con hierro (aunque posteriormente fue reconstruido con madera), une los distritos de San Marco y Dorsoduro y posee un paisaje digno de fotografiar.

San Michele o Isla de los caídos Ⓒ CRISTINA BLANCO VÁZQUEZ

La luz atraviesa los arcos apuntados de las típicas casas venecianas y se refleja en la extraordinaria marquetería de las fachadas. En el agua, un juego de góndolas descansa en los astilleros o squeri mientras los vaporettos circulan intentando aparentar una imagen más propia del siglo XVI. En el horizonte, la imagen confluye en la espectacular cúpula de Santa Maria della Salute y el Bacino di San Marco por el que circulan los grandes buques marítimos. El escultor y arquitecto renacentista Jacopo D’Antonio Sansovino sostenía que la palabra venetia significaba «veni etiam», es decir, “vuelve otra vez” y no parecía equivocarse porque “por muchas veces que vengas, siempre verás nuevas bellezas”. Así es Venecia, un hermoso caos arquitectónico, artístico y laberíntico de mar y tierra al que siempre hay que volver.

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