Un lugar (común) para soñar

Benjamin (Matt Damon) no consigue pasar página tras la muerte de su esposa y su relación con su hijo adolescente (Colin Ford) es harto complicada. Será su adorable hija pequeña (Maggie Elizabeth Jones), quien le dará la clave para empezar una nueva vida: Comprar un zoo. A partir de aquí comenzará la aventura o mejor dicho, su propia y verdadera aventura. Un lugar para soñar se basa en la historia real de Benjamin Mee, el periodista y escritor que afrontó el reto de sacar adelante un zoológico con 250 animales junto a su familia. 

La nueva cinta del director y guionista Cameron Crowe podría sintetizarse en lo que el personaje de Damon afirmará en un momento clave de la película: “Sólo se necesitan veinte segundos de locura y coraje para cambiar tu vida para siempre”. Al contrario que el inestimable lema, el director de Jerry Maguire o Casi famosos necesita dos largas horas de metraje para contar este viaje de segundas oportunidades a la que no se le puede negar buenas intenciones y un agradable sabor a ternura.

La cinta transmite un mensaje positivo y vitalista como muestra de puro cine familiar americano, que logra calar con las canciones de Cat Stevens y el encanto natural de Maggie Elizabeth Jones, de la que seguro escucharemos hablar mucho a partir de ahora. Matt Damon, Scarlett Johansson y Elle Fanning cumplen con sus personajes, en general bastante planos o faltos de feeling debido también a un guión, inevitablemente previsible y de emotividad facilona.

Es una pena que la imagen tomada de las memorias de Mee para su versión cinematográfica haya caído en lugares comunes y licencias edulcoradas que le restan credibilidad. Crowe se empeña en reincidir en escenas almibaradas e innecesarias a nivel narrativo para la comprensión de una moraleja omnipresente. El lastre de Vanilla Sky o Elizabethtown todavía le pesa.

 

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